Así fue parte de la historia de los movimientos anti-guerra de la región latinoamericana

 

Manifestación a favor del proceso de paz en Colombia. Fotografía tomada de Wikimedia Commons.

Manifestación a favor del proceso de paz en Colombia. Fotografía tomada de Wikimedia Commons.

Este artículo es una versión del texto original publicado por Rafael Uzcátegui en su blog Perdido en Ítaca. La versión original fue publicada bajo el nombre Objeción de conciencia y anarquismo en América Latina, que fue a su vez una colaboración escrita para el libro Conscientious Objection: A practical companion for movementes de la War Resisters International. La versión aquí publicada por Global Voices ha sido hecha con autorización. 

Los comienzos

Durante la década de los 80's, muchos países de América Latina estaban gobernados por dictaduras militares o sufrían las consecuencias de la guerra civil en sus territorios.  Eran tiempos de la Guerra Fría, por lo que Estados Unidos consideraba a la región como zona de su influencia, un “patio trasero“. Su traumática y progresiva democratización tuvo como contraparte que en amplios sectores de su juventud se desarrollara un sentimiento antimilitarista, que comenzó a tener expresiones organizativas y políticas.

Sin embargo, el “antimilitarismo” como identidad nunca tuvo, en América Latina, un desarrollo separado. Nació y creció de varias otras tendencias de la época. Cuando uno participaba en una reunión política y te definías, de entrada, como “antimilitarista” pasaban dos cosas: O te veían como una persona venida de otro planeta, o te trataban con el prejuicio de considerar que ser pacifista era no creer en nada, no querer comprometerse con nada ni desear meterse “en problemas”. Nunca fue fácil promover el antimilitarismo en un continente donde el modelo del activista del cambio social era la figura patriarcal del “Che” Guevara, uno de los principales líderes de la Revolución Cubana.

La recluta era el origen del rechazo a la autoridad y los uniformes del ejército para muchos de nosotros. En mi caso personal, a comienzos de los 90´s en Barquisimeto, una ciudad a cinco horas de la capital venezolana de Caracas, los adolescentes teníamos que escondernos dos veces al año, por 15 días, del servicio militar obligatorio, que en nuestro país se llamaba “la recluta”: Te agarraban en la calle, y sin mediar apenas palabras, te introducían a la fuerza en un camión, con otros tan asustados como tú, y de allí al cuartel. La recluta era el origen del rechazo a la autoridad y los uniformes del ejército para muchos de nosotros.

Una respuesta organizada al pensamiento militarista

Logo de la coalición anti-guerra. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

«El rifle roto», una de las muchas versiones del logo de la Internacional de Resistentes de la Guerra. Imagen tomada de Wikimedia Commons.

Una iniciativa de inspiración religiosa, el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ), que nació en 1974 en Colombia, fue la responsable de promover, en varios países latinoamericanos, valores como la no-violencia activa, la cultura de paz y la Objeción de Conciencia (OC) como un derecho que debía, y podía, ser exigido a las autoridades. Varias de sus oficinas, como las de Ecuador, Colombia, Chile y Argentina, fueron el impulso para iniciar movimientos locales de OC, pero fue en Paraguay donde más se desarrolló y obtuvo avances significativos: En 1992 lograron que la Constitución paraguaya reconociera formalmente la Objeción de Conciencia en uno de sus artículos. Al año siguiente las primeras personas se declaraban como objetores, logrando la atención de los medios de comunicación y la difusión de su propuesta.

En 1994 La Asunción fue la sede del primer encuentro latinoamericano de OC, donde se acuerda la creación de la Red de Objeción de Conciencia Latinoamericana y del Caribe (ROLC), que antes de internet logró coordinar actividades en varios países y editar la revista Objetando. Los diferentes grupos que se incorporaron a la Red ampliaron la temática de la Objeción de Conciencia a una crítica más amplia al militarismo, por lo que con el tiempo la red se transformó en la Coordinadora Latinoamericana de Objeción de Conciencia (CLAOC), la cual existió hasta el año 2004. Varias razones explican este declive. El primero que varios países, paulatinamente, hayan prohibido el reclutamiento forzoso –el principal enemigo contra el que se movilizaban los activistas- y aprobado la OC en diferentes leyes. El segundo, la autonomía que la Coalición Latinoamericana deseaba respecto a las Organizaciones No Gubernamentales tuvo, como consecuencia, menos recursos económicos para realizar campañas y organizar encuentros.

Desde el año 2005 la Internacional de Resistentes a la Guerra ha intentado promover, con relativo éxito, una red antimilitarista en América Latina, estimulando encuentros, declaraciones conjuntas y capacitaciones en acción directa no-violenta.

Anti-religiosos, anti-imperialistas y anarquistas: Las tres grandes tendencias del movimiento OC en América Latina

De la primera tendencia es representante Serpaj y otras ONGs de derechos humanos que participaron, así como el conjunto de iniciativas influenciadas bajo la “teología de la liberación” para los cuales la Objeción de Conciencia era una obligación moral derivada del mandamiento bíblico «No matarás». La tendencia anti-imperialista era conformada por grupos cercanos al marxismo que rechazaban tácticamente el servicio militar obligatorio, pero estaban tanto a favor de un ejército «patriota y «popular» como de las luchas de liberación nacional que protagonizaban las guerrillas.

Estos grupos eran particularmente activos en denunciar la presencia de bases militares norteamericanas y la Escuela de las Américas, sitio dentro de Estados Unidos donde se formaban buena parte de los mandos de los ejércitos sudacas [termino insultante con el que llaman a los sudamericanos]. En tercer lugar, menos numerosos en cantidad pero con un análisis integral sobre las consecuencias del militarismo, estaban los anarquistas, quienes rechazaban la propuesta de un servicio alternativo al Estado, pero que aceptaban ser parte de las coaliciones locales que enfrentaban algunas de las expresiones concretas del militarismo en la vida cotidiana de la gente. Como parte del grupo de los anarquistas se encontraban los punks, cuyas bandas y fanzines ayudaron a difundir el movimiento. En las tres tendencias las mujeres eran el sector minoritario y la perspectiva feminista de la crítica al ejército apenas estaba en construcción. Un déficit fue que a pesar de la oportunidad que representaba el hecho de la separación de las madres de sus hijos, por el servicio militar, pocas mujeres en condición de madres y abuelas formaron parte de las iniciativas.

Debates, tensiones y conflictos entre anarquistas y anti-imperialistas

Algunos temas polémicos eran el gobierno cubano, el sostén –o el impedimento de la crítica, que también es una forma de apoyo-  a guerrillas como las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), Sendero Luminoso y el Frente Sandinista de Liberación Nacional, así como la relación con los partidos políticos de izquierda. En 1994 la aparición del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en México introdujo el debate sobre dicotomía no-violencia/lucha armada. Los anarquistas rechazaban que el único militarismo «malo» proviniera de Estados Unidos, antepuesto a un militarismo potencialmente «bueno» de izquierda. Al contrario, afirmaban que el ejército, por su propia naturaleza, era una síntesis de los valores negativos que rechazaban (obediencia a la autoridad, verticalismo, xenofobia, machismo, homofobia, culto a la fuerza, etc). Es por ello que cuando un militar ‘de izquierda’, Hugo Chávez en 1999, tras asumir la presidencia de Venezuela se convierte en referente del anti-imperialismo latinoamericano, la comunicación entre ambos grupos se dificultó mucho más. Por otra parte hoy, un sector del anarquismo latino si bien sigue siendo antimilitarista, cuestiona la cultura de paz del movimiento de Objeción de Conciencia y apuesta por la «violencia espontánea» y la «guerra social» del llamado «insurreccionalismo».

 

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