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Abu Majid, un idealista sirio

Categorías: Medio Oriente y Norte de África, Siria, Derechos humanos, Guerra y conflicto, Medios ciudadanos, Política, The Bridge
Abu Majid at his home in Aleppo. Photo from his daughter's Facebook page. [1]

Abu Majid Karaman en su casa de Alepo. «Pasé por el costado de la casa donde habían pintado banderas revolucionarias. El portón principal también estaba pintado con los colores de la revolución, lo que dejaba ver hasta que punto él estaba comprometido con la revolución.» Foto de la página de Facebook de su hija.

Nos vio llegar a su casa. Estaba sentado en una silla verde de plástico y nos observó fijamente mientras bajábamos del auto. Eramos ocho. Conocía a algunos de nosotros, aunque no a todos, no a mí, pero sabía bien que todos estábamos allí para verlo a él. Cuando nos acercamos se paró y dijo en voz alta y firme: «Si están aquí para darme las condolencias pueden irse por donde vinieron. Pero si están aquí para felicitarme, entonces pasen y pónganse cómodos”.

El tío Abu Majid Karaman me impactó con sus palabras y su fortaleza. Abu Majid había perdido a dos miembros de su familia en enfrentamientos; el último: su yerno Oubada Abullaith, un líder militar del batallón Thowar Al Sham que peleaba junto al Ejército Libre Sirio [2]. Oubada fue asesinado en un enfrentamiento en Alepo. Unos meses antes el hijo de Abu Majid, Majid Karaman, había sido asesinado cuando comandaba otro batallón del Ejército Libre Sirio.

A pesar de sus pérdidas, Abu Majid se negó a recibir condolencias por sus muertes. “No se deben dar condolencias por los mártires” dijo, “sino seguir sus pasos”.

Sus palabras sonaron firmes y poderosas. Los ojos de ese hombre de cincuenta hablaron incluso antes de que su boca lo hiciera y brillaban enérgicos, especialmente cuando habló de los fundamentos de la revolución. Las arrugas de su cara y su cabello blanco evidenciaban su experiencia.

Hablamos sobre las batallas de Alepo, en la ciudad y en las zonas rurales y él detalló tácticas militares con la experiencia de un oficial del ejército. Estaba especialmente preocupado por el bienestar de los civiles. Cada vez que mencionábamos una región o área él nos decía cuál era la población del lugar y el peligro con el que se enfrentarían en el caso de que las batallas llegaran a esos lugares.

El estado de la ciudad de Alepo en ese momento era similar al de hoy. Parte de la ciudad está bajo el control del régimen de Assad: el ejército y las milicias de las Fuerzas de Defensa Nacional conocidas como Shabbiha están allí. Otra parte de la ciudad está fuera del control del régimen: allí es donde el Ejército Libre Sirio y los batallones militares de la oposición se asientan, así como también algunos batallones Jihadi y unos pocos civiles que se rehúsan a abandonar sus casas a pesar de los bombardeos diarios. El tío Abu Majid y su familia estaban entre ellos. Cuando le pregunté sus razones para quedarse recitó los versos del Corán: “Solo obtendrás lo que Dios haya decidido para ti”,  y continuó “¿cómo podría dejar mi casa? ¿Cómo podría dejar los colchones donde los mártires de mi familia durmieron? Esos mártires nos dejaron, es verdad, pero nos confiaron esto y nosotros debemos honrarlos así».

Temblé mientras lo escuchaba. Hablaba con un fervor revolucionario que nunca antes había escuchado. Él había liderado protestas pacíficas en los días en que los manifestantes se resistían al gobierno del régimen. Eran aquellos días en que los activistas de Alepo distribuían panfletos revolucionarios en los vecindarios que apoyaban al régimen para intentar abrirles los ojos y convencerlos de la revolución. Abu Majid también fue miembro de los concejos revolucionarios y estaba cerca de todos los periodistas y activistas de Alepo. Era amado y respetado por la mayoría de los combatientes del Ejercito Libre Sirio.

Pasé por el costado de la casa donde habían pintado banderas revolucionarias. El portón principal también estaba pintado con los colores de la revolución, lo que dejaba ver hasta que punto él estaba comprometido con la revolución. El tío Abu Majid me llamó para que entrase a la casa. Cuando entré, había torta y café. «Coman torta para honrar a los mártires. Coman torta para honrar al esposo”. Me sentí completamente desconcertado. No sabía si tomar una porción de torta o intentar contener las lágrimas.

Esa visita fue durante el último Ramadán. Decidí pasar ese mes en Siria después de haber dejado el país para asentarme en Turquía. A pesar de ser cristiano y a pesar de las advertencias que me hicieron de no ir allí, sentí que estaba en familia y entre amigos. Me sentí abrazado por la revolución que no hace diferencia entre musulmanes y cristianos.

Las demandas de Abu Majid eran claras y específicas. Su visión era la de una Siria democrática que asegurara la libertad de todo su pueblo. Esa fue su culpa. Ese fue su crimen.

Abu Majid fue secuestrado hace ya un tiempo. Lo metieron en un auto que según testigos pertenecía al Frente Al-Nusra (el brazo de al-Qaeda en el Levante). Nusra negó tener algo que ver en el asunto o mantener cautivo a Abu Majid.

Asaad Hanna es un periodista y activista sirio.