Egoísmo mutuo: Bahréin celebra 200 años de ‘amistad’ con Gran Bretaña

Mapa del Golfo Pérsico de 1851. (Wikimedia Commons).

Bahréin lleva siendo amigo de sus aliados de Occidente desde hace mucho tiempo. Esta amistad fue celebrada en el Espectáculo Aéreo Internacional de Bahréin (BIAS, por sus siglas en inglés) el 21 de enero, con un desfile de los cazas Typhoon de los BAE Systems que Reino Unido ansiaba vender tan desesperadamente a las dictaduras del Golfo.

El BIAS fue el primer evento en un año de festejos en el que andaban a la cabeza los beneficios de la relación de Bahréin con Reino Unido, que data de hace 200 años. Curiosamente, la ‘preparación’ del 200 aniversario había quedado señalado desde la ‘GRAN Semana Británica‘ en 2013. Al parecer, ambos gobiernos se inclinan por ahogar las críticas de su relación resaltando de forma excesiva lo maravillosa que ha sido para ambos países.

No obstante, señalar el 200 aniversario de las relaciones de Bahréin con Gran Bretaña es, en cierta manera, problemático. En su temprana historia no se puede ver esa ‘amistad’ que se comenta. La relación colonial implicaba extorsión, engaño, piratería y trata de esclavos.

La familia gobernante en Bahréin, Al Jalifa, proceden de la tribu Utub, que formaban parte de una confederación de Kuwait antes de la ruptura para habitar la costa arábiga cerca de Bahréin en Zubarah (Qatar en versión moderna) en el siglo XVIII. Allí entraron en conflicto con las tribus vecinas, que incluían los gobernantes de Mascate, Abu Dhabi y la dinastía de Al-Saud en el interior de Arabia.

Gran Bretaña, por otro lado, expandía su imperio comercial, sobre todo en la India, y el gobierno británico en Bombay comenzaba a preocuparse por la situación de guerra entre las tribus así como de la piratería del Golfo Pérsico. A principios del siglo XIX, el Ministro Residente británico, representante político británico en el Golfo, tenía su residencia en la costa pérsica de Bushehr. En 1805, los jeques Al Jalifa pidieron protección al Residente británico contra la familia Al Saud y sus seguidores fanáticos Wahhabi, quienes les presionaban para embarcarse en una cruzada de piratería en India. Los Wahhabi no tenían armada y querían meterse en la piratería del comercio de barcos de la India al Golfo.

Según una crónica de los Utba recogida por funcionarios británicos en el Golfo Pérsico entrado el siglo XIX, los británicos querían comprobar ‘este nuevo y pernicioso sistema, que provenía de la avaricia y el fanatismo de una tribu desesperada en el corazón de Nujd’. No obstante, el gobierno de Bombay, receloso de la reacción persa a la implicación británica con las tribus árabes del Golfo, rechazaron ofrecerles protección.

En 1810, los Wahhabi impusieron un mandatario en Bahréin y en la costa árabe colindante, al que los Al Jalifa estaban obligados a pagar tributo. En 1811-12, los otomanos enviaron una armada egipcia bajo el mando del hijo de Muhammad Ali Pasha para recuperar Arabia, y los Utba consiguieron derrocar al mandatario Wahhabi y comenzar a cooperar con el imán de Mascate.

A pesar de que los ‘Registros de Bahréin’ recogidos por el departamento colonial británico no dan luz a la cuestión, parece que Mascate podría haber intentado hacer de los Al Jalifa sus súbditos y, rechazando esto, los Al Jalifa intentaran jugar ambos bandos al acudir a los Wahhabis. El Residente en Bushehr, el Teniente William Bruce, llegó a Bahréin el 19 de julio en 1816 para encontrar a un jeque Abdullah Al Jalifa que temía que los británicos apoyasen un ataque en Bahréin de Mascate; tal como le había alertado el imán de Mascate. Bruce tranquilizó al jeque asegurándole que no era cierto y, para enfatizarlo, sugirió que el podría ‘llegar a varios acuerdos’, con la convicción de que no le importaría al gobierno de Bombay. Pero sí que le importó, y rechazó el desautorizado acuerdo de Bruce, escogiendo permanecer neutral hacia Bahréin. En cualquier caso, este acuerdo informal no se consideró lo suficientemente importante como para mantenerse.

Esta fue quizás una acción inteligente por parte del gobierno de Bombay ya que los Al Jalifa, tras prometer a Bruce que no ayudarían a los piratas del Golfo, procedieron a conceder apoyo a la tribu vecina, los Jawasim, dirigiendo una campaña de piratería y vendiendo los bienes robados en Bahréin. ‘Con estas circunstancias, era imposible mirar a Bahréin de otro modo que no fuera el de un puerto de piratería’, escribió el Asistente Residente británico del Golfo Pérsico en su historia de los jeques Utub.

En 1819, el gobierno de la India británica se había cansado de las luchas internas y de la piratería de las tribus del Golfo. El capitán Lock vino con seis barcos para investigar un informe de mujeres hindúes vendidas como esclavas en un bazar de Bahréin. El jeque convenció a Lock de que la historia no era cierta y acordó prohibir la venta de la ‘propiedad británica capturada’, un acuerdo al cual el jeque ‘no prestó la mínima atención’.

Tras haber sido ignorados una vez más, los británicos enviaron más barcos al Golfo bajo el comando de W.G. Keir y destruyeron la flota pirata de los Jawasim, REQUISANDO su base en Ras al-Jaima, ahora uno de los siete Emiratos Árabes.

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Extracto de History of the Indian Navy 1613-1863 Volumen I, de Charles Rathbone Low.

El jeque de Bahréin entregó entonces a los británicos todos los navíos pirata atracados en su puerto. No obstante, esto no erradicó por completo la piratería, y las riñas tribales continuaron entre los jeques del Golfo mientras que la familia Al Jalifa luchaba para no ser súbditos de los Muscates o los Wahhabis.

Es difícil afirmar que el acuerdo de 1816 constituyese un tratado de amistad, ya que en realidad era una promesa de que la marina británica en el Golfo permanecería neutral en un conflicto entre Bahréin y Mascate.

Asimismo, también sería comprensible que los gobiernos de Bahréin y de Gran Bretaña no quisieran celebrar en 2020 el aniversario de la firma del primer tratado oficial; en parte porque es un año electoral en el Reino Unido, pero también podría ser porque representa el aniversario de los británicos forzando a los jeques del Golfo a abandonar la piratería y el comercio de esclavos. También parece ser que el gobierno de Bahréin intenta mejorar su legitimidad, insinuando que Bahréin fue siempre independiente de Gran Bretaña, quienes eran simplemente los amigos y benefactores de los monarcas Al Jalifa, y no sus amos coloniales.

Por tanto, es difícil denominar estas ocasiones como el comienzo de una ‘amistad’ entre Gran Bretaña y Bahréin. La realidad no es que se trate de una relación de amistad sino más bien de un duro cinismo político.

Quizás eso es lo que significa realmente el eufemismo ‘amistad’. La relación patrón-cliente entre Gran Bretaña y Bahréin ha perdurado unos 200 años y no muestra muchas señales de llegar a su fin. Es una relación de conveniencia, por razones de poder y comercio; y quizás no se puede esperar que funcione según los intereses de ciudadanos corrientes.

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