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En esta tradicional confitería turca la hija se hace cargo

Categorías: Medio Oriente y Norte de África, Turquía, Medios ciudadanos, Mujer y género, Trabajo
Arzu walks into her grandfather's candy shop in Istabul. She'll break with tradition and will take it over one day. Credit: Christina Asquith/PRI

Arzu entra a la confitería de su abuelo en Estabul. Ella romperá con la tradición y se hará cargo del negocio. Crédito: Christina Asquith/PRI.

Este artículo de Nihal Kayali [1] originalmente apareció en PRI.org [2] el 24 de agosto del 2016. Es republicado aquí como parte de un acuerdo para compartir contenido.

Cuando se trata de hacer caramelos turcos la familia de Altan se adhiere a la tradición.

Desde 1865, la confitería de Altan Sekerleme ha servido delicias turcas hechas a mano y los caramelos duros Akide del mismo almacén ubicado en las calles adoquinadas del barrio Kucukpazar de Estambul. Inmersa en la vida comercial de siglos de la antigua capital otomana, el comercio de la familia se ha transmitido de padres a hijos por cuatro generaciones.

Pero esa tradición está a punto de cambiar. El actual gerente Hakan Altan tiene solo un descendiente: Arzu su hija de 27 años. Ella es una ingeniero matemática con una maestría en desarrollo de negocios — no el típico comerciante de la ciudad vieja.

En los viejos bazares y callejones de Estanbul los artesanos siguen comercializando sus productos como lo hicieron durante el Imperio Otomano cuando Estambul era un centro de la ruta de la seda. Hoy en día los comerciantes de las caravanas han dado paso a los turistas que ayudan a mantener la artesanía calificada frente a la producción de bienes en serie. Pero la persistencia de estos oficios históricos ha perpetuado una tradicion obstinada  — los hombres superan largamente a las mujeres en la vida comercial de la Ciudad vieja.

Arzu se ha enfrentado a las actitudes tradicionales hacia las mujeres vendedoras de la ciudad vieja. “La gente piensa que las mujeres tienen menos información que los hombres”, dice.

Los clientes no confían en su consejo. ¿Dónde está su padre? Cuando su padre venga le preguntaré dicen.

Turquía reacciona mal cuando se trata de poner mujeres en un lugar de trabajo. En el Informe global de la brecha de género 2015, Turquía ocupa el lugar 130 entre 145 países. Solo el 30 % de las mujeres turcas tiene un empleo remunerado según la Encuesta 2014 de población activa en el hogar [3] del Instituto de estadísticas de Turquía.

Pero las mujeres como Arzú están haciendo incursiones en los negocios en Turquía. Las mujeres poseen el 40 por ciento de pequeñas y medianas empresas en Turquía según la Corporación financiera internacional [4] del Banco Mundial. Entre las mujeres con títulos universitarios 72 por ciento son empleadas [3].

La mayoría de esas mujeres con títulos universitarios no trabajan en la Ciudad vieja. Arzú dice que los comerciantes de la Ciudad Vieja tienden a pensar que las mujeres no están «física ni mentalmente» listas para trabajar. Y mientras Arzú no tiene planes de trabajar en la cocina haciendo dulces ella cree que las mujeres son de gran valor como el cerebro detrás de las pequeñas empresas.

Ella dice “Las mujeres son más sensibles a los clientes, más sensibles al trabajo». Arzú condena a los hombres que son condescendientes con su trabajo en lugar de pensar en las necesidades de sus clientes. “Los hombres piensan de manera mas cruda, ‘Este es mi trabajo y lo hago’”.

Arzú ha tenido una educación enriquecedora — su familia la incentivó a seguir estudios de postgrado y a trabajar en otras compañías para ganar experiencia en los negocios. Dicen, más tarde, cuando sea el momento, ella puede volver a la confitería.

“Cuando vuelvo aquí siento que estoy en casa», dice Arzú.

Su abuelo Abdullah Altan, de 93 años, continúa yendo al negocio cada día a pesar de haberlo transferido a su hijo Hakan. Abdullah es parte del barrio en su silla de madera fuera de la tienda, los contenedores de caramelos akide brillan como joyas en la ventana detrás de él

“Dejé el colegio en 1935 y comencé a trabajar aquí con mi abuelo”, recuerda. Ha trabajado en Altan Sekerleme durante 70 años, solo con una interrupción de cuatro años — para completar su servicio militar obligatorio.

Para su hijo Hakan, el comercio de la familia Altan se entrelaza con la tradición otomana. Explica como los soldados otomanos de infantería, la élite de la armada imperial, hervían akide en grandes calderos de cobre y los entregaban al sultán cuando estaban satisfechos con sus salarios. 

Cuando los sueldos disminuían los soldados otomanos de infantería asaltaban el palacio con sus calderos vacíos. En turco, “levantar los calderos” significa rebelión.

Hakan no levanta los calderos contra la tradición. Literalmente la tienda ha estado usando los mismos calderos de cobre por mas de 80 años.

Pero a Hakan le preocupa el negocio de dulces tradicionales. Las ventas están en su máximo al final del Ramadan, cuando las familias entregan regalos de delicias turcas y akide a amigos y parientes. El se ha dado cuenta de que hay menos demanda que en el pasado.

“Fabricar caramelos es un arte turco pero no está claro como continuará, como costumbre, incluso la forma como la gente interactúa entre si — regalándose entre ellos, reuniéndose entre ellos — está declinando”, se preocupa Hakan.

Para no mencionar el estado general de la industria del turismo en Turquía. Con múltiples ataques terroristas dirigidos a turistas en Estambul este año, los visitantes a Turquía han disminuido en un tercio de acuerdo con el Ministerio de turismo [5]. El violento golpe de Estado de julio y la inestabilidad política que siguió podrían solo empeorar las cosas para los vendedores en la Ciudad vieja.

“Comparadas a los años pasados hay una seria disminución de las ventas, reconoce Hakan. “Pero vamos a estar bien, pasaremos esta fase”.

Tal vez la experiencia de gestión de Arzú será muy útil. Con una maestría en desarrollo de negocios, Arzú se siente lista para ayudar al avance del negocio. Menciona como uno de sus objetivos principales de negocios a una generación de clientes.

Dice que “Todo el mundo confía en que puedo hacerlo en la quinta generación”. «Esta es la primera generación de mujeres».

En cuanto a su abuelo Abdullah, ¡él no tiene problema en que sea una mujer quien se haga cargo!”

“Por cierto, por cierto, por cierto eso puede suceder. ¡Por cierto! ¿Por qué no?”

Nihal Kayali es un periodista en The Fuller Project for International Reporting.