Esta es la segunda parte del reportaje especial “Amazonía Extrema”, producido por InfoAmazonia con texto de Camila Fróis y fotos de Flávio Forner. Se republica aqui en cuatro partes mediante un acuerdo para compartir contenido. Lea aquí la primera parte.
La sencilla estructura cubierta de paja, sin paredes y llena de redes, queda en la orilla del rio Tapajós. Los igarapés (los pequeños ríos que corren entre islas) de aguas frescas en el bosque, el sol dorado que parece mezclarse con los rios al final del día y pasar la noche con las vistas del cielo lleno de estrellas a la orilla del rio garantizan turismo todo el año en la comunidad de Jamaraquá. Los ecoturistas son una fuente segura de ingresos para los habitantes de la aldea. Muchos guían a los visitantes por el bosque todos los días por unos 100 reales – ninguna otra actividad podría garantizar tanto dinero en la selva.
Conocido como «señor» Pedriño, Pedro da Gama es uno de los habitantes que se sirve de su espíritu emprendedor para invertir en un alojamiento comunitário como la alternativa a los ingresos en los tiempos de la escasez. «Cada año hace más calor. El rio tiene menos peces y en invierno la terra queda más seca», comenta.
Aunque el turismo parezca ser una salida para mejorar la calidad de vida en la región, sin embargo no todas las comunidades de Tapajós cuentan con la misma estructura de Jamaracuá, que ya tiene agua corriente y energía eléctrica. Por ejemplo en la Reserva Extractivista (Resex) Tapajós-Arapinus, al otro lado del río, los pueblos no tienen carretera de acceso, ni energía eléctrica y muchos todavía necesitan ir al río para llevar el agua, porque no hay sistema de abastecimiento.
En total entre Flona y Resex hay 103 comunidades de las cuales apenas seis disponen de energía eléctrica contínua y 65 tienen el sistema de abastecimiento de agua. «Quienes dependen solo de la naturaleza para el sostén de la familia, están en mayores apuros bien sea durante época de abundancia o de sequía», afirma Pedro da Gama. «La mayor parte de las plantas, fijate, mueren porque el suelo es muy arenoso. La tierra se calienta y mata a los arboles, el anacardo, el cupuazu, el murici», concluye el «señor» Pedro.
Durante el camino hasta el margen del río, él también se preocupa por los animales del bosque. «Esa sequía produce un cambio muy grande en sus vidas. Los pájaros sienten, también los perezosos. El perezoso cae en suelo y muere de la falta de agua», el caboclo sentencia, terminando el relato que podía pertenecer al semiárido nordestino.
Lea aquí la tercera parte.