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El camino de Afganistán hacia los derechos de las mujeres está lleno de riesgos, pero cimentado en la esperanza

Categorías: Asia Central y Cáucaso, Afganistán, Guerra y conflicto, Medios ciudadanos, Mujer y género, Política, Religión
Women in the Afghan National Army. U.S. Air Force photo/Staff Sgt. Laura R. McFarlane/Released. Creative commons.

Mujeres del Ejército Nacional Afgano. Fotografía de las fuerzas aéreas de EE. UU./sargento Laura R. McFarlane. Publicada bajo licencia de Creative Commons.

Para las mujeres afganas, la represión y violencia sistemáticas de la era de los talibanes fueron reemplazadas por oportunidades, pero también miedo e inseguridad después de la invasión de su país liderada por EE. UU.

Hoy la política de género en Afganistán es más complicada que nunca, con victorias en algunas esferas, limitadas por retrocesos en otras.

Desde el comienzo de este año, el equipo nacional de ciclismo femenino de Afganistán ha sido nominado [1] para el Premio Nobel de la Paz, mientras Sumaya Ghulami ganó [2] la medalla de oro en taekwondo en los Juegos del Sur de Asia, celebrados en Guwahati y Shillong, India, un logro inconcebible durante la era de los talibanes.

Pero las mujeres han sido una de las principales víctimas de la intensificación de la insurgencia talibán y un aumento de la violencia criminal que ni el frágil gobierno de Kabul ni el mermado contingente militar estadounidense sobre el terreno han sido capaces de contener.

Lea y llore

La era de los medios sociales ha puesto al descubierto algunos de los ejemplos más flagrantes de la violencia contra las mujeres en los últimos tiempos.

El pasado mes de noviembre, en un pueblo controlado por los talibanes en la provincia de Ghor, en Afganistán central, una mujer de 19 años llamada Rokhshana fue lapidada por adulterio.

El asesinato por lapidación de Rokhshana nos recuerda el violento asesinato de Farkhunda, una crónica de @FaribaNawa

La acusación por adulterio tenía un carácter técnico ─escapar de un matrimonio que le habían impuesto─ y el vídeo viral de la lapidación, aparentemente filmado con un teléfono móvil, inspiró una indignación generalizada en las emergentes redes en línea de Afganistán.

La exgobernadora de la provincia de Ghor, Seema Joyenda, que fue la segunda mujer nombrada gobernadora en Afganistán, se convirtió en una de los principales abanderados de la justicia para Rokhshana.

Pero la propia Joyenda fue forzada finalmente a abandonar su cargo cuando grupos conservadores llevaron a cabo una exitosa campaña ─aunque no sin oposición─  para destituirla.

Sin precedentes; cuando hombres afganos protestan en apoyo de una gobernadora en la remota provincia de Ghor. ¡Me da esperanzas!

La lapidación de Rokhshana se produjo apenas meses después de otro horrible incidente que atrajo la atención del mundo, cuando una mujer enferma mental, Farkhunda, fue golpeada hasta la muerte y quemada por presuntamente prender fuego a un Corán.

Uno de los incidentes más horribles de la violencia de género en el período posterior a 2001 tuvo lugar justo a finales del año pasado.

Pajhwok Afghan News informó [13] que once hombres, entre ellos cuatro policías, violaron a una niña de nueve años, en el noroeste del país, donde el gobierno y los talibanes se disputan el control.

La primavera de las mujeres afganas

Pero no todo son malas noticias.

Este mes Sumaya Ghulami recibió una bienvenida triunfal cuando regresó a Afganistán tras obtener su medalla de oro en taekwondo en los Juegos del Sur de Asia 2016. El presidente Ghani la felicitó públicamente y recibió muchos elogios en la prensa.

(3/3) El Presidente otorgó certificados de reconocimiento a Sumaya Ghulami y otras tres atletas.

La esposa de Ghani, Rula Ghani, recientemente anunció planes para construir la primera universidad sólo para mujeres del país con la financiación del gobierno de Turquía, una medida considerada clave para garantizar el acceso de las mujeres a los estudios superiores.

Mientras, a principios de este mes más de cien diputados italianos nominaron al equipo de ciclismo femenino de Afganistán para el Premio Nobel de la Paz. La nominación hizo vibrar a la sección afgana de Twitter.

El equipo afgano de ciclismo femenino ha sido nominado para el Premio Nobel de la Paz 2016.

Este tipo de acontecimientos son un símbolo de la creciente visibilidad de las mujeres en la vida pública. En el parlamento, las mujeres constituyen el 28% de los escaños ─ una mayor proporción de mujeres que en el Congreso de EE. UU.

Sin embargo, ninguna mujer ha presidido el Parlamento, lo que indica que la presencia femenina en la política nacional puede expandirse sin necesariamente traducirse en un poder real.

Un claro ejemplo de ello fue el intento de Ghani de incluir a una jueza en el consejo de la Audiencia Nacional, que fue bloqueado rápidamente por un parlamento donde los conservadores están ganando terreno.

El largo camino hacia el respeto

La posición de la mujer en la sociedad afgana está por tanto en constante cambio, con grandes variaciones de una comunidad a otra.

Las mujeres hazaras han experimentado un cambio especialmente acelerado en sus vidas, influido posiblemente por una mayor tasa de educación femenina en relación con otros grupos étnicos en la era posterior a los talibanes.

Entre las mujeres más influyentes de Afganistán se encuentran Sima Samar [21], presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de Afganistán, y Habiba Sarabi, primera gobernadora de Afganistán en la provincia de Bamiyán, ambas de etnia hazara.

Laila Haidari [22], otra hazara, es una voluntaria social, que ha fundado Mother Camp (Campamento Madre), donde se trata a hombres con problemas de drogadicción.

Pero las mujeres de todos los grupos del país permanecen discriminadas por las leyes civiles afganas, que otorgan el derecho de divorcio exclusivamente a los hombres, mientras los asuntos familiares permanecen bajo el control del cabeza de familia en la mayoría de los casos.

Y crucialmente, los talibanes están ganando terreno en todo el país, incluso cuando el propio movimiento se divide, mientras los clérigos extremistas han condenado continuamente los derechos de la mujer como una imposición occidental.

En un entorno tan inestable, las mujeres están atrapadas en una contradicción: gozan de un mayor espacio para la participación que hace 15 años, pero también tienden a ser un imán para la inevitable reacción conservadora.