5 relatos de presas políticas para no dudar de que hubo tortura en la dictadura militar de Brasil

Dilma Rousseff em julgamento durante a ditadura militar | Foto: Arquivo Público de São Paulo

Dilma Rousseff en juicio durante la dictadura militar. Foto: Archivo Público de São Paulo.

En medio de una de las crisis políticas más profundas de su historia, se abrió otra herida en Brasil durante la votación por la apertura del proceso de impeachment a la presidenta Dilma Rousseff, realizada en la Cámara de los Diputados el día 17 de abril.

Sucedió en el 316º voto. En la fila de diputados que dedicaban su decisión a «dios, patria y familia», uno de ellos homenajeó abiertamente al torturador responsable de dirigir el DOI-CODI, órgano subordinado al Ejército y responsable del aparato de represión durante los años de dictadura militar. El diputado exaltó orgulloso la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, a quien llamó el «pavor de Dilma Rousseff».

El voto de Jair Bolsonaro –diputado que se enorgullece de sus opiniones homofóbicas– causó indignación tanto entre los partidarios como los contrarios al impeachment. Más allá de la ofensa, el diputado abrió espacio a una parte de la población brasileña que apoya o acepta los crímenes cometidos por el Estado durante la dictadura militar, que duró desde 1964 hasta 1985.

Son personas que creen que, en nombre de «librar a Brasil de los comunistas», las desapariciones, asesinatos extrajudiciales y la tortura fueron armas justas. Incluso en el 2016, esa población sigue siendo significativa –lo suficiente para hacer que los «me gusta» en la página de Brilhante Ustra, en Facebook, hayan aumentado 3 300 % en la semana siguiente a la votación.

Fue ese mismo sentimiento que dio pie a la instalación de las dictaduras en el Cono Sur en la segunda mitad del siglo XX. En Brasil, el régimen dejó 191 muertos y 243 desaparecidos, según el informe de la Comisión Nacional de la Verdad, divulgado a finales de 2014.

Brasil fue el último de los países del Cono Sur en instaurar una comisión nacional de la verdad dedicada a investigar los crímenes practicados por el Estado en sus respectivas dictaduras –Chile, Argentina y Uruguay lo hicieron en los años 80, justo después de la democratización, y lo volvieron a hacer al inicio de los años 2000. Y mientras que otros países del continente han dado pasos importantes para revisar sus leyes de amnistía, Brasil todavía está empezando a hablar del asunto. Para Lorena Balardini, coordinadora del Centro de Estudios Legales y Sociales, pionero en la investigación de la memoria de las dictaduras de la región, Brasil «fue el país que menos avanzó» en la reconciliación con su pasado militar.

Sin embargo, Brilhante Ustra fue el primer torturador de Brasil reconocido por la Justiciamurió el año pasado, antes de que pudiese ser juzgado. El hombre responsable de dirigir uno de los mayores centros de represión de la dictadura militar, en el período de setiembre de 1970 a 1974, en que fueron reportados 502 casos de tortura y más de 40 asesinatos, fue llevado al banquillo de los acusados gracias a un proceso impulsado por tres de sus víctimas.

Global Voices seleccionó fragmentos* de cinco relatos de presas políticas, cuatro de ellas a la Comisión Nacional de la Verdad, que no dejan lugar a dudas: la tortura fue una práctica corriente de la dictadura militar.

Cristina Moraes de Almeida: no era militante, pero tenía conocidos en movimientos políticos. La estudiante fue detenida tres veces y en todas se encontró con Ustra. En una de ellas, los torturadores forzaron una rebelión en la celda para justificar las mutilaciones en su abdomen. En otra, resultó con tres dedos de la mano derecha y del pie izquierdo rotos durante una sesión de tortura. En una sesión coordinada por Ustra –bajo el seudónimo Tibiriçá– y Sérgio Fleury, el coronel ordenó que ella fuese «castigada» por «llevar pantalones largos en un departamento público».

Cristina Moraes de Almeida –O Tibiriçá repetiu: “Tira a calça, esqueceu que não pode vir de calça em uma repartição pública?”, aos berros. Eu não vou tirar calça para nada. Estou quebrada, com dor.

Glenda Mezarobba (Comissão Nacional da Verdade) – Você estava vestida, até aí?

Cristina Moraes de Almeida – Estava vestida até aí, mas a calça bem desabotoada, bem desalinhada, já rasgada. “Com essa calça justa” – ele disse. – “Acaba de tirar a roupa dela!”. Minha calça estava bem desabotoada, bem… a blusa.

Glenda Mezarobba (Comissão Nacional da Verdade) – Ele mandou quem tirar sua roupa?

Cristina Moraes de Almeida – Os encapuzados. Eu comecei a me encolher. Ele puxou a perna, rasgando minha calça, acabando de rasgar a minha calça. Ele pega uma furadeira, e me furou daqui até aqui, com uma furadeira.

Glenda Mezarobba (Comissão Nacional da Verdade) – Com uma furadeira, uma furadeira?

Cristina Moraes de Almeida – Elétrica. Furadeira. Eu não vi mais nada. (…) Aí ligaram [a furadeira], porque o choque elétrico, não estava funcionando. (…) Nove meses sem caminhar. (…) Furaram o osso. Furaram derme, epiderme, o osso.

Cristina Moraes de Almeida –Repitió Tibiriçá: «Quítate el pantalón, ¿olvidaste que no puedes venir con pantalones a un departamento público?», gritando. Yo no voy a quitarme el pantalón. Estoy rota, con dolor.

Glenda Mezarobba (Comisión Nacional de la Verdad) —¿Usted estaba vestida, hasta entonces?

Cristina Moraes de Almeida —Estaba vestida hasta entonces, pero el pantalón desabotonado, desaliñado, ya roto. «Con ese pantalón justo»—dijo él. —»¡Termina de quitarle toda la ropa!». Mi pantalón estaba ya desabotonado, y … la blusa.

Glenda Mezarobba (Comisión Nacional de la Verdad) —¿A quién mandó él quitarle su ropa?

Cristina Moraes de Almeida — A los encapuchados. Yo comencé a encogerme. Él puso la pierna, rasgando mi pantalón, terminando de romper mi pantalón. Él tiene un taladro y agujereó desde aquí hasta aquí, con un taladro.

Glenda Mezarobba (Comisión Nacional de la Verdad) — ¿Con un taladro, un taladro?

Cristina Moraes de Almeirda — Eléctrico. Taladro. Yo no vi nada más. (…) Allí encendieron [el taladro], porque la descarga eléctrica, no estaba funcionando. (…) Nueve meses sin caminar. (…) Atravesaron el hueso. Atravesaron dermis, epidermis, el hueso.

Isabel Fávero: exguerrillera de la VAR-Palmares (Vanguardia Armada Revolucionaria – Palmares, grupo de guerrilla armada). Ella y su marido fueron detenidos el 5 de mayo de 1970, cuando ya estaban retirados de la guerrilla y eran profesores dedicados a la alfabetización de adultos en Nova Aurora, en el estado de Paraná.

(…) o prazer deles era torturar um frente ao outro e dizer: “olhe, sua vadia, ó ele está apanhando por culpa sua que você não quer colaborar”, entendeu? (…) além de ser torturada física e psicologicamente, a mulher é vadia, a palavra mesmo era “puta”, “menina decente, olha para a sua cara, com essa idade, olha o que tu está fazendo aqui, que educação os teus pais te deram, tu é uma vadia, tu não presta”.

Enfim, eu não me lembro bem se no terceiro, quarto dia, eu entrei em processo de aborto. Eu estava grávida de dois meses, então, eu sangrava muito. Eu não tinha como me proteger, eu usava papel higiênico, e já tinha mal cheiro. Eu estava suja, e eu acho que, eu acho não, eu tenho quase certeza que eu não fui estuprada, porque era constantemente ameaçada, porque eles tinham nojo, tinham nojo de mim.

E eu lembro que no dia em que nós fomos presos, exatamente no dia 4, nós tínhamos estado em Cascavel, e quando a gente saiu da ginecologista, tinha um veículo militar, mas a gente em momento nenhum pensou que eles estivessem vigiando a gente, eles já estavam no encalço da gente, eles seguiram, não é, esse dia eles nos seguiram o dia todo, e o meu marido dizia, “por favor, não façam nada com ela, podem, podem me torturar, mas ela tá grávida”, e eles riam, debochavam, “isso é história, ela é suja, mas não tem nada a ver”, enfim.

Em nenhum momento isso foi algum tipo de preocupação, em relação [pausa, voz embargada]. Eu certamente abortei por conta dos choques que eu tive nos primeiros dias, nos órgãos genitais, nos seios, ponta dos dedos, atrás das orelhas, aquilo provocou obviamente um desequilíbrio, eu lembro que eu tinha, muita, muita, muita dor no pescoço, porque quando a gente, quem sofreu choque, sabe? A gente joga a cabeça pra trás, aí tinha um momento que eu não sabia mais aonde doía, o que, doía em todo lado, mas enfim. Certamente foi isso. E eles ficavam muito irritados de me ver suja e sangrando e cheirando mal, enfim. Eu acho que ficavam até com mais raiva, e me machucavam mais ainda.

(…) su placer era torturar uno frente al otro y decir: «mira, perra, lo que le está pasando por culpa de que no quieres colaborar, ¿has entendido?» (…) además de ser torturada física y psicológicamente, la mujer es una perra, la palabra misma era «puta», «chica decente, mira para su cara, con esa edad, mira lo que estás haciendo aquí, qué educación te dieron tus padres, eres una perra, eres escoria».

Finalmente, no me acuerdo bien si el tercer, cuarto día, entré en proceso de aborto. Estaba embarazada de dos meses, entonces, sangraba mucho. No tenía cómo protegerme, usaba papel higiénico, y ya olía mal. Estaba sucia, y creo que, creo no, estoy casi segura de que no me violaron, porque me amenazaban constantemente, porque a ellos les daba asco, yo les asqueaba.

Me acuerdo que el día que nos detuvieron, exactamente el día 4, habíamos estado en Cascavel, y cuando salimos de la ginecóloga, había un vehículo militar, pero en ningún momento pensamos que nos estuviesen vigilando, ellos ya estaban pisándonos los talones, nos siguieron, ese día nos siguieron todo el día, y mi marido decía, «por favor, no le hagan nada a ella, pueden, pueden torturarme, pero ella está embarazada», ellos se reían, hacían de las suyas, «eso es historia, ella está sucia, pero no tiene nada que ver», en fin.

En ningún momento eso fue preocupación alguna, en relación [pausa, voz embargada]. Yo, sin duda, aborté por culpa de los golpes que sufrí los primeros días, en los órganos genitales, en los senos, la punta de los dedos, detrás de las orejas, por supuesto, aquello provocó un desequilibrio, me acuerdo que tenía, mucho, mucho, mucho dolor en el cuello, porque cuando la gente que sufrió un golpe, ¿sabe? La gente echa la cabeza hacia atrás, ahí había un momento en que yo no sabía donde dolía, lo que dolía, dolía en todas partes, pero bueno. Sin duda fue eso. Ellos estaban furiosos de verme sucia y sangrando y oliendo mal, en fin. Creo que hasta estaban más rabiosos y me hacían más daño aun.

Dulce Chaves Pandolfi: estudiante, integrante de la ALN, fue detenida el 20 de agosto de 1970, a los 21 años. En testimonio a la Comisión Estatal de la Verdad de Río de Janeiro, Dulce contó: «Cuando entré, escuché una frase que hasta hoy resuena en mis oídos: ‘Aquí no existe Dios, ni patria, ni familia'».

No dia 20 de outubro, dois meses depois da minha prisão e já dividindo a cela com outras presas, servi de cobaia para uma aula de tortura. O professor, diante dos seus alunos, fazia demonstrações com o meu corpo. Era uma espécie de aula prática, com algumas dicas teóricas. Enquanto eu levava choques elétricos, pendurada no tal do pau de arara, ouvi o professor dizer: “essa é a técnica mais eficaz”. Acho que o professor tinha razão.

Como comecei a passar mal, aula foi interrompida e fui levada para a cela. Alguns minutos depois, vários oficiais entraram na cela e pediram para o médico medir minha pressão. As meninas gritavam, imploravam, tentando, em vão, impedir que a aula continuasse. A resposta do médico Amílcar Lobo, diante dos torturadores e de todas nós, foi: “ela ainda aguenta”. E, de fato, a aula continuou.

A segunda parte da aula foi no pátio. O mesmo onde os soldados, diariamente, faziam juramento à bandeira, cantavam o Hino Nacional. Ali fiquei um bom tempo amarrada num poste, com o tal do capuz preto na cabeça. Fizeram um pouco de tudo. No final, comunicaram que, como eu era irrecuperável, eles iriam me matar, que eu ia virar “presunto”, termo usado pelo Esquadrão da Morte. Ali simularam meu fuzilamento. Levantaram rapidamente o capuz, me mostraram um revólver, apenas com uma bala, e ficaram brincando de roleta-russa. Imagino que os alunos se revezavam no manejo do revólver porque a “brincadeira” foi repetida várias vezes.

El día 20 de octubre, dos meses después de mi arresto y ya compartiendo celda con otras presas, serví de cobaya para una clase de tortura. El profesor, delante de sus alumnos, hacía demostraciones con mi cuerpo. Era una especie de clase práctica, con algunos datos teóricos. Mientras yo sufría descargas eléctricas, colgada del palo tal guacamaya, oí al profesor decir: «esa es la técnica más eficaz». Creo que el profesor tenía razón.

Como empecé a sentirme mal, la clase fue interrumpida y me llevaron a la celda. Algunos minutos después, varios oficiales entraron en la celda y pidieron al médico que me tomase la tensión. Las chicas gritaban, imploraban, intentando, en vano, impedir que la clase continuase. La respuesta del médico Amílcar Lobo, delante de los torturadores y de todas nosotras fue: «ella aún aguanta». Y, de hecho, la clase continuó.

La segunda parte de la clase fue en el patio. El mismo donde los soldados, diariamente, juraban a la bandera y cantaban el himno nacional. Allí estuve un buen rato amarrada a un poste, con la capucha negra en la cabeza. Hicieron un poco de todo. Al final, comunicaron que como yo era irrecuperable, me matarían, que yo me iba a convertir en «fiambre», término usado por el Escuadrón de la Muerte. Allí simularon mi fusilamiento. Levantaron rápidamente la capucha, me enseñaron un revólver, solo con una bala, y estuvieron jugando a la ruleta rusa. Imagino que los alumnos se turnaban el uso del revólver porque el «juego» se repitió varias veces.

Leslie Denise Beloque: exmilitante de la ALN (ALN: Acción Libertadora Nacional, grupo de guerrilla armada), fue arrestada el 29 de enero de 1970, a los 21 años. Su hermano, su cuñada y una hermana también fueron apresados y torturados por el régimen militar.

A tortura é uma delas visivelmente, as pessoas ainda não conseguem falar dela, honestamente. Inclusive porque não é heroico, ter sido presa e ter sido torturada isso não te faz herói, não te torna heroica, não é uma experiência heroica. Muito pelo contrário: É humilhante, te humilha, é uma questão de extremo sofrimento, não é heróico, você tem medo adoidado, por várias vezes você tem medo quando você fica apavorado quando você ouve o barulho da chave, então não é só uma questão heroico, só bonita e só: “Ai nossa eu fui torturada.” Não, é trazer essas coisas de quantas vezes você teve um medo danado, o pavor em várias situações, você saber que toda a noite o cara te chama para te torturar, ou no plantão do fulano de tal que acabou de entrar. E discutir nessa dimensão, sem esse heroísmo, sem essa… Na forma em que ela é.

Claro que as pessoas que passaram por essa experiência, despojar esse caráter mítico e dizer a coisa como ela é, as sensações que você teve de coragem, de medo, de pavor, de tudo. Porque cada um é isso, foi buscando as suas estratégias de sobrevivência e foi assim, uns conseguiram e outros não. E a mim resta uma pergunta, resta essa questão: Será que os companheiros que provocaram a morte, foi por que perceberam que não iam aguentar? E a morte foi uma forma de garantir que ele não falaria?

La tortura es una de ellas visiblemente, las personas todavía no consiguen hablar de ella, honestamente. Incluso porque no es heroico, haber sido apresada y torturada no te hace una heroína, no te vuelve heroica, no es una experiencia heroica. Todo lo contrario: es humillante, te humilla, es una cuestión de sufrimiento extremo, no es heroica, tienes miedo terrible, por varias veces tienes miedo cuando estás aterrorizada cuando escuchas el ruido de la llave, entonces no es solo una cuestión heroica, solo bonita y solo: «Ay oye, yo fui torturada». No, es recuperar esas cosas de cuantas veces tuviste un miedo maldito, pavor en varias situaciones, saber que toda la noche el tipo te llama para torturarte, o en la guardia del fulano de tal que acaba de entrar. Es discutir en esa dimensión, sin ese heroismo, sin esa… En la forma en que ella es.

Claro que las personas que pasaron por esa experiencia, despojan ese carácter mítico y cuentan la cosas como son, las sensaciones que uno tuvo de coraje, de miedo, de pavor, de todo. Porque cada uno es eso, fue buscando sus estrategias de supervivencia y fue así, unos lo consiguieron y otros no. Y a mí me queda una pregunta, me queda esta cuestión: ¿será que los compañeros a los que provocaron la muerte, fue porque creyeron que no iban a aguantar? ¿Y la muerte fue una manera de garantizar que no hablarían?

Dilma Rousseff: también militó en la VAR-Palmares y estuvo presa durante tres años. En 2001, Dilma prestó declaración a la Comisión de Derechos Humanos de Minas Gerais, pero su relato se hizo público en 2012, en un reportaje del periódico Estado de Minas.

“Tinha muito esquema de tortura psicológica, ameaças. Eles interrogavam assim: ‘Me dá o contato da organização com a polícia?’ Eles queriam o concreto. ‘Você fica aqui pensando, daqui a pouco eu volto e vamos começar uma sessão de tortura.’ A pior coisa é esperar por tortura.”

“Depois (vinham) as ameaças: ‘Eu vou esquecer a mão em você. Você vai ficar deformada e ninguém vai te querer. Ninguém vai saber que você está aqui. Você vai virar um ‘presunto’ e ninguém vai saber’. Em São Paulo me ameaçaram de fuzilamento e fizeram a encenação. Em Minas não lembro, pois os lugares se confundem um pouco.”

“Quando eu tinha hemorragia, na primeira vez foi na Oban (…) foi uma hemorragia de útero. Me deram uma injeção e disseram para não bater naquele dia. Em Minas, quando comecei a ter hemorragia, chamaram alguém que me deu comprimido e depois injeção. Mas me davam choque elétrico e depois paravam. Acho que tem registros disso no final da minha prisão, pois fiz um tratamento no Hospital das Clínicas.”

“Fiquei presa três anos. O estresse é feroz, inimaginável. Descobri, pela primeira vez, que estava sozinha. Encarei a morte e a solidão. Lembro-me do medo quando minha pele tremeu. Tem um lado que marca a gente o resto da vida.”

“As marcas da tortura sou eu. Fazem parte de mim.”

«Tenía mucha forma de tortura sicológica, amenazas. Ellos interrogaban así: ‘¿Me da el contacto de la organización con la policía?’ Ellos querían lo concreto. ‘Usted se queda aquí pensando, dentro de un poco vuelvo y vamos a comenzar una sesión de tortura.’ La peor cosa es esperar por la tortura».

«Después (venían) las amenazas: ‘Voy a olvidar la mano en ti. Vas a quedar deformada y nadie te va a querer. Nadie va a saber que estás aquí. Vas a convertirte en «fiambre» y nadie lo va a saber’. En São Paulo me amenazaron de fusilamiento e hicieron una escenificación. En Minas no recuerdo, pues los lugares se confunden un poco».

«Cuando tenía hemorragia, la primera vez fue en Oban (…) fue una hemorragia de útero. Me pusieron una inyección y mandaron no golpearme ese dia. En Minas, cuando comencé a tener hemorragia, llamaron a alguien para que me diese una pastilla y después una inyección. Pero me daban descargas eléctricas y luego paraban. Creo que hay registros de eso al final de mi apresamiento, pues hice un tratamiento en el Hospital de las Clínicas».

«Estuve presa tres años. El estrés era feroz, inimaginable. Descubrí, por primera vez, que estaba sola. Encaré la muerte en soledad. Me acuerdo del miedo cuando mi piel se estremeció. Tiene un lado que marca a la gente el resto de su vida».

«Las marcas de tortura soy yo. Forman parte de mí».

* Las declaraciones fueron editadas para mayor claridad.

Inicia la conversación

Autores, por favor Conectarse »

Guías

  • Por favor, trata a los demás con respeto. No se aprobarán los comentarios que contengan ofensas, groserías y ataque personales.