Daraya, símbolo de la revolución no violenta y la autodeterminación, cae en manos del régimen sirio

«Las manifestaciones pacíficas de Daraya fueron sometidas a una violenta represión. Las flores fueron recibidas con balas, los manifestantes fueron rodeados y detenidos en masa». FOTO: Protestas no violentas con manifestantes llevando rosas en Baniyas, 6 de mayo del 2011. FOTO: Syrian Freedom (CC BY 2.0).

Por Leila Al Shami

Cuatro años después de su liberación, la ciudad de Daraya, prominentemente agrícola y situada estratégicamente cerca de la capital siria, Damasco, ha caído en manos del régimen. Se alcanzó un acuerdo para evacuar a entre 4 mil y 8 mil civiles que aún seguían allí, de una población original de 300 mil antes del levantamiento popular.

Los residentes de Daraya que están siendo evacuados saben que quizás nunca vuelvan a sus hogares. Han circulado fotos en los medios sociales de vecinos reuniéndose en las tumbas de sus seres queridos para despedirse. Abunda el miedo a que exista un plan para limpiar permanentemente los baluartes de la oposición y, en acuerdos de evacuación previos – incluso aquellos llevados a cabo bajo el auspicio de la ONU – fueron muchos los detenidos por el régimen, y no se les ha vuelto a ver.

La última despedida a los cementerios en Daraya antes de dejar la ciudad con los buses verdes, los «buses del pesimismo»

Pero los residentes de Daraya están desesperados. Hace pocos días un grupo de mujeres publicó una carta abierta al mundo. Describían las espantosas condiciones en la ciudad. El asedio impuesto por el régimen, continuado durante 1.368 días, había bloqueado la entrada de alimentos y suministros médicos. La gente se moría de hambre. Describían los ataques diarios del régimen, con más de 9 mil barriles explosivos lanzados sobre la ciudad, así como el gas venenoso prohibido internacionalmente, y el napalm. El hospital había sido bombardeado, quedando fuera de servicio. Las tierras agrícolas, la única fuente de alimento, habían sido deliberadamente quemadas y destrozadas. Las mujeres pedían a la comunidad internacional que actuase para poner fin a la violencia y levantar el asedio. Esta carta seguía a meses de protestas organizadas por mujeres y niños haciendo las mismas demandas. El primer y único convoy que llegó a entrar a la ciudad lo hizo en junio del 2016. Contenía medicamentos, mosquiteras y leche infantil, pero nada de comida. «No podemos tomar medicamentos con el estómago vacío», decía una pancarta en una protesta poco después.

Los que abandonan Daraya lo hacen como héroes. Daraya es una ciudad icono para los revolucionarios sirios. Ha sido un centro para el desarrollo de la idea y la práctica de la resistencia no violenta y ha inspirado la desobediencia civil por todo el país. Y a pesar de la terrible represión infligida sobre la ciudad, tuvo un éxito notable en la práctica de la auto-organización local y autónoma. La activista revolucionaria Razan Zeitouneh, que fue secuestrada en el 2013, dijo «Daraya era una estrella antes de la revolución, y una estrella durante. Lo que los hombres y mujeres jóvenes de la ciudad construyeron supuso un esfuerzo inmenso y resultó en un pequeño modelo ejemplar para el futuro de Siria, la Siria con la que soñamos. El activismo en la ciudad nunca dejó de sorprenderme ni un segundo… En Daraya, los letreros llamando a la coexistencia seguían alzándose incluso cuando el país entero caía en la desesperación después de cada nueva masacre».

«Daraya es una ciudad icono para los revolucionarios sirios. Ha sido un centro para el desarrollo de la idea y la práctica e la resistencia no violenta y ha inspirado la desobediencia civil por todo el país. Y a pesar de la terrible represión infligida sobre la ciudad, ha tenido un éxito notable en la práctica de la auto-organización local y autónoma»

En el 2011, cuando comenzó el levantamiento, surgió rápidamente un comité de coordinación local para organizar las protestas contra el régimen. El comité enfatizaba la importancia de la lucha no violenta y repartía panfletos llamando por una Siria democrática y por la igualdad entre todos los grupos religiosos y étnicos. Mientras sonaban las campanas de la iglesia en solidaridad, los manifestantes marchaban llevando flores y ofreciendo botellas de agua a las fuerzas de seguridad enviadas a dispararles. ‘El ejército y el pueblo son uno’, cantaban.

Uno de los que participaron en el comité de coordinación local fue un sastre de 26 años llamado Ghiath Matar. Se ganó el apodo de «Pequeño Ghandi» por su compromiso con la resistencia pacífica. Ghiath fue arrestado por las fuerzas de seguridad el 6 de setiembre del 2011. Pocos días después, su cadáver mutilado fue devuelto a su familia y a su mujer embarazada. En una de sus últimas publicaciones en Facebook, Ghiath dice: “Elegimos la no violencia no por cobardía o debilidad, sino por convicción moral; no queremos alcanzar la victoria habiendo destrozado el país».

Los principios de la resistencia no violenta que influyeron a la juventud de Daraya tenían historia en la ciudad. De manera inusual para ser Siria, un estado policial que reprime la organización independiente despiadadamente, un grupo de hombres y mujeres jóvenes de entre 15 y 25 años fundaron el Grupo Juvenil de Daraya en 1998. Habían estado estudiando el Corán con el académico religioso Abdul Akram Al Saqqa. Al Saqqa promovía la libertad social y política y animaba a sus estudiantes a pensar libremente. Por sus ideas liberales despertaba la controversia entre la ulema siria (autoridades religiosas). Llamaba a las mujeres a elegir a sus propios maridos y defendía que la educación de las mujeres era más importante que si llevaban o no el velo. Dio a conocer a sus estudiantes el trabajo de Jawdat Said, académico islámico que promovía las ideas y la práctica de la no violencia a través de la tradición coránica, así como de las enseñanzas de Ghandi y Martin Luther King.

El trabajo de Al Saqqa atrajo la atención de las autoridades y fue encarcelado en el 2003 y de nuevo el 2011, pero bajo su mentoría, el Grupo Juvenil de Daraya organizó acciones como la limpieza de las calles de su ciudad, el boicot a los productos estadounidenses, y arriesgadas campañas contra los sobornos y la corrupción. En el 2002 se manifestaron contra la invasión israelí del campo de refugiados de Yenín y en el 2003 organizaron manifestaciones sin permiso gubernamental contra la invasión estadounidense de Irak. Esta actividad acabó con el arresto de 24 miembros del grupo. Unos pocos fueron liberados algo después, pero la mayoría fueron sentenciados a entre tres y cuatro años de prisión.

Las protestas pacíficas fueron sometidas a una violenta represión. Las flores fueron recibidas con balas, y los manifestantes rodeados y detenidos en masa. En agosto del 2012, tras un intenso bombardeo, las tropas del ejército sirio atacaron la ciudad y cometieron una de las peores masacres a manos del régimen. Unos 400 hombres, mujeres y niños perdieron la vida asesinados a bocajarro. A los que intentaron escapar se les dio caza y les dispararon. Los cuerpos de los muertos yacían como basura en las calles o eran lanzados a fosas comunes.

En una escena que sería infinitamente repetida , algunos comentaristas occidentales buscaron exonerar al régimen de todo mal. El famoso periodista Robert Fisk visitó Daraya poco después de la masacre, rodeado de tropas del régimen. Informó que la situación fue resultado de la toma de rehenes por parte del Ejército Libre y que el intercambio de prisioneros acabó mal, citando fuentes que decían que las víctimas eran familiares de empleados del gobierno. El comité de coordinación local de Daraya condenó duramente el relato de Fisk. Nunca habían oído hablar de un intercambio de prisioneros, cuestionaron si los entrevistados habían podido hablar libremente sobre la verdad ante la presencia de soldados del régimen, y criticaron a Fisk por no reunirse con los activistas de la oposición. Mientras tanto, el reportero de guerra estadounidense Janine Di Giovani también entró en Daraya —sin la ayuda del régimen— pocos días después de la masacre, y ofreció un relato desgarrador en su excelente libro ‘The Morning They Came for Us’.

«A pesar de los enormes desafíos, el consejo local tuvo éxitos excepcionales. Estableció numerosas oficinas para proveer de servicios a los civiles, incluyendo servicio de medios de comunicación, servicios legales y de relaciones públicas (mantienen una excelente página web). La oficina de socorro hace funcionar una cocina de sopas que comenzó a proveer de tres comidas al día, aunque esta frecuencia se redujo debido al asedio. El consejo intentó también desarrollar el autoabastecimiento, cosechando alubias, espinacas y trigo»

Daraya fue liberada por rebeldes locales en noviembre del 2012. Cuando el estado se retiró, los residentes establecieron el Consejo Local para dirigir los asuntos de la ciudad. Uno de los implicados fue el anarquista Omar Aziz, que animaba a los sirios revolucionarios a organizar sus comunidades de forma independiente del estado assadista, y a trabajar por el desarrollo de la revolución social.

A pesar de los enormes desafíos, el consejo local ha tenido éxitos excepcionales. Ha establecido numerosas oficinas para proveer de servicios a los civiles, incluyendo servicios de medios de comunicación, legales y de relaciones públicas (mantienen una excelente página web). La oficina de socorro hace funcionar una cocina de sopas que comenzó a ofrecer tres comidas al día, aunque esta frecuencia se redujo debido al asedio. El consejo intentó también desarrollar el autoabastecimiento, cosechando alubias, espinacas y trigo. Una oficina médica supervisa el hospital de campo que atiende a los enfermos y heridos. Una oficina de servicios es responsable de abrir carreteras alternativas cuando las principales son inaccesibles debido a los bombardeos y al colapso de edificios.

El consejo local también tuvo como objetivo unificar los esfuerzos civiles y militares. Daraya es una de las pocas comunidades en las que la brigada del Ejército Libre es parte de la estructura organizativa del consejo y está sujeta al control administrativo civil. Las mujeres revolucionarias fundaron la revista Enab Baladi para debatir sobre los sucesos que ocurren en su comunidad y de manera más amplia en Siria, y promover la desobediencia civil. Los activistas construyeron una biblioteca subterránea para que los residentes pudiesen continuar con su educación.

El pueblo de Daraya ha pagado un alto precio por su sueño de libertad. Durante cuatro años han defendido su autonomía del estado assadista y han continuado a pesar del bombardeo, a pesar del asedio del hambre. Su lucha continuará siendo recordada y honrada por los revolucionarios sirios por todo el mundo.

Leila Al Shami es británica-siria y ha participado en las luchas por los derechos humanos y la justicia social en Siria y otros lugares de Oriente Medio desde el año 2000. Es co-autora de “Burning Country: Syrians in Revolution and War” junto con Robin Yassin-Kassab, y colaboradora en “Khiyana-Daesh, the Left and the Unmaking of the Syrian Revolution”. Una versión de esta historia fue publicada originalmente en su blog.

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