«Ancho de banda limitado»: ¿dónde están los reportajes sobre Cachemira?

A soldier guards the roadside checkpoint outside Srinagar International Airport in Jammu and Kashmri, Jan 2009 PHOTO: Jrapczak - Own work, CC BY-SA 3.0.

Un soldado vigila el punto de control junto a la carretera en el exterior del Aeropuerto de Srinagar, en Jammu y Cachemira, enero del 2009. La última oleada de disturbios en la región empezó en julio. FOTO: Jrapczak – Own work, CC BY-SA 3.0.

A principios de agosto, una adolescente de origen estadounidense y cachemir escribió una carta abierta al primer ministro indio Narendra Modi, publicada en el Times of India:

«Señor Primer Ministro, veo las noticias de última hora; informan sobre el ataque en Niza, Francia, seguido del intento de golpe de estado en Turquía, junto con la noticia de las lluvias monzónicas en el sur de la India. ¿Pero dónde están las noticias sobre Cachemira? ¿Por eso nunca me enteré de lo que ocurría en mi ciudad natal durante todo ese tiempo, señor?».

Los comentarios del público sobre el artículo demuestran la magnitud de la desunión en la India a lo largo de la historia y el futuro de la inestable región de Cachemira, que se dividió entre la India y Pakistán cuando ambos se convirtieron en estados separados en 1947 —y cuyas fronteras han sido objeto de litigio desde entonces. El comentarista más destacado acusó a la chica de ser una «defensora del terror a la que le han lavado el cerebro», que no sabía nada sobre los conflictos étnicos de los 80 y los 90 entre los hindúes y musulmanes cachemires.

La oleada de protestas más reciente en Cachemira comenzó en julio, en respuesta al asesinato de Burhan Muzaffar Wani, comandante del grupo separatista cachemir Hizbul Mujahideen. Han muerto docenas de personas y han resultado heridos cientos, pero no parece que nadie se interese por Cachemira. Incluso el primer ministro indio tardó 32 días en atender los disturbios, por lo cual le criticaron los políticos del Partido del Congreso opositor.

En el Reino Unido conviven alrededor de medio millón de personas de origen cachemir, y aún así el asunto de Cachemira raramente aparece en los medios o en el parlamento, aparte de alguna que otra pregunta de un diputado cuyo electorado incluye a una gran población cachemira. Esto se debe, en parte, a la fragmentación de las lealtades y a las divisiones políticas en la comunidad cachemira del Reino Unido. Tal y como escribió hace poco Foreign Affairs:

«Aunque el JKLF [el Frente de Liberación de Jammu y Cachemira] fue una vez una organización importante, han surgido muchas otras en los últimos años, como el Partido Nacional Awami de Jammu y Cachemira (Jammu Kashmir National Awami Party), el Partido Nacional de los Pueblos de la Cachemira Unida (United Kashmir People’s National Party), el Partido del Pueblo Paquistaní, la Conferencia Musulmana y el Movimiento por la Justicia de Pakistán, entre muchos otros. Ahora supone un reto unir a todos o a la mayor parte de estos grupos en una sola plataforma. La mayoría de ellos permanecen desconectados de la política de base del valle de Cachemira».

Igualmente, la política nacional británica se encuentra desunida y preocupada por atender asuntos serios de ámbito nacional y regional. El historiador y diputado Kwasi Kwarteng, que escribió acerca de la historia colonial y poscolonial en su libro Ghosts of Empire, me contó que «si sabes algo de política británica, sabes que tenemos cero memoria de cualquier cosa que pasara hace más de diez años». El ambiente no es el adecuado para comprometerse seriamente en el asunto, cree Kwarteng, debido al breve ciclo de noticias, a los cambios recientes en los nombramientos ministeriales y a la combustión lenta del conflicto. Esto significa que «tiene que ocurrir algo extremo» para que la gente se dé cuenta.

Otro factor relevante que destacó Kwarteng fue la estrecha relación del Reino Unido con la India, habiendo visitado el diputado Modi el Reino Unido en noviembre del 2015; y los ministros del gobierno británico, la India. «Nuestra relación con la India es más estrecha de lo que lo ha sido en años», afirmó, debido a «la guerra contra el terror y el hecho de que Pakistán está a punto de ser un estado fallido».

En Twitter, el periodista indio Harinder Baweja resumió la naturaleza cínica del desinterés mundial en Chachemira:

Lo siento, Cachemira, el valle puede estar ardiendo, pero tú no tienes ni parias ni unas próximas elecciones. La verdad duele.

El analista de Inteligencia Stratfor señala que los ciclos electorales indios y paquistaníes, en realidad, han hecho difícil que los políticos hagan concesiones, ya que parte de su éxito electoral se debe a una posición radical e intransigente sobre Cachemira. Según Stratfor, el partido del diputado paquistaní Nawaz Sharif «ganó el 76 por ciento de los escaños en las elecciones estatales del 21 de julio en la Cachemira administrada por Pakistán mediante una postura firme contra la India».

De manera similar, al Partido Popular Indio (BJP), nacionalista hindú, le resulta fácil culpar a Pakistán de los disturbios en Cachemira, en vez de intentar abordar cualquiera de los problemas sociales subyacentes de la región, tales como el creciente desempleo y el persistente malestar ante el juicio y la ejecución del separatista Afzal Guru en el 2013 por la India. El BJP también ha propuesto revocar el artículo 370 de la Constitución, que garantiza el estatuto autónomo de Cachemira, y ha sugerido formar colonias de viviendas para los soldados indios en Cachemira.

Mientras tanto, si los políticos occidentales se preocupan por el resto del mundo, más bien da la impresión de que se aíslan a sí mismos de sus efectos. Shashank Joshi, un analista del RUSI (Instituto Real de Servicios Unidos), ha atribuido esto al «ancho de banda limitado» de Occidente:

—@shashj ¿Por qué crees que los medios se interesan tan poco por Cachemira?

—@jwsal Ancho de banda limitado. Aleppo y el terrorismo tienen prioridad. Hay muchos conflictos no denunciados. Birmania, Balichistán, Cachemira, etc.

Los grupos de expertos occidentales, como por ejemplo el Instituto Gatestone, creen que Cachemira debería formar parte del discurso occidental sobre terrorismo islámico. Vijeta Uniyal, que escribe para Gatestone, sostiene que unas multitudes violentas de islamistas están luchando por crear un estado islámico separatista, y la presencia militar de la India, más que una «ocupación», representa una guerra contra el terrorismo islámico. Llama a las pistolas de perdigones usadas por el ejército indio, y que han cegado a muchos manifestantes, «carabinas de aire comprimido», y critica al gobierno indio por no defender los derechos hindúes en Cachemira. Uniyal cree que, a menos que la India construya recintos fortificados y provea de armas a los civiles hindúes y sijes para revertir la limpieza étnica de no musulmanes en el valle de Cachemira, la región se convertirá en otro Estado Islámico.

Para los comentaristas partidarios de ambos lados, el compromiso parece una empresa imposible. Cachemira es como el niño de Salomón, excepto que a las dos posibles madres les parece bien cortarlo por la mitad. En ausencia de fuertes voces moderadas en ambos lados, es comprensible que a los gobiernos occidentales y a los medios Cachemira les parezca sólo otro dolor de cabeza que prefieran ignorar.

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