Criticar a Charlie Hebdo en Facebook y los peligros de la libertad de expresión selectiva

The author's Facebook post (L), and the takedown notice (R) he received within 24 hours of posting.

El autor de la publicación en Facebook (izquierda), y el aviso de eliminación (derecha) que recibió a las 24 horas de haberlo colgado.

Los que somos activos políticamente aprendemos rápido a adoptar diferentes personalidades según la situación en la que nos encontramos. Esto ocurre generalmente en las cenas familiares, donde nos volvemos expertos en reprimir nuestra indignación y resistir la necesidad de pontificar nuestra última causa. Porque nadie quiere ir con aires de superioridad a disfrutar de un momento de calidad con las personas a las que amamos. Al menos hasta después del postre.

Fuera del círculo familiar, también establecemos vínculos de amor y confianza con gente con la que compartimos intereses, ideas, opiniones y un lenguaje común. Y es el compartir lo que nos hace crecer juntos dentro de una comunidad. Esta es la razón por la que la representación de Charlie Hebdo de un niño kurdo muerto no le parece a mi comunidad un acto de solidaridad, como han sostenido sus defensores. La repetida explotación del cuerpo de Aylan Kûrdi en aras de realizar atrevidos trabajos de arte satírico no nos parece algo que haría una persona sensible. Nos parece cruel e inconsiderado. Especialmente cuando los activistas kurdos nos ofrecen sugerencias de actos de solidaridad significativos que los franceses podrían llevar a cabo para abordar la complicidad de su propio estado en los crímenes cometidos contra el pueblo kurdo.

«La repetida explotación del cuerpo de Aylan Kûrdi para hacer atrevidos trabajos de arte satírico no nos parece algo que haría una persona sensible.»

Estos fueron los pensamientos tras el comentario que publiqué sobre la caricatura de Charlie Hebdo en la página de Facebook de Bay Area Intifada. Comentaba sobre el hecho de que la libertad de expresión que se les garantiza a algunos, se les niega a otros.

¿Cuán irónico resulta que mi comentario fuera eliminado de Facebook pasadas menos de 24 horas? La caricatura en sí misma aún circula por Facebook, así que está claro que el ofensivo dibujo de Charlie Hebdo no es el problema. Ojeé las Normas Comunitarias de Facebook para hacerme una idea de por qué mi publicación pudiese haber sido eliminada. No contenía referencia alguna a «artículos regulados», «autolesiones», o actividad criminal. Lo que más se acerca según las normas a describir de alguna manera lo que yo hice es «lenguaje que incita al odio«.

Según las normas: «Facebook elimina el lenguaje que incita al odio, es decir, todo contenido que ataca directamente a personas en función de lo siguiente: raza, grupo étnico, nacionalidad […]”. Mi publicación ni promovía la violencia, ni llamaba a la venganza. Simplemente apuntaba a que la supremacía blanca confunde sus propios mecanismos —¡hola, ironía! A menos que, por supuesto, algún algoritmo auto-censor excepcionalmente sensible interpretase «culos alemanes» (mi traducción de «des fesses en Allemagne», parte de la leyenda del dibujo) como si llamase a los alemanes burros, y se ofendiera con razón. La otra palabra posiblemente contenciosa en mi comentario es «cracker» (blanquito.)

Admito que la palabra es vulgar e irrespetuosa. Uno no la usaría en una cena familiar (si el idioma de mi familia fuera de hecho el inglés). Más aún, nadie en nuestra cena familiar usó la muerte de Aylan para hacer una broma mordaz. Los intelectuales franceses del tipo de Charlie Hebdo cada vez se parecen más a las visitas no invitadas que aparecen borrachas en nuestra casa, insultan a todo el mundo con bromas de mal gusto dirigidas hacia miembros de tu familia y luego se quejan de que las personas presentes han perdido la sofisticación de su humor. Mientras tanto, la familia de Aylan sigue perpleja respecto a por qué unos caricaturistas franceses son tan aficionados a hacer burla de su trauma.

Pero «cracker» es una palabra que uso normalmente con la gente que considero de mi comunidad aquí en Turquía.

«Observé cómo los anarquistas blancos cambiaban como una veleta de protestar contra la ocupación en Irak a llevar a cabo vigilias con velas. Esta solidaridad es para la gente blanca. No todas las vidas importan.»

He sido políticamente activo de diferentes formas y maneras desde que era adolescente. Recibí mi primera amenaza de muerte por dar mi opinión a la tierna edad de 16 años, cuando insulté públicamente a Atatürk, el fundador del estado turco. Desde entonces fui saltando de movimiento en movimiento, de protesta en protesta. Protestaba en Gleneagles contra el G8 en 2005 cuando ocurrieron los atentados del 7 de julio. Observé cómo los anarquistas blancos cambiaban como una veleta de protestar contra la ocupación en Irak a llevar a cabo vigilias con velas. Me di cuenta de que no somos lo mismo. Esta solidaridad es para la gente blanca. No todas las vidas importan.

Después de muchos años buscando y ocasionalmente abandonando la esperanza de encontrar acciones políticas organizadas, entré en contacto con gente de color, inmigrantes en Estados Unidos de primera generación, provenientes del Medio Oriente, Asia Central y Pacífico quienes, como Baldwin, se sentían aniquilados por la destrucción sistemática que los EE. UU. hacían de sus cuerpos y habían acabado en las orillas de Estambul, la cual, como resultado de las protestas en Gezi, ya estaba empezando a convertirse en un lugar excitante. 

Hice amigos de Siria con los que conecté a un nivel tanto personal como político. Debatimos sobre el elitismo de los periodistas blancos u ONG. Leímos los artículos de Budour Hassan deconstruyendo la solidaridad blanca con Palestina. Es gracias a estas personas que aprendí la palabra «blanquito», y también gracias a ellos descubrí Bay Area Intifada.

La palabra «cracker« fue usada originalmente en los Estados Unidos como término peyorativo para denominar a las personas blancas, especialmente blancos pobres de las áreas rurales del sur, en referencia a aquellos que «chascaban el látigo» (cracked the whip) en las plantaciones para mantener firmes a los esclavos africanos. Mis camaradas y yo tomamos prestado el uso del término de los nacionalistas negros—y de personas como Trayvon Martin tanto para articular nuestras propias demandas hacia los colonizadores, como para mostrar nuestra solidaridad con aquellos que han pagado el precio más alto como resultado de la avaricia lasciva de los colonizadores.

Utilizamos la palabra «cracker» para referirnos a aquellos que justifican la ocupación de un país alegando que están liberándolo. La utilizamos para describir a los que eligen ignorar los abusos sexuales pre-existentes en su propia casa, para pretender que la propensión a la violencia sexual es directamente proporcional al nivel de melanina. La utilizamos para reclamar nuestra lucha de las garras de aquellos que explotan nuestras tragedias para promover su arte mediocre. 

Pero sobretodo, la utilizamos para referirnos a aquellos que se engañan creyendo que construyen con sus propias manos la próspera civilización que protegen tan celosamente de las «plagas» invasoras. Cuando sabemos muy bien que fue construida sobre las espaldas de esclavos robados de sus casas y forzados a trabajar en plantaciones por todas las Américas.

«Utilizamos la palabra cracker para referirnos a aquellos que justifican la ocupación de un país alegando estar liberándolo. La usamos para describir a los que ignoran el abuso sexual pre-existente en su propia casa, para pretender que la propensión a la violencia sexual es proporcional al nivel de melanina

¿Por qué la usé yo en Facebook? Porque me recordó que los blanquitos (crackers) que reclaman un seguro por su «propiedad» sumergida en barcos poco seguros son los mismos que aquellos que se niegan a llevar a cabo operaciones de rescate en el Mediterráneo para disuadir a los refugiados de viajar hacia Europa. Un cracker, para mí, es alguien que cree que ver a alguien ahogado es motivo de júbilo.

Si «cracker» fue en efecto la palabra que provocó que Facebook eliminase mi publicación, significa que Facebook censuró la verdad y negó la memoria de un pueblo que sufre—un sufrimiento para el cual aún han de pagarse reparaciones. Priorizó sensibilidades baladíes sobre el sufrimiento de los afligidos de verdad, situando la culpa en aquellos que deben recordar sus traumas históricos para sobrevivir.

Para nosotros, usar esta palabra es un modo de establecer vínculos de solidaridad a través del tiempo y el espacio. De identificar depredadores de nuestra subyugación colectiva. Hasta que no recuperemos lo que nos fue robado, hasta el día en el que no tengamos que luchar con uñas y dientes sólo por defender nuestro derecho de conmemorar nuestros traumas en nuestros propios términos, serán crackers. Y continuarán siéndolo.

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