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Se cumplen 50 años del día que Estados Unidos dejó caer 4 bombas atómicas sobre España

Categorías: Europa Occidental, España, Estados Unidos, Ambiente, Ciencia, Desastres, Historia, Medios ciudadanos, Noticias, Relaciones internacionales
Valla que delimita una de las zonas contaminadas de Palomares. El acceso a las zonas de alta radiactividad no se prohibió hasta 2006, 40 años después del incidente. Captura de pantalla del documental «Palomares confidencial» de TVE. [1]

Valla que delimita una de las zonas contaminadas de Palomares. El acceso a las zonas de alta radiactividad no se prohibió hasta 2006, 40 años después del incidente. Captura de pantalla del documental «Palomares confidencial» de TVE.

El pasado 17 de enero se cumplieron 50 años de un hecho poco conocido fuera de España: el accidente entre dos aviones estadounidenses que provocó la caída de cuatro bombas termonucleares en Palomares [2], un pequeño pueblo del sur del país.

En enero de 1966, un avión B-52 que repostaba en el aire colisionó con el avión nodriza [3] que lo abastecía. Como consecuencia, murieron siete tripulantes de ambas naves, y cuatro bombas termonucleares Mark 28, de 1,5 megatones cada una (75 veces más potentes que la de Hiroshima) cayeron sobre Palomares, una en el mar y tres en tierra, una de ellas en un solar del propio pueblo. Estalló el explosivo convencional que llevaban, y esa explosión vaporizó parte de los elementos radiactivos de su núcleo. La nube radiactiva afectó a una zona de 226 hectáreas.

En plena guerra fría, la prioridad de las autoridades norteamericanas fue recuperar las bombas para que no cayeran en manos «enemigas». Acto seguido, el ejército estadounidense instaló el campamento Wilson en la playa de Quitapellejos, desde donde más de 6000 personas llevaron a cabo tareas de descontaminación, consistentes sobre todo en eliminar la capa superficial de la zona afectada. Se retiraron unos 1000 m³ de tierra que se trasladaron a la planta de Savannah River en Carolina del Sur (EE.UU.).

En cuanto a los habitantes de la zona, según Ecologistas en Acción [4],

no se evacuó a la población ni se la avisó del peligro a pesar de la radiactividad, no se les indemnizó ni se les instruyó sobre cómo deberían comportarse en el futuro.

En el documental «Palomares Stuck Arrow [5]» de Hispantv, Francisco Castejón, físico nuclear y miembro de Ecologistas en Acción, cuenta la otra cara de esta operación:

Lo más grave es que no se limpió del todo, que se dejó bastante plutonio. Es difícil de estimar, pero puede haber medio kg de plutonio dispersado en el territorio. Eso es mucho plutonio.

El tiempo corre en nuestra contra, porque el plutonio se va convirtiendo en americio, con lo que aumenta la capacidad de contaminación externa (…) El viento, el agua, las actividades humanas van dispersando la contaminación y extendiendo el área contaminada

La prensa de la época le quitó importancia al incidente, insistiendo en que no había ningún peligro para la población. Captura de pantalla del documental «Palomares confidencial» de TVE [6]

La prensa de la época quitó importancia al incidente, insistiendo en que no había ningún peligro para la población. Captura de pantalla del documental «Palomares confidencial» de TVE

El férreo control que el gobierno dictatorial de Franco ejercía sobre la prensa nacional consiguió que prácticamente no se hablara del accidente en España. Pero no pudo evitar que la prensa extranjera centrara su atención en un incidente nuclear sucedido en las playas de un país que ya comenzaba a ser uno de los destinos preferidos por el turismo europeo. El interés internacional hizo que el entonces ministro de Turismo español, Manuel Fraga, y el embajador de EE.UU. en España, Angier B. Duke, protagonizaran el momento más estrambótico al bañarse en la playa de Palomares ante numerosos periodistas para demostrar que no había ningún peligro, cuando el paradero de la bomba que había caído al mar era aún desconocido.

Las autoridades norteamericanas llegaron a considerar el hecho casi afortunado para los habitantes de la zona, a juzgar por las palabras del embajador Duke [7]:

«Estos pueblos eran desconocidos y hoy tienen fama universal (…) Probablemente hemos metido a esas gentes en nuestro tiempo».

Sin embargo, la gente de Palomares, mayoritariamente agricultores, no estaba tan satisfecha de haber despertado semejante interés. Ana Márquez, que era una niña cuando sucedió el accidente, cuenta a Hispantv:

Mis padres, por ejemplo, lo perdieron todo. La cosecha que tenían, luego no podían plantar (…) Si esto viene de Palomares, pues no lo compraban.

Dos de las bombas de Palomares en el National Atomic Museum de Albuquerque (Nuevo México). Imagen de Kelly Michals en Flickr, con licencia CC BY-NC 2.0 [8]

Dos de las bombas de Palomares pueden verse en el National Atomic Museum de Albuquerque (Nuevo México). Imagen de Kelly Michals en Flickr, con licencia CC BY-NC 2.0

Tras la descontaminación, las autoridades de EE.UU. y España firmaron dos acuerdos: El Otero-Hall, un proyecto científico que estudiaría los efectos de la contaminación en una zona rural y el proyecto Indalo, por el que se realizaría el seguimiento de los habitantes del área afectada, así como de los animales y las plantas destinados al consumo humano. Este último proyecto se mantuvo hasta 2009 y sus resultados son secretos. Según un artículo de Lee Ferran para la web de ABC News [9],

A 2006 State Department cable published by the anti-secrecy website WikiLeaks says that the U.S. had spent about $300,000 every year — totaling around $12 million up to that point — to fund the Spanish government’s monitoring of the area and “track the health of local inhabitants.”

Un cable de 2006 del Departamento de Estado publicado por la web de filtraciones WikiLeaks dice que EE.UU. gastó unos 300 000$ por año –un total de 12 millones hasta ese momento– para financiar que el gobierno español supervisara la zona e «hiciera un seguimiento de la salud de los habitantes locales».

Sobre estos proyectos, el escritor Miguel Madueño, «sin ánimo de entrar en teorías de la conspiración», apunta las razones [10] que podrían haber tenido las autoridades estadounidenses para hacer una limpieza tan deficiente:

No fueron capaces de emplear fondos y medios para llevar a cabo la limpieza pero sí para investigar los efectos que tendría la contaminación. El accidente fue un accidente pero se daba el caso de que por primera vez, se presentaba un laboratorio de pruebas en el que se podrían extraer datos de los efectos radioactivos en seres humanos, cultivos, animales criados para consumo humano, en los suelos y en definitiva, en todos los ámbitos.

Actualmente, Palomares es la zona con mayor radiactividad de la Península Ibérica. Aunque según los estudios esta situación no parece haber tenido consecuencias en la salud de sus habitantes, la descontaminación definitiva de la zona es una reivindicación que viene de lejos. Según El Confidencial [11], los gobiernos españoles han estado negociando con EE.UU. durante los últimos 10 años, negociaciones que el 19 de octubre de 2015 desembocaron en la firma de un acuerdo simbólico entre el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, y el ministro español de Asuntos Exteriores, García-Margallo, por el que EE.UU. «asume su responsabilidad» y se compromete a negociar un acuerdo vinculante para sanear Palomares, aunque «todavía no han pactado los detalles de limpieza ni quién la pagará».