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Las mujeres luchan contra la violencia en la sociedad kirguisa, pero ¿cuántos hombres las ayudarán?

Categorías: Asia Central y Cáucaso, Kirguistán, Rusia, Ucrania, Libertad de expresión, Medios ciudadanos, Mujer y género
A Kyrgyz girl near the ancient heritage site Tash-Rabat. Wikipedia image.

Una niña kirguisa cerca del antiguo sitio patrimonial de Tash-Rabat. Imagen de Wikipedia.

Conozcan a Daniar Aitman, el improbable -entiéndase ‘masculino’- nodo de historias de Kirguistán publicadas con la etiqueta «No tengo miedo de hablar [1]» (#яНеБоюсьСказать), una campaña contra la discriminación de género y la violencia sexual que comenzó en Ucrania y se ha expandido a otras partes de la antigua Unión Soviética.

Quizás no sorprenda que Aitman, quien se describe como feminista, haya encabezado la rama kirguisa de esta campaña, luego de haber reunido por más de un año historias de mujeres víctimas de acoso y discriminación en su página de Facebook.

Dado el acoso generalizado hacia la mujer en el país centroasático y la abierta discriminación de muchas figuras públicas masculinas contra el sexo opuesto, hablar abiertamente implica un costo mayor para las mujeres que para los hombres, un hecho que el mismo Aitman reconoce de inmediato.

En una entrevista [2] con Open Asia Online, Aitman explicó la razón de su activismo feminista que ha provocado que algunos usuarios masculinos de Facebook lo acusen de trabajar como agente occidental encubierto, contratado para destruir los valores tradicionales de Kirguistán:

Это звучит ужасно, но я рад, что родился мужчиной. Женщина в Кыргызстане стоит дешевле скотa. За кобылу обычную нужно заплатить не меньше тысячи долларов. Кобылу sapiens можно запросто средь бела дня приволочь с улицы и запрячь ее пожизненно (или пока не надоест) в своем хозяйстве, задобрив сватов коробкой тошнотворных конфет, парой дрянных китайских рубашек и ящиком паленой водки… Ежегодно в Кыргызстане похищают тысячи женщин. По оценкам исследователей до трети молодых кыргызских матерей были украдены. Кого могут воспитать изнасилованные женщины, преданные своими семьями и обществом? Только следующее поколение дикарей, рабов и жертв.»

Suena horrible, pero estoy contento de haber nacido hombre. En Kirguistán a la mujer se la valora menos que al ganado. Por una yegua se paga por lo menos mil dólares. Una yegua sapiens [refiriéndose a una mujer] puede ser arrastrada de la calle, a plena luz del día, y ser explotada de por vida (o mientras sea útil) […] En Kirguistán, anualmente son secuestradas miles de mujeres para casarlas. De acuerdo con estimaciones de investigadores, la tercera parte de las madres jóvenes en Kirguistán fue secuestrada para tal propósito. Estas mujeres violadas, traicionadas por sus propias familias y su sociedad, ¿qué hijos van a criar? Sólo la próxima generación de salvajes, esclavos y víctimas.

Ubicado en el corazón de Asia Central, Kirguistán tiene una población de seis millones de personas, de las cuales más de la mitad son mujeres y muchos hombres en edad de trabajar van a laborar al extranjero.

Aparentemente, las mujeres han recorrido un largo trecho durante los 25 años de independencia, plagados de agitación política.

Como resultado de la vergüenza por jactarse de tener en el 2005 uno de los pocos parlamentos en el mundo integrados únicamente por hombres, se implementó una cuota de género, la cual estipulaba que, al menos, una quinta parte de los asientos en la legislatura debía ser ocupada por mujeres.

Y en el 2010, luego de la segunda revolución del país, Kirguistán se convirtió en el primer país de Asia Central en tener una presidenta, la diplomática políglota Roza Otunbayeva.

Pero desde una remuneración desigual, hasta la generalizada violencia doméstica, pasando por los secuestros con fines matrimoniales, hay muchos retos en cuestión de género en el país que rara vez son discutidos, por no decir mencionados.

Los artículos de Aitman en Facebook -compartidos cientos, a veces miles de veces- han contribuido a llenar ese vacío.

Antes de la campaña «No tengo miedo de hablar», iniciada a principios de este mes y atribuida a la activista ucraniana Anastasiya Melynchenko, los artículos solían ser, en su mayoría, testimonios de mujeres que se habían puesto en contacto con Aitman de manera privada y pedían mantener el anonimato.

Ahora, en el espíritu de la campaña de Melynchenko, muchos de los artículos no son testimonios anónimos.

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Testimonio de Elina Turalyeva: Te cazan, sin importar que vistas una mini o maxifalda, solo por pertenecer al sexo débil y estar en un lugar solitario, donde no hay testigos.
En sexto grado, una compañera y yo íbamos de la escuela a casa. Nos seguía un hombre sospechoso, quien comenzó a gritar: «muchacha, ¿podemos conocernos?»
Oye, teníamos 12 años, ¿cómo podemos «conocer» a un hombre de aproximadamente 30? Comenzamos a correr por el área donde vivíamos.
Tomé de la mano a mi amiga y fuimos a una tienda local. Cerramos la puerta y miramos por la ventana. El hombre se quedó parado y aguardaba en las cercanías.
No te puedes imaginar el miedo que te embarga cuando tienes miedo de continuar por el camino y te encuentras a solo 120 metros de tu casa.
Esperé a que se fuera, pero no lo hizo. La comerciante de la tienda comenzó a gritarnos.
Le dije [porqué cerramos la puerta], pero no le importó. Luego de unos 10 minutos decidimos irnos y correr a casa, pero volvió a seguirnos. Mi amiga y yo nos separamos y nos fuimos a nuestros hogares.
Cuando finalmente llegué a casa, eché el cerrojo y observé por la mirilla, para asegurarme de que este bastardo no siguiera acechando. Llamé a mi amiga para asegurarme de que estuviera bien.
Luego de lo ocurrido, el camino de la escuela a la casa era terrorífico, sabiendo que ni siquiera la presencia de una mezquita en tu vecindario avergonzaría a estos bastardos hambrientos.

El activismo de Aitman -escribiendo sus propios pensamientos sobre el patriarcado en Kirguistán y haciendo eco de las historias de mujeres que han recibido abuso-  ha suscitado abundantes elogios y críticas.

Un artículo que escribió en su blog consiguió respuestas coléricas [3] de comentaristas kirguisos en su muro o en la sección de comentarios de artículos escritos por él:

Эй, блогер.. что ты будешь делать с девками, продающими себя на улицах и в саунах, как ты их с улицы уберешь, если сам под каблуком ходишь? Эй, кыргызские джигиты, если надо, берите по две, по две берите! Пусть лучше в хозяйстве будут работать, чем на улице себя продавать!

Oye, bloguero…¿que harás respecto a las muchachas que se venden en los saunas y en las calles? ¿cómo las sacarás de las calles cuando tú mismo vives bajo sus tacones? Kirguisos, si necesitan, ¡tomen dos [mujeres]! ¡Mejor que trabajen de amas de casa a que se vendan en las calles!

No tiene sentido reducir a todos los kirguisos, hombres o mujeres, a ninguna categoría en particular.

Muchas familias kirguisas -incluidas las de áreas rurales, donde el secuestro con fines de casamiento está más difundido- son dechados de amor y respeto.

Pero el predominio del patriarcado vuelve particularmente importante que tanto hombres como mujeres se sumen al llamado para terminar con el sexismo sistemático y la violencia sexual en la vida cotidiana.

Un lector escribió debajo de uno de los artículos de Aitman:

“….В нашей стране много традиций и обычаев, которые граничат с идиотизмом, но остались еще интеллигенты, которые знают ценность женщины и любви, и я надеюсь Ваша пропаганда ценностей и уважения даст плоды и повлияет на нашу мужскую молодежь и вложит понятия любви к женщинам….»

En nuestro país hay muchas tradiciones rayanas en la estupidez, pero aún hay personas inteligentes, que conocen el valor de las mujeres y del amor, y espero que tu difusión de estos valores y respeto [hacia las mujeres] contribuirá a influir en nuestros jóvenes e infundir esta comprensión del amor hacia las mujeres.

Pero en una columna para la revista StylishKG reposteada [4] en su muro de Facebook, el diplomático y académico kirguiso Jomart Ormonbekov reflexionó sobre cómo la campaña «No tengo miedo de hablar» no se ha traducido en otros ejemplos de activismo feminista por parte de hombres del tipo que Aitman representa:

Как обычно у нас это бывает еще одна нужная инициатива скатилась до чисто биологического противоборства между полами. Пока ‪#‎ЯНеБоюсьСказать‬ набирает обороты, в сети женские голоса возмущены молчанием мужских. Возмущение понять можно. О таких вещах говорить вслух в нашем двуличном обществе, как минимум, неприлично, а сказать громко и о себе требует мужества, долгих терзаний и, возможно, поздних сожалений. Поэтому от мужчин ждут, даже и не действий, а хотя бы слов сочувствия и сожаления, но в ответ лишь тишина, или жалкие попытки пошутить.

Мужское молчание не связано с тем, что нам все равно. Мы жадно читаем каждый пост, каждую историю. И нам стыдно. Стыдно, что не смогли предотвратить. Стыдно, что бессильны. Стыдно, что причинили боль. Мы читаем каждое слово, и мы узнаем себя, или брата, или друга. И нам еще больше стыдно, потому что мы боимся сказать.

Como es habitual, otra indispensable iniciativa ha derivado en un enfrentamiento puramente biológico entre los sexos. Mientras que «No tengo miedo de hablar» adquiere relieve, las voces de las mujeres en línea se indignan ante el silencio de sus contrapartes masculinas. La indignación es comprensible.

En nuestra sociedad polarizada se considera indecente hablar abiertamente. Hablar en voz alta y acerca de tu propia experiencia requiere coraje, conlleva dolor y puede provocar que te arrepientas depués. Por tal motivo, los hombres deberían mostrar solidaridad [con las mujeres que hablan en voz alta], simpatía y arrepentimiento, pero hasta ahora solo ha habido silencio y débiles intentos humorísticos.

Este silencio de los hombres no se relaciona con la indiferencia. Leemos ávidamente cada artículo, cada historia [de la campaña]. Y estamos avergonzados. Avergonzados porque no pudimos prevenir [la violencia]. Avergonzados de nuestra impotencia. Avergonzados porque causamos daño. Leemos cada palabra y nos reconocemos, o a un hermano, o a un amigo. Y estamos más avergonzados porque tenemos miedo de hablar.