El derecho de los ciudadanos de hablar, expresar sus opiniones y vigilar al Gobierno es un aspecto inherente de cualquier cultura democrática. Sin embargo, los espacios de conversación van más allás de las tabernas y otras esferas físicas e incluyen espacios públicos en línea, que son mediados de manera digital. Mi patria, Nigeria, es una de las naciones africanas más activas en lo que respecta a conversaciones políticas en Twitter, seguida por Sudáfrica, Etiopía, Burundi y Egipto. Nuestra vibrante esfera digital, no obstante, está plagada de odio y discurso vil.
Una buena porción del discurso de odio en Nigeria es etnoreligioso. Con más de 250 grupos étnicos y 500 idiomas, el país posee una historia de conflicto que data al menos desde 1914, cuando Gran Bretaña unificó los territorios coloniales del sur y norte de Nigeria para formar un único estado. El conflicto entoreligioso continuó atormentando a la nación luego de que alcanzara la independencia en 1960; a pesar de que las leyes draconianas que reprimieron la libre expresión y asociación durante las décadas de la dictadura militar mantuvieron la situación relativamente bajo control.
Pero era una paz de cementerio. Los 28 años que duró la intervención militar de hecho agravaron la división étnica, ya que llevó la rivalidad al frente de la vida nacional. Todo se percibió desde el prisma: nosotros contra ellos.
«Los 28 años que duró la intervención militar de hecho agravaron la división étnica, ya que llevó la rivalidad al frente de la vida nacional. Todo se percibió desde el prisma: nosotros contra ellos».
Los nigerianos estuvieron, por lo tanto, esperanzados cuando regresó la democracia en 1999. Las tensiones étnicas que habían caracterizado a la política nacional -la anulación de las elecciones presidenciales el 12 de junio de 1993 por parte del general Ibrahim Babangida, y el intento truncado de autosucesión del difunto general Sani Abacha- aparentemente habían sido neutralizadas por la elección del presidente Olusegun Obasanjo. El ánimo nacional en esa época parecía ser la realización de alguna parte del antiguo himno nacional: «Aunque la tribu y la lengua sea distinta/en hermandad nos mantenemos firmes».
Lamentablemente, esta esperanza duró poco. El espectro de la rivalidad étnica resucitó con la creación de la Comisión para la Investigación de Violaciones de Derechos Humanos (Oputa Panel), donde cual diferentes etnias buscaron obtener justicia por los crímenes cometidos en su contra. Los macabros relatos que fluyeron de varias demandas demostraron que las antiguas heridas y el descontento reprimido permanecían latentes.
La política partidista en Nigeria no tiene una base ideológica. Un ansia de poder y saquear la caja registradora pública es el único factor que los une. Por consiguiente, los civiles que han ayudado al Ejército, a los soldados jubilados y a sus cómplices continúan dominando la política partidista. Esto obliga a que el problema del conflicto étnico sea aun más intrincado, pues quienes detentan el poder poseen intereses creados en mantener el statu quo.
El punto de inflexión para los medios sociales y su influencia en la política nigeriana se dio en las elecciones presidenciales de 2015. Los medios de comunicación digitales se impusieron como el nuevo canal predilecto para los partidos políticos que buscaran influenciar la opinión pública y captar votos. A pesar de que los medios sociales todavía no son un factor primordial para determinar los resultados de las elecciones o impulsar campañas electorales, casi la mitad de la población nigeriana -46,1% de la población de 170 millones- ahora tiene acceso a internet, y para el grupo demográfico de 18-35 años de edad, los medios sociales juegan un papel importante en influenciar las preferencias políticas.
«La influencia de «caciques» nigerianos en línea, que pueden influenciar las opiniones y acciones de sus cuantiosos seguidores con respecto a los temas de actualidad, ha convertido a los medios sociales en un amplificador muy efectivo del discurso de odio…»
Como cualquier herramienta de comunicación, internet puede ser el proveedor de lo bueno y lo feo. Se ha demostrado también que puede ser un tipo de «caja de resonancia», un espacio en donde las personas se conectan y asocian primordialmente con personas similares. La influencia de «caciques» nigerianos en línea, que pueden influenciar las opiniones y acciones de sus cuantiosos seguidores con respecto a los temas de actualidad, ha convertido a los medios sociales en un amplificador muy efectivo del discurso de odio, y la capacidad que tienen los usuarios de permanecer anónimos empeora la situación.
Durante el periodo electoral de 2015, el etnocentrismo prosperó en las redes sociales. Un estudio en el que participé, contiene un análisis de 250 tuits donde se utilizaba la etiqueta #Igbo, con la que se aludía al pueblo Igbo del sureste de Nigeria -uno de los tres grupos étnicos más importantes del país. [Revelación importante: soy igbo]. Las conclusiones fueron alarmantes. Descubrimos un predominio de tuits de índole despectiva y burlona, que culpaban a un grupo étnico por no votar por el presidente Muhammadu Buhari. Los resultados oficiales publicados por el juez electoral nacional reforzaron las conclusiones, pues demostraron que el sufragio en las elecciones de 2015 ocurrió por la línea étnica.
Nigeria no es el único país en el mundo donde las divisiones étnicas parecen profundizarse. Estados Unidos actualmente enfrenta la elección presidencial más decisiva en la historia del país, en la que uno de los candidatos ha transformado el odio en un arma para captar votos. El referéndum sobre Brexit del Reino Unido, en junio, presuntamente fue impulsado por la amargura de algunos británicos respecto a la inmigración. Y aquí en el continente africano, el odio etnocentrista fue clave en los conflictos violentos suscitados después de las elecciones de 2007 en Kenia, y que se propagó extensamente mediante la tecnología digital.
«…preservar el derecho a la libertad de expresión…se vuelve aún más importante dado el hecho que el espacio virtual en el continente africano se encuentra ya en riesgo debido a la interferencia del Gobierno…».
La esencia de la democracia participativa, no obstante, significa que preservar el derecho a la libertad de expresión en línea es indiscutible. Esto se vuelve aun más importante dado el hecho que el espacio virtual en el continente africano se encuentra ya en riesgo debido a la interferencia del Gobierno.
La detención de un bloguero a favor del Gobierno aquí en Nigeria; el ataque a los medios digitales en Etiopía; el encarcelamiento de disidentes en Gambia; el bloqueo en los medios sociales impuesto durante las recientes elecciones en Uganda; las estrategias de los gobiernos de Uganda y Nigeria para imponer controles más estrictos sobre los medios sociales: todos esos acontecimientos demuestran cuan lejos los estados están dispuestos a llegar con tal de suprimir la libre expresión en el espacio cibernético.
No podemos permitirnos el lujo de autoinmolarnos o entregar nuestros derechos a los halcones que buscan cualquier excusa para socavar el libre discurso, ya sea en línea o fuera de esta. No obstante, los nigerianos también necesitan protegerse contra la apropiación de la conversación pública por parte de las fuerzas que promueven la división.
Una solución práctica sería adoptar el informe de la Conferencia Nacional de 2014 (#NGConfab). Imperfecto como es, una de las recomendaciones que dio fue rotar el despacho presidencial entre el norte y el sur a través de las seis zonas geopolíticas del país (noreste, noroeste, centro norte, sureste, suroeste y sur sur). Una disposición como esta podría servir para detener el odio étnico y su inherente bilis en la conversación política -en línea y fuera de línea- en Nigeria.