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Los refugiados en el campo de Katsikas viven en el limbo

Categorías: Europa Occidental, Medio Oriente y Norte de África, Grecia, Siria, Turquía, Derechos humanos, Guerra y conflicto, Medios ciudadanos, Migración e inmigración, Refugiados, Relaciones internacionales, Respuesta humanitaria, The Bridge
A partly cloudy afternoon over Katsikas camp. Photo by Cristina del Campo Martín. Used with permission.

Una tarde parcialmente nublada en el campo de Katsikas. Foto: Cristina del Campo Martín. Usada con permiso.

Sentado en el piso de su carpa con un brazo sobre el catre militar, Mohanad, pensativo, le da una larga pitada a su cigarrillo. “No nos fuimos porque queríamos. Teníamos casas, trabajos, autos”.

En su sonrisa mordaz hay meses de amargura y frustración. “Y ahora solo espero. Puede llevar meses, o años de mi vida. No lo sé».

“Esto no es vivir, es solo sobrevivir”.

A principios de marzo, con la esperanza de encontrar un lugar seguro para empezar una familia, Mohanad dejó su hogar cerca de la ciudad siria de Homs y, como cientos de miles antes que él, comenzó el camino a través de Turquía, el Mediterráneo y la isla de Lesbos hacia Grecia continental. Hoy es una de las 800 personas que viven en el campo de Katsikas, un campo de refugiados administrado por los militares a seis kilómetros de la ciudad de Ioánina al noroeste de Grecia y uno de los 40 campos [1] que se formaron a lo largo del país desde el invierno pasado.

Al llegar a Katsikas a mediados de abril, quedé impactado por el contraste del paisaje: pintorescas montañas de picos nevados dominaban el horizonte con sus laderas verdes escalonadas en el fondo, mientras que el campo era un río sucio de piedras puntiagudas y filas y filas de carpas triangulares idénticas.

Cada una de estas grandes carpas tiene una combinación de letra y número y las filas y las secciones coinciden con comunidades lingüísticas y étnicas: palestino-sirios, kurdos iraquíes, yazidíes, afganos, etc. El clima de la región es cambiante e intenso y alterna entre el cielo claro y celeste con un sol abrasador y la lluvia incesante que puede durar dos o más días seguidos.

Clothing hangs out to dry between tents in row A. Katsikas, northern Greece. Photo by author.

Ropa colgada entre las carpas de la línea A, Katsikas, norte de Grecia. Foto del autor.

Cuando en marzo María Peñalosa llegó a Katsikas para seguir con su trabajo voluntario en Grecia, pensó que ayudaría a distribuir leche, pañales y otros artículos de primera necesidad en el nuevo campo. “Eramos siete en un campo de 1200 refugiados cuando llegué», recuerda, «estábamos helados y no había absolutamente nada en el campo salvo las carpas sin piso. La gente no tenía zapatos, ni medias, ni ropa adecuada, era una situación desesperante”.

Después de unas primeras semanas especialmente agitadas, se fue conformando una red de apoyo. Unas pocas ONG llegaron a Katsikas, junto con un creciente número de voluntarios y mayores donaciones de alimentos, ropa y otras provisiones de primera necesidad provenientes de Europa. Con excepción de un pequeño número de estables como María, la lista de voluntarios fluctúa, generalmente llegando a unos cuarenta.

Con creatividad y tenacidad los voluntarios de Katsikas lograron mejorar las condiciones de vida diarias de los que viven en el campo. Organizaron un sistema equitativo de distribución de ropa y provisiones, clases de idiomas y noches de películas, cocinan con dedicación para complementar las raciones militares apenas comestibles y poco nutritivas y han construido espacios comunales y duchas privadas para las mujeres entre otras iniciativas.

A pesar de todo el esfuerzo, las condiciones de vida en el campo son extremadamente pobres. Las carpas se inundan cuando llueve y son asfixiantes en los días de calor, los baños portátiles son anti-higiénicos, el sistema de drenaje es malo y se forman charcos de agua estancada que es un caldo de cultivo para los insectos. Faltan espacios comunitarios para las mujeres. Los niños, que conforman un tercio de la población del campo, son especialmente vulnerables a enfermedades y están siempre aburridos.

Children play on an improvised swing next to their tent in Katsikas. Photo by Cristina del Campo Martín. Used with permission.

Niños jugando en un columpio improvisado junto a sus carpas en  Katsikas. Foto: Cristina del Campo Martín. Usada con permiso.

Sin embargo, Katsikas está lejos de ser el peor de los campos militares en Grecia. Especialmente desde que la policía griega evacuó el enorme e improvisado campo de refugiados de Idomeni [2] a fines de mayo y llevó a los miles de refugiados que vivían allí hacia nuevos campos oficiales, se han escuchado informes sobre las condiciones de extrema pobreza [3] en muchos de los campos de la parte continental.

Otra tarde en la carpa, Mohanad menciona el breve intercambio que tuvo por Whatsapp con un conocido que está actualmente en un centro de detención en la isla de Quíos.

“Supongo que fui uno de los afortunados”.

Se refiere a que el día de su llegada a Grecia, el 19 de marzo, fue el día anterior a la firma del acuerdo entre Europa y Turquía [4] y los lugares donde se los registraba en las islas griegas lejos de la costa turca se transformaron en centros de detención.

Por supuesto, ninguna de las vagas promesas o de las propuestas ridículamente complicadas [5] del acuerdo se iban a hacer realidad, entre otras razones porque muchas de las medidas sugeridas violan las leyes internacionales de derechos humanos y porque la idea de eximir en tres meses a los ciudadanos turcos de pedir visa para entrar a Europa nunca estuvo bajo consideración. El acuerdo fue una clara maniobra política para quitarles presión a los líderes europeos a los que se acusaba de no hacer nada para detener el flujo de refugiados de Turquía hacia Grecia.

An illustration by a refugee living at Katsikas camp shows the details of his journey to Greece. Photo by Andrew Huang, drawing by Kawa. Used with permission.

Dibujo de un refugiado en el campo de katsikas muestra los detalles de su viaje a Grecia. Foto de Andrew Huang, dibujo de Kawa. Usado con permiso.

Esta grosera maniobra política tiene graves consecuencias humanas. El concepto central del acuerdo coincide con la idea de la política inmigratoria en Europa: la disuasión. Hacerles la vida tan miserable a los que llegan que aquellos que todavía no viajaron se queden donde están. Si se les ofrece seguridad y condiciones de vida dignas, las compuertas se abrirán. Esa es una visión que evidencia una falta total de entendimiento de la gravedad de la situación en las zonas del conflicto y que abandona cualquier noción de derechos humanos o de una mínima compasión.

Durante las cinco semanas que fui voluntario en Katsikas, escuché relatos sobre las vidas en las ciudades que dejaron atrás, lugares de atrocidades increíbles y violencia brutal: Raqqa [6], Mosul [7], Sinjar [8], Palmira [9], Alepo [10]. Sin embargo, huir de los lugares más peligrosos del mundo se castiga con condiciones de vida miserables y un perpetuo y enloquecedor estado de limbo e incertidumbre: el mismo principio de disuasión en acción.

A fines de mayo, ACNUR anunció que colaboraría con el Servicio de Asilo Griego para comenzar el pre-registro [11] de refugiados en los campos continentales, un paso necesario en el largo proceso de pedido de asilo en Grecia o cualquier lugar de Europa. Para fines de junio, nadie en Katsikas había podido pre-registrarse, la última información es que esto empezaría a mediados de julio, pero ya nadie toma en serio las predicciones oficiales. En un proceso complicado que se mueve a paso de tortuga, los refugiados de Katsikas están todavía en la nada. Mientras tanto muchos cumplen su cuarto mes en el campo, el verano griego se intensifica y se los seguirá empujando más allá de todo límite. Para ellos y para otros 50 000 refugiados en Grecia, todavía no hay un final a la vista.

A refugee at Katsikas camp takes a throw-in in a game of football on a nearby field. Photo by author.

Un refugiado saca un lateral en un partido de fútbol en un espacio junto al campo de Katsikas. Foto tomada por el autor.