En pleno siglo XXI, las máquinas de escribir siguen vigentes en Myanmar

A female typist works on a document from her kiosk on lower Maha Bandoola Park Road. Like an increasing number of typists in Yangon, she relies on a typewriter professionally, but for personal purposes, she uses a smartphone. (Photo and caption: Tin Htet Paing / The Irrawaddy)

Una mecanógrafa trabajando con un documento en su puesto de la calle Maha Bandoola Park. Como muchos mecanógrafos en Yangon, ella depende de su máquina de escribir profesionalmente, aunque para propósitos personales, ella usa un smartphone. (Foto y texto: Tin Htet Paing / The Irrawaddy).

Este artículo de Tin Htet Paing y Sally Kanta es de The Irrawaddy, un sitio web independiente de noticias en Myanmar (Birmania), y es republicado en Global Voices como parte de un acuerdo para compartir contenidos.

Muchas son las tardes donde Tin Zaw Htet se sienta frente a su máquina de escribir rodeado de satinados portafolios de gaza y certificados legales colgados al implacable sol de Yangon.

En una de las cuadras de la calle Maha Bandoola Park, muchos mecanógrafos se colocan obedientemente en sus puestos improvisados uno al lado de otro. Ellos se ganan la vida dentro de una burocracia que demanda formularios impresos por encima de las escritas a mano, aún siendo una localidad donde las computadoras e impresoras son un lujo y la electricidad es inestable.

Tin Zaw Htet comparte un certificado laminado que verifica la realización del curso de mecanografía de un mes que llevó en el centro de formación vocacional 5 años atrás. Luego de graduarse, dejo su trabajo vendiendo peces de mascota y se juntó con su tía, también mecanógrafa, para abrir su propio puesto.

«Solo quiero trabajar en mi propio negocio, aún si tengo que empezar al borde de la pista», dijo.

El joven de 28 años gana 1000 kyats (US$0.83) por pagina llenando certificados de matrimonio, cartas poderes y otros contratos legales escritos en birmano o inglés; en promedio, él trabaja entre 10 a 15 paginas por día.

The typewriters in use on the streets of Rangoon were imported from Western Germany in the early 1960s. They have since been repaired and restored, often multiple times. (Photo and caption: Tin Htet Paing / The Irrawaddy)

Las máquinas de escribir usadas en las calles de Rangoon fueron importadas de Alemania Occidental en los años 1960. Estas han sido reparadas y renovadas en muchas ocasiones desde entonces. (Foto y texto: Tin Htet Paing / The Irrawaddy).

Pequeñas placas grabadas con la frase «Hecho en Alemania Occidental» delatan la edad de las máquinas de escribir que impulsan a este pequeño sector. Win Htay, de 50 años de edad y encargado de restaurar las máquinas, es casi tan longevo como las máquinas de escribir que ha estado reparando desde que tenía 13 años de edad. Afirma que estas han sido importados por primera vez para los funcionarios birmanos ya sea para U Nu o el gobierno de Ne Win a inicios de 1960.

Subastadas, reformadas y revendidas a través de las décadas, las estructuras de metal resistente todavía no pasan a ser obsoletas en Birmania, ni aún en las oficinas del gobierno que en un principio las compraban y que ahora dependen, en gran parte, de las computadoras, estando situadas a 321 kilómetros al norte de la especialmente diseñada Naypyidaw, ni mas ni menos. Desde un modesto taller en el centro de la calle 35 de Rangún, Win Htay todavía las vende, totalmente restauradas, a un aproximado de 100.000 kyat (US $ 83). Él dijo:

I have a close attachment to these typewriters. This is all I know how to do. I don’t even know how to touch a computer.

Tengo una vinculación cercana con estas máquinas. Esto es todo lo que sé hacer. Todavía no sé como tocar una computadora.

Tin Zaw Htet (front) fills out a document on his typewriter while other typists watch, waiting for customers or for work that can be shared. The biggest pressure that they face, he said, is “to not make any mistakes,” because, as he points out, “on a typewriter there is no ‘backspace.’” (Photo and caption: Sally Kantar / The Irrawaddy)

Tin Zaw Htet escribe un documento con su máquina de escribir mientras otros mecanógrafos lo miran, esperando por clientes o trabajo para compartir. La mayor presión que ellos enfrentan, según él, es «no cometer ningún error», porque, como señala, «una maquina de escribir no tiene la tecla backspace». (Foto y texto: Sally Kantar / The Irrawaddy).

Female typists at work. While it is perceived as a field dominated by older men, The Irrawaddy found both men and women of varying ages typing up documents in streetside booths. (Photo and caption: Tin Htet Paing / The Irrawaddy)

Mecanógrafas trabajando. Aunque sea percibida como un campo para hombres longevos, The Irrawaddy encontró tanto a hombres como mujeres de distintas edades escribiendo documentos en puestos al lado de las calles. (Foto y texto: Tin Htet Paing / The Irrawaddy).

On downtown Yangon’s Pansodan Street, a typist fills out legal documents from his sidewalk station. (Photo and caption: Tin Htet Paing / The Irrawaddy)

En el centro de la calle Pansodan de Yangon, un mecanógrafo rellena documentos legales desde su puesto sobre la acera. (Foto y texto : Tin Htet Paing / The Irrawaddy).

Cuando las oficinas gubernamentales empezaron a mudarse de Yangon a Naypyidaw en el 2005, Win Htay lamentó que muchos mecanógrafos y reparadores también trasladaron sus negocios y sus máquinas de escribir a la nueva y remota capital. Él se pone a la defensiva cuando pregunto sobre el lugar que ocupan las máquinas en una creciente selección de aparatos más modernos, previendo una continua dependencia de las máquinas de escribir en los tribunales, escuelas y oficinas gubernamentales y en particular en las zonas rurales del país. Alrededor del 70 % de la población de Myanmar todavía no tiene acceso a la electricidad necesaria para ejecutar estos aparatos modernos..

«Todo lo que necesitan es tinta», señala, en un testimonio sobre la sostenibilidad de la máquina de escribir.

Tin Zaw Htet reconoce que algún día tendrá que adaptar su trabajo a los cambios tecnológicos, pero dice que es afortunado: También sabe cómo usar una computadora. Sin embargo, no es un cambio al que le dará la bienvenida por completo. Añade:

[Typewriters] challenge us to be more efficient, to see our errors on paper, so we are more careful not to make mistakes.

[Las máquinas de escribir] nos desafían a ser más eficientes, para ver nuestros errores en el papel, entonces somos más cuidadosos de no cometer errores.

También describe su satisfacción en el trabajo con las máquinas más antiguas.

The feeling of using typewriters and using computers is different. We can feel a lot of feedback from a typewriter’s keys. It makes noise. I kind of like it.

La sensación de usar las máquinas de escribir y el uso de las computadoras es diferente. Podemos sentir una gran cantidad de comentarios provenientes de las teclas de una máquina de escribir. Hace ruido. Eso me gusta.

Las máquinas de escribir traídas a Birmania en una época anterior probablemente continuarán manteniendo su valor más allá de la nostalgia y, por ahora, una función en el espectro tecnológico del país.

A man works on a document using an electric typewriter inside a downtown Yangon shop. While typists traditionally station themselves outdoors near courts and government offices, small indoor shops are opening in the vicinity, featuring more modern typewriters, as well as copiers and computers. (Photo and caption: Tin Htet Paing / The Irrawaddy)

Un hombre trabaja usando una máquina de escribir eléctrica dentro de una tienda en el centro de la ciudad de Yangon. Mientras los mecanógrafos colocan sus puestos al aire libre cerca de las cortes y oficinas gubernamentales, pequeñas tiendas se abren en las cercanías ofreciendo máquinas mas modernas, así como fotocopiadoras y computadoras. (Foto y texto: Tin Htet Paing/ The Irrawaddy).

In a small shop on 35th Street, Mya Win, 62, repairs a broken typewriter purchased from a government auction. He has been working on the machines for 40 years. (Photo and caption: Sally Kantar / The Irrawaddy)

En una pequeña tienda en la calle 35, Mya Win, de 62 años, repara una máquina de escribir, comprada en una subasta del gobierno. Él ha estado trabajando con máquinas por 40 años. (Foto y texto: Sally Kantar / The Irrawaddy).

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