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«Me obligaban a beber mi propia orina»: «Libertad» para los cibernautas tras 647 días de encierro, pero no para todos

Categorías: África Subsahariana, Etiopía, Derechos humanos, Medios ciudadanos, GV Advox
Photo-based graphic of Zelalem Workagegnehu by Melody Sundberg. Image used with permission.

Dibujo hecho por Melody Sundberg, basado en una fotografía de Zelalem Workagenehu. Imagen usada con autorización.

El 15 de abril de 2016, el Tribunal Federal Superior de Etiopía absolvió a dos hombres, Yonatan Wolde y Bahru Degu, quienes pasaron más de 600 días en prisión, con cargos de terrorismo que según los críticos, tienen motivación política. Zelalem Workagenehu [1], un tercer hombre, no tuvo la misma suerte. Tras ser condenado, recibirá sentencia el próximo 10 de mayo (El 26 de abril, la fiscalía solicitó al Tribunal que agravaran la sentencia, por lo que se requirió a Zelalem que presentara una petición para mitigarla). Zelalem es un defensor de los derechos humanos y un académico que habitualmente colaboraba con el sitio web de la diáspora DeBirhan [2].

Los tres hombres fueron acusados conforme a la Proclama Antiterrorista [3], sancionada en julio de 2009. Los funcionarios federales defienden la ley con el fundamento de que fue creada sobre la base de legislación preexistente de países tales como el Reino Unido.

A Yonatan Wolde y Bahru Degu los liberaron tras pasar 647 días –casi dos años– en prisión, prueba de que existe una alarmante tendencia en Etiopía, por la cual los presos de conciencia son privados de su libertad por largos períodos de tiempo sin tener un juicio previo.

En lo que parecía ser una muestra de fuerza bruta, oficiales de seguridad vestidos de civil arrestaron nuevamente a Yonatan y Bahiru poco tiempo después de su liberación el 18 de abril. Ambos hombres pasaron la noche en la Prisión (Central) de Maekelawi, antes de que se los liberara una vez más con la advertencia de que todavía se encontraban bajo observación. Según sus familiares, los oficiales de seguridad también les advirtieron que «Los iban a matar si hacían algo raro».

Zelalem fue acusado por primera vez en octubre de 2014, junto con un grupo de nueve otras personas, entre los que se incluyen usuarios de Internet, políticos opositores y activistas. Hasta ahora, liberaron a siete personas de ese grupo luego de un año en prisión, tras haber firmado lo que ahora sostienen que fueron confesiones falsas, con el objetivo de evitar mayores torturas.

Entre otras cosas, acusaron a Zelalem de haber liderado una organización terrorista (así es como el gobierno define a Ginbot 7 [4], un partido político democrático fundado por Berhanu Nega [5]), haber confabulado para derrocar el gobierno y haber diseminado información falsa por medio de informes publicados en los sitios web manejados por la diáspora. Por ejemplo, uno de los coautores de Zelalem en el blog De Birhan también se encuentra implicado en la causa.

La acusación posteriormente se redujo a sólo dos cargos: haber reclutado miembros para comenzar una revolución al estilo de la Primavera Árabe en Etiopía y haber facilitado lo que el gobierno denomina una «operación de entrenamiento para aterrorizar al país» (Zelalem sostiene que en realidad era un campamento de instrucción para el desarrollo de comunicación digital, medios sociales y liderazgo [6]).

A Yonatan y Bahiru se los acusó de haber solicitado participar en el campamento de instrucción de Workagenehu y fueron sospechosos de haberse afiliado a Ginbot 7 (ambos negaron las acusaciones).

En su fallo, el juez supuestamente resolvió que el hecho de haber solicitado o participado en tal instrucción no era ilícito y, por lo tanto, correspondía absolver a Yonatan y Bahru. A pesar de haber sido encarcelados por dos años, Yonatan y Bahiru no tienen derecho a percibir ningún tipo de resarcimiento. Aún no queda claro si tienen la intención de insistir con el asunto en los tribunales.

Bahiru Degu, quien asistió al juicio de Yonatan la semana pasada, es el que más está sufriendo de los tres hombres. Declaró frente al Tribunal [7] que sufrió grandes torturas durante los primeros tres meses de su detención:

I was forced to get naked and was regularly beaten. Due to the severity of the beating, I was unable to control my bowels [sic]. I was forced to drink my own urine.

Me obligaban a desnudarme y a menudo me golpeaban. Por la gravedad de mis golpes, perdí el control de mis intestinos. Me obligaban a beber mi propia orina.

Al igual que Bahiru Defu, Zelalem Workagenehu y Yonatan Wollte también declararon frente al Tribunal acerca de la gravedad de las torturas que les infligieron [8] en prisión y contaron que los guardias trataban de obligarlos a firmar confesiones falsas. Un informe [9] que publicó recientemente Human Rights Watch reveló que es cierto que la policía y los detectives de Etiopía maltratan a los periodistas y los activistas opositores con el objetivo de obtener confesiones:

Police investigators at Maekelawi use coercive methods on detainees amounting to torture or other ill-treatment to extract confessions, statements, and other information from detainees. Detainees are often denied access to lawyers and family members. Depending on their compliance with the demands of investigators, detainees are punished or rewarded with denial or access to water, food, light, and other basic needs.

Los detectives de la policía en Maekelawi utilizan métodos coercitivos sobre los detenidos que incluyen tortura u otros maltratos a fin de obtener de ellos confesiones, declaraciones y otra información. A menudo se les prohibe a los detenidos tener contacto con abogados y familiares. De acuerdo con su acatamiento a las ordenes de los detectives, los detenidos reciben castigos o recompensas, de lo cual dependerá su acceso a agua, comida, iluminación y otras necesidades básicas.