La activista y periodista siria-gallega Leila Nachawati Rego le apuesta a contar otras historias; esas historias que no leemos, ni vemos, ni escuchamos. Uno de sus países, y más grandes pasiones, Siria, ha estado inmersa en una guerra cruenta y sanguinaria, pero allí también florecen el amor y la resistencia. Y sobre esto, entre otras cosas, es su primera novela «Cuando la revolución termine.»
Leila (leila_na) conversó via email con Global Voices, otra de sus grandes pasiones y donde también colabora, sobre su nueva novela, la literatura, las identidades, y sus recuerdos de otro Damasco.
Global Voices (GV): Para contar esta historia, ¿qué te permite la literatura que no te ofrecía el periodismo?
Leila Nachawati (LN): Llevo años escribiendo artículos y ensayos sobre Siria y oriente medio, y cuanto más pasaba el tiempo más me parecía que la región no se entiende, se interpreta en claves geostratégicas y religiosas/identitarias. Creo que una novela puede llegar a un público más amplio y hacer que la gente empatice con un contexto que consideran lejano y en realidad no lo es tanto. Las críticas de la novela hasta el momento han destacado el hecho de que la novela muestra cómo era Siria antes de 2011, cómo se vivía, qué se comía, cómo se divertía la gente… y luego qué reivindican a partir de las protestas de 2011, qué reclaman… y eso es importante porque acerca y facilita la empatía, algo que no siempre se da con análisis y coberturas de medios de comunicación de masas.
LN: Leemos a diario historias en las que los protagonistas son los que destruyen (ya sea Asad o ISIS /Daesh, y escuchamos poco a los que resisten, a los que construyen y reconstruyen en un contexto cada vez más difícil. Mi novela es un homenaje a esa gente anónima que día a día vive, se enamora, resiste y lucha por su país, por una sociedad mejor aunque todos los vientos soplen en contra.
LN: Creo que quienes vivimos a caballo entre dos culturas tenemos esa doble visión que nos permite ser una especie de puente, de traductores de entornos distintos que en realidad tienen mucho en común. La «distancia media» de la que hablaba Aristóteles.
LN: Damasco para mí es ruido de tornos, de obras sin acabar, de bocinas de coche en el tráfico en hora punta, de olor a arguile de dos manzanas, de cebolla friéndose en mantequilla, de naranjas y jazmín. De sonrisas y miradas cómplices, de silencios que hablan más que cualquier grito, de susurros, de deseo reprimido de cambio.
LN: Global Voices marcó un antes y un después en mi vida, me permitió conocer a toda una generación de activistas que me abrió los ojos a unas luchas y deseos de cambio, de justicia social, que parte de lo local y a la vez es muy global, basada en unas redes de solidaridad muy fuertes y unos vínculos que se crean más allá de las diferencias culturales. En la novela, Global Voices marca un punto de inflexión en la trayectoria de la protagonista, que dice: «Antes de 2011, en todos mis viajes a Siria, no había conocido a un solo activista. Conocería a muchos a partir de entonces»
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