El Senado brasileño votó abrumadoramente para destituir a Dilma Rousseff de su cargo el 31 de agosto después de un proceso de destitución que duró un año y que paralizó al país más grande de Sudámerica, exponiendo profundas divisiones entre su sociedad. Rousseff será reemplazada en lo que queda de su mandato por Michel Temer, su antiguo compañero de postulación que ayudó a liderar la campaña para destituirla.
Las protestas contra la destitución de Rousseff se llevaron a cabo los últimos días de agosto y los primeros de setiembre en varias ciudades brasileñas. São Paulo tuvo protestas diarias desde el lunes 29 de agosto, y todas fueron reprimidas violentamente por la policía, que usó granadas de concusión, gas lacrimógeno y balas de goma contra los manifestantes. El miércoles 31, el día en que se determinó la destitución y cuando se realizó la protesta mayor, la universitaria Débora Fabri fue golpeada en la cara por la metralla de una bomba y pasó la noche en un hospital local. Después, escribió en su página de Facebook que había quedado ciega del ojo izquierdo.
A Rousseff se la halló culpable de manipular el presupuesto federal para ocultar una creciente recesión. Durante su defensa, enfatizó su honestidad personal y que no estuvo involucrada con las formas de corrupción que han perjudicado la política del país por décadas. El 61% de los 81 senadores brasileños han sido condenados o investigados por corrupción.
Luego de prestar juramento, el nuevo presidente, Michel Temer, se drigiió a la nación en una transmisión televisada en la que pidió unidad nacional y rechazó a quienes califican al proceso de golpe de estado. Temer y sus partidarios en el legislativo han respaldado las reformas en los fondos de pensión de Brasil, así como los cambios a las relaciones labores y recortes en los gastos del gobierno que afectará en sistema público universal de salud de Brasil.
Rousseff fue elegida en 2014 con el 51% de los votos en una plataforma que prometía aumentar los programas sociales, aunque en 2015 dio marcha atrás de algunas de esas promesas, dando un giro a ajustes fiscales más moderados que en realidad recortarían beneficios de seguridad social.
Protestas
Los manifestantes se están movilizando contra lo que ven como una maniobra de un congreso empañado por la corrupción para destituir a una presidenta elegida democráticamente, para presionar reformas neoliberales, tener un mejor control del poder y detener las investigaciones sobre Lava Jato por corrupción que los comprometen.
Aunque las movimientos sociales que están conectados históricamente con el Partido de los Trabajadores de Rousseff –como la Central Única de los Trabajadores (CUT) y el Movimiento de los Sin Tierra (MST)– han apoyado las manifestaciones, la mayoría de los involucrados no necesariametne están pidiendo el regreso de Rousseff. En cambio, están pidiendo nuevas elecciones generales. Los reporteros de Global Voices que presenciaron las protestas en São Paulo notaron una presencia menor de banderas y carteles del Partido de los Trabajadores en las manifestaciones de la semana de la destitución, que se organizaron a través de los medios sociales. La mayoría de los asistentes parecen tener menos de 25 años de edad.
Las protestas empezaron en el Museo de Arte de São Paulo (MASP) en la avenida Paulista, una de las principales vías de la ciudad. La manifestantes están decidiendo en el momento a dónde marchar en la ciudad. El martes 30 y el miércoles 31 de agosto, los manifestantes trataron de caminar a las oficinas del periódico Folha de S. Paulo, que consideran que apoya la destitución de Rousseff. El jueves 1 de setiembre, decidieron marchar a la sede central del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), partido político del actual presidente Michel Temer. Cada día, la policía dispersa a los manifestantes antes de que lleguen a su destino, y el viernes 2, una manifestación organizada mayormente por movimientos feministas negros fue impedida totalmente de marchar.
Los manifestantes reaccionaron a los ataques de la policía construyendo barricadas a lo largo de las calles por donde querían marchar y en dos protestas, los manifestantes destrozaron algunas bancas. El miércoles, un auto de la policía que estaba estacionado en la zona de Largo do Arouche de São Paulo también quedó destrozado.
Durante esa misma semana, la policía detuvo temporalmente a varias personas, mientras otras, como la universitaria Débora Fabri, quedaron gravemente heridas. Según informes, la policía atacó a dos fotógrados el miércoles, aplastaron una de sus cámaras. Al día siguiente, otro fotógrafo, Fernando Fernandes, fue alcanzado en la boca por una bala de goma.
Un video del activista Caio Castor muestra a la polcía golpeando a los manifestantes en la avenida Nove de Julho el jueves, justo cuando la manifestación avanzaba hacia el centro de la ciudad.
Un editorial titulado «Los fascistas andan sueltos», publicado en Folha de S. Paulo, el mismo periódico de propiedad privada que se cree que está a favor de la destitución de Rousseff, encendió la indignación cuando acusó a algunos de los manifestantes de provocar a la policía y de dañar propiedad pública y privada. El artículo exigía que la policía dividiera a los manifestantes entre pacíficos y violentos y castigara a estos últimos como corresponde, y los llamó «delincuentes» y «fascistas».
A lo largo de la semana, cuando los manifestantes planeaban una protesta masiva programada para el domingo 4 en la avenida Paulista, el gobierno del estado emitió una nota prohibiendo que se lleve a cabo cualquier manifestación, pues la avenida será parte del recorrido de la antorcha para los Juegos Paralímpicos. Inicialmente, esto desencadenó indignación en los medios sociales también, pero luego de una reunión promovida por el alcalde de São Paulo, el gobernador decidió permitir a los manifestantes llevar a cabo su manifestación después del paso de la antorcha. En Facebook, más de 50,000 personas han confirmado su asistencia o mostraron interés en la marcha del domingo 4 de setiembre.