Más allá de los procesos de paz que suenan en los medios y las organizaciones gubernamentales, una de las soluciones más fuertes al flagelo de los conflictos de pandillas (o maras) en El Salvador ha venido desde organizaciones e iniciativas individuales dedicadas a las mujeres. Es así como el trabajo con jóvenes y ex-pandilleras dentro y fuera de la prisión buscan colaborar con los procesos de paz en los que las mujeres han sido poco tomadas en cuenta y contestar, al mismo tiempo, la estructura social que fortalece la violencia contra las mujeres.
Las Dignas: Iniciativas de mujeres para mujeres contra la violencia
La agrupación feminista Las Dignas surge en El Salvador en 1990 dentro de una de las organizaciones que protagonizó los Acuerdos de Paz con los que se cerró oficialmente el conflicto que mantuvo a El Salvador en guerra durante más de una década. Las Dignas llevan a cabo desde hace años diversos proyectos que buscan ayudar a mujeres en situaciones vulnerables, especialmente aquellas involucradas con las maras (o pandillas). De esta forma, la organización lleva a cabo programas orientados a la prevención de la violencia contra las mujeres en el país basados en la justicia económica para las mujeres y en la proyección política.
El posicionamiento de Las Dignas no se enfoca solamente en la violencia contra las mujeres a manos de las maras, sino que se busca trabajar directamente con el problema de la violencia estructural. El objetivo de Las Dignas es educar y acompañar a las mujeres y a todas aquellas personas que busquen entender los problemas creados por las convenciones sociales que separa a los géneros. Una de sus iniciativas, visible a través de su canal en YouTube, es la campaña Tómate un café con nosotras. Este proyecto fue creado por Las Dignas en 2014 en el marco de la lucha por la despenalización del aborto y busca informar y crear conciencia sobre las realidades que enfrentan las mujeres en el país, uno de los más restrictivos en el mundo en cuanto a las leyes que contemplan el aborto:
Demandamos respeto [para poder] decir «sí queremos» y «cuándo queremos» ser madres. Deseamos que la interrupción voluntaria del embarazo sea despenalizada. No queremos más mujeres presas o muertas. Tenemos derecho a vivir la vida que queremos. Sobre mi cuerpo y sobre mi vida decido yo.
Orquestas que crean vínculos entre ex-pandilleras
Otro de los proyectos que se ha traducido en oportunidades para muchas jóvenes con historias en el mundo de las pandillas fue el de la Orquesta Femenina del Instituto Salvadoreño para la Niñez y la Adolescencia (ISNA). Esta iniciativa tuvo su inicio durante la tregua acordada en 2012 por la Mara Salvatrucha y la Mara Barrio 18, las dos pandillas más poderosas del país y cuyos constantes enfrentamientos han mantenido a varias zonas del país en jaque. Los retos no eran pocos. Karina, una de las integrantes de la orquesta, declaraba para AFP:
Lo más difícil fue saber que íbamos a estar junto a las de la otra mara, costó sentarnos a la par, pero luego ya cuando nos comenzaron a enseñar a tocar los instrumentos nos concentramos en eso para sacar adelante a la orquesta
Sin embargo, el proyecto dio frutos. Algunas de las chicas que formaron parte del proyecto así lo declararon en el reportaje compartido por el canal de YouTube del ISNA. En el reportaje, las jóvenes que participaron y la pareja que tomó el liderazgo del proyecto contaron algo de su experiencia:
Una de las chicas declaró:
Cuando toco el violín me siento bien porque siento que […] puedo liberarme, porque mi cuerpo está encerrado, pero no mi mente. Por medio [de la música] puedo […] viajar a otro lugar.
Por su parte, la instructora subrayó la importancia que ha tenido la música en la rehabilitación de las participantes:
La música es una forma en la que nos podemos comunicar con los demás. Eso es algo también que hacemos con ellas: proyectarles la paz, proyectarles la armonía… ¡Proyectar todo! De hecho, la música es eso: armonía.
Ex-mareras que abordan el problema por su cuenta
Otros casos reflejan también la fuerza que puede tener la determinación individual. Así lo muestra Susana, que ha orientado una parte de su vida a luchar contra la marginalización de las personas que han pertenecido a las maras. Susana formaba parte de la Mara Salvatrucha desde la adolescencia y pasó por los rituales más duros para imponer respeto. Si historia fue reportada por Dona Decesare para VICE en 2012:
Las historias de violaciones y maltrato por parte de la MS13 o en el Barrio 18 abundan. [Sin embargo, Susana] tuvo un lugar digno, incluso temido, dentro de la MS. Pero cada vez crecían más los sentimientos encontrados. Por un lado, los lazos que formó a través de los años dentro de la pandilla seguían fuertes, como los de una familia, pero al mismo tiempo se decepcionaba al ver cómo la pandilla victimizaba a inocentes. Corría la década de los noventa cuando regresó a El Salvador y vio que aquel grupo de jóvenes que se unía para protegerse, se convirtió en el enemigo #1 del país. Todavía se sentían las repercusiones de más de 12 años de guerra civil.
Durante su tiempo en la pandilla, Susana estuvo dentro de hechos de intensa violencia y tuvo la oportunidad de abandonar la pandilla, una suerte que muy pocas mareras han tenido:
[Susana] se ganó su derecho. Cumplió sus compromisos dentro de la pandilla, fue herida de bala por una pandilla rival en Los Ángeles y estuvo presa en un penal de máxima seguridad en California. Ya podía caminar tranquila sin miedo a que la quisieran matar. Le dieron “el pase”, el cual antes se le otorgaba a los pandilleros que se hacían cristianos o después de cumplir sus compromisos se querían dedicar a sus familias –algo que sí existe en Estados Unidos, pero no es un proceso formal en Centroamérica–. “La mejor manera de compararlo sería cuando a un soldado le dan de baja honorable del ejercito”, anota.
La vida después de la mara está ahora orientada a ayudar a grupos vulnerables que pueden caer en el mundo de la violencia:
Ahora ella se dedica a abogar por niños y jóvenes indocumentados en Estados Unidos, a través de educación pública, de abogacía a nivel política pública, y provisión de servicios directos. Su trabajo consiste en evitar que otros chicos tengan su misma suerte e ingresen a las pandillas. La “vida loca”, explica, sólo tiene tres salidas: prisión, hospital o muerte. Ella previene que pase esto.