Este artículo ha sido escrito por Derechos Digitales junto con editores latinoamericanos y del proyecto Advox de Global Voices.
El derecho al anonimato se encuentra más amenazado que nunca [1].
Conforme aumentamos el tiempo que pasamos en Internet y la cantidad de nuestras interacciones con la tecnología digital, resulta cada vez más sencillo identificarnos y recabar información [2] sobre nuestras costumbres, preferencias, opiniones e incluso sobre nuestro físico.
Al mismo tiempo, el discurso que enfrenta la seguridad y el anonimato ha invadido el debate político convencional, vinculando insistentemente el anonimato y la criminalidad: se ha retratado como la forma de facilitar la delincuencia, el terrorismo, el tráfico de drogas, la pornografía infantil y otros crímenes sociales extremadamente graves. Y se han producido numerosos intentos legales de limitar el derecho a preservar nuestra identidad.
Paralelamente, los gobiernos adquieren cada vez con mayor frecuencia tecnologías capaces de espiar a los ciudadanos [3] y utilizan rutinariamente mecanismos de vigilancia que rebasan los derechos autorizados por las leyes constitucionales. Argumentan que estas actividades son necesarias para proteger la seguridad nacional.
El anonimato es extremadamente importante [4] porque garantiza derechos como la libertad de expresión, de reunión, de protesta social o la de buscar información y ayuda, entre otras.
El anonimato nos protege a todos. Cuando sufrimos una enfermedad crónica y deseamos buscar apoyo y consejo de otros afectados sin informar a nuestra familia, empleadores o aseguradoras, ya sea por motivos económicos o laborales, o simplemente porque nos sentimos avergonzados; cuando sufrimos acoso o violencia en el trabajo, la escuela, el barrio o incluso el hogar; cuando queremos informar de algo a la prensa o la policía, pero creemos que pueda ser peligroso; o cuando queremos exigir derechos, pero tememos las represalias. Hay muchas situaciones diarias en las que el anonimato puede ayudarnos a enmendar los desequilibrios y a ejercer nuestros derechos.
El anonimato nos defiende. Defendamos el anonimato [5].
Corre la voz en la Red con este vídeo de la ONG chilena Derechos Digitales: