Cuando Diana D'Agostino, la esposa del jefe de la Asamblea Nacional venezolana describió con dureza la apariencia de las venezolanas seguidoras del chavismo, probablemente no esperó algunas de las respuestas que vinieron, más allá de la posición política. Las declaraciones fuero una respuesta a críticas por aparecer en la portada de una revista de celebridades. D'Agostino sostuvo que sus detractores eran del lado chavista del gobierno y respondió:
El gobierno está mal acostumbrado a que sus mujeres estén mal arregladas, estén sucias, anden sin maquillaje […] Las venezolanas no somos así.
Las respuestas no se dejaron esperar. Un video del extracto de la entrevista se hizo viral, y los comentarios en internet abrieron las puertas al debate. Dentro de los comentarios, lo político se dejó de lado y se abrió la reflexión sobre las expectativas que se tienen en cuanto a la apariencia de las mujeres, una de las opresiones más fuertes en la sociedad venezolana.
A Venezuela se le conoce por su fanatismo por la cirugía estética y los certámenes de belleza. El país destaca en las estadísticas como el territorio con más cirugías per cápita y también figura entre los cuatro países de la región con más casos conocidos de desórdenes alimenticios. El fantasma de 13 coronas del Miss Universe, el concurso de belleza internacional más seguido en el país, pesa sobre los ideales estéticos de las jóvenes.
Por ello las declaraciones de D'Agostino levantaron no solamente críticas, sino también las preocupaciones de parte autoras en línea que dieron testimonios sobre las dificultades que se viven en entornos en los que los valores de la belleza mediatizada chocan con el bienestar de las mujeres, jóvenes y adultas.
Desde el sitio Onda Feminista, Mariana González destaca los puntos fuertes tras las declaraciones de D'Agostino:
“Las mujeres venezolanas no somos así.” ¿Y entonces que son las venezolanas que tienen prioridades más importantes que maquillarse? ¿Cuya vida no gira entorno a su apariencia? ¿Extraterrestres? […] Si una representante gubernamental anda arreglada o en pijama, maquillada o con cara de recién levantada, es completamente irrelevante. Su trabajo no es andar modelando. […] Además de horriblemente misógino, este comentario es desatinado, absurdo y complemente desconectado de la realidad.
El debate impulsó también a bloggers como la artista Yole Quintero a dar su testimonio. En su post titulado Para Diana D'Agostino, Quintero comparte anécdotas de su adolescencia, la lucha por la aceptación, los problemas con el entorno, las exigencias sociales y la cirugía plástica:
…yo no crecí intentando ser inteligente, yo crecí intentando ser bonita. Tanto era, que me la daba de bruta para que no me rechazaran, que me hacía la gafa, la boba. Supongo que es más fácil esconder la inteligencia que la fealdad. De esta época no tengo muchas fotos, justamente porque no me gustaba verme.
Y continúa:
Hace 7 años más o menos, me hice la única operación que me he hecho en toda mi vida […] Intercambié parte de mi cara por sentirme bien conmigo misma cuando me viese en el espejo. Era estético, mis miedos eran estéticos. Y me dolía muchísimo pensar que si hubiese nacido bonita, me hubiese ahorrado tiempo, dinero y sufrimiento.
Aglaia Berlutti, en una de sus Crónicas de la feminista defectuosa hace hincapié sobre la presión que se vive de manera particular dentro de la sociedad venezolana:
Nadie que no sea venezolano comprende muy bien esa presión invisible que llevamos a todas partes como un peso real. Es complicado explicar a alguien que no creció siendo estigmatizado y menospreciado por su aspecto físico cómo es vivir en un país donde la belleza se exige, en donde ser «bello» —lo que sea que eso pueda significar— es un elemento necesario e incluso imprescindible para el triunfo social.
Berlutti señala también lo complejo de los valores de la belleza en la identidad:
Y no se trata solo de la cultura de la apariencia, conocida y bien difundida alrededor del mundo gracias a los medios de una época egocéntrica e infantil, sino de algo más complejo, turbio y doloroso. Porque en Venezuela la belleza es un síntoma de algo más duro de sobrellevar. De una percepción sobre la identidad que aniquila la individualidad. Como si lo estético fuera una meta, un proceso y un triunfo que pocos pueden alcanzar y que define en todo extremo posible, la forma como Venezuela se entiende a sí misma. O mejor dicho, la forma como menosprecia la diferencia.
Finalmente, no pudieron faltar las reacciones con humor. El Chigüire Bipolar, popular sitio humorístico de noticias destacó el contexto de la crisis venezolana, en la que el desabastecimiento ha creado una crisis alimentaria y de salud:
La abogada y esposa del presidente de la Asamblea Nacional (AN), Diana D’Agostino, solicitó el día de hoy en rueda de prensa a la comunidad internacional ayuda humanitaria de maquillaje y secadores de pelo.