Más mala que buena: la forma del gobierno holandés de plantear la tradición de Pedro el Negro

PHOTO: Michell Zappa (CC BY-SA 2.0 ) via mons.org/lic Wikimedia Commons

San Nicolás y su paje Pedro el Negro: el acto esencial y recurrente de cada año de un rostro maquillado de negro en los Países Bajos. FOTO: Michell Zappa (CC BY-SA 2.0 ) a través de Wikimedia Commons.

Cuando terminan las vacaciones de verano y los Países Bajos vuelven a la normalidad, hay dos cosas que los holandeses pueden dar por hechas: la aparición prematura en los supermercados de las pepernoten y letras de chocolate, y el dramático y recrudecido debate en torno a Black Pete, Pedro el Negro o “Zwarte Piet”, como dicen en holandés.

Ambas están relacionadas con la celebración el 5 de diciembre de la festividad de san Nicolás, el equivalente noreuropeo de Papá Noel, al que David Sedaris describe en su humorística descripción de las fiestas como un personaje ridículamente delgado y vestido no muy distinto de como iría el Papa. Global Voices publicó anteriormente un artículo sobre esta tradición.

A Pedro el Negro se le conoce como el paje que acompaña a san Nicolás en su viaje en barco desde España llevando regalos y dulces a los niños que se han portado bien. Los que no han sido buenos se arriesgan a volver a España con ellos, o lo que es aún peor, a no recibir ningún dulce.

«Sea cual sea el motivo del color de su piel, Pedro el Negro es cada año el acto esencial y recurrente de un rostro maquillado en un país considerado tolerante, de miras abiertas y no discriminatorio»

Las explicaciones que se dan sobre que Pedro sea negro son muy diversas: desde que es moro hasta que su cara ha quedado tiznada con el hollín de las chimeneas cuando hace la entrega silenciosa de los mencionados regalos y golosinas. Por alguna razón, san Nicolás se desplaza por los tejados a caballo, cuenta David Sedaris. Sea cual sea el motivo del color de su piel, Pete es una presencia recurrente cada año con el rostro maquillado en un país considerado tolerante, de miras abiertas y no discriminatorio. En los últimos años, los Países Bajos han estado divididos: hay quienes afirman que la tradición de Pedro el Negro es racista y otros que defienden que es una tradición inofensiva. Cada cual hace su campaña con figuras destacadas que debaten sus posturas al respecto poco antes de la fecha del 5 de diciembre.

Una perspectiva interesante es la que ofrece este año la Defensoría del Niño, en un informe publicado en holandés, donde se recomienda hacer cambios a la tradición. La defensora comentó que hasta el día de hoy no se ha hecho ninguna investigación seria sobre el impacto negativo que puede tener en los niños el modo de celebrar san Nicolás. Sus conclusiones, basadas en conversaciones con ellos, eran que los niños de raza negra experimentaban un aumento del número de casos de discriminación al aproximarse la fiesta. El informe también declaraba que esta práctica habitual contravenía los compromisos firmados por los Países Bajos en la Convención sobre los Derechos del Niño, en especial los Artículos 2, 3 y 6. Tras la publicación del informe, la defensora recibió numerosas amenazas.

«Las conclusiones de la defensora del pueblo, basadas en conversaciones con los niños, eran que los niños de raza negra experimentaban un aumento del número de casos de discriminación al aproximarse la fiesta»

El asunto de Pedro el Negro ha sido escuchado en años recientes por varios organismos sobre derechos humanos de las Naciones Unidas. En el 2014, el Grupo de Trabajo de Expertos sobre las Personas de Ascendencia Africana realizó una visita oficial a los Países Bajos, tras la cual hizo constar en un informe que muchos holandeses tienen por lo visto un punto ciego respecto a la tradición.

«Es una realidad que ningún país se libra de ser racista y los Países Bajos no son ninguna excepción», rezaba el informe. «Pero para un país al que, por su larga tradición, se le ha considerado siempre tolerante y abierto de miras, el silencio que envuelve al tema del racismo y la discriminación racial sorprende y es preocupante. Esto afecta a la conciencia y la sensibilidad por las tradiciones y diversidades culturales del Reino, como ponen de manifiesto los últimos debates sobre la celebración de esta fiesta».

El Grupo de Trabajo dijo en un informe previo que había sido objeto de amenazas al hacerse públicas las quejas vertidas por la caracterización de Pedro el Negro. El derechista Geert Wilders comentó que «antes que a Pedro el Negro, mejor sería prohibir a las Naciones Unidas».

El Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial, en sus conclusiones finales presentadas en informes periódicos en el 2015 sobre si los Países Bajos cumplían con la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial, animó al gobierno holandés a que «… se mostrara activo promoviendo la supresión de aquellos elementos del personaje de Pedro Negro que reflejen estereotipos negativos y que la gente de origen africano considere vestigios de esclavitud».

El gobierno rechazó la idea de prohibir a Pedro el Negro, pero dijo que «crearía un debate de discusión sobre racismo pese a toda la incomodidad que esto pudiera generar».

«La respuesta oficial de los Países Bajos no inspira demasiada confianza a la luz de los informes que revelan, en más de una ocasión, la forma de interferir de la policía en acallar las protestas contra Pedro el Negro, y las nulas investigaciones de las amenazas que reciben los que se oponen a la tradición»

La respuesta oficial de los Países Bajos no inspira demasiada confianza a la luz de los informes que revelan, en más de una ocasión, la prohibición absoluta, o que la policía interfiere en las protestas contra Pedro el Negro, y que no se investigan las amenazas que reciben los que se oponen a la tradición.

Esto también demuestra una falta de entendimiento del gobierno holandés, sabiendo que tiene unas obligaciones que la ley internacional le obliga a cumplir. Además de dicho tratado, me vienen a la memoria el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y la Convención Europea de Derechos Humanos; cuando menos, la negativa del gobierno a implementarlos de forma eficaz. En sí mismo es algo que cuesta entender, y todavía más viniendo de un país que es la cuna del derecho internacional y que se jacta de sus tradiciones, mente abierta y defensa de los derechos humanos.

La gran pregunta es: ¿y ahora qué? Los litigios han arrojado pobres resultados. Los tribunales holandeses parecen decantarse a favor de que la «sociedad» halle una solución antes que forzar a que lo haga el propio gobierno, pero la sociedad holandesa se halla demasiado polarizada como para enfrascarse en el diálogo y encontrar una solución. Mientras tanto, la evidencia está en que lo que se supone debe ser una fiesta para los niños está afectando negativamente a los más jóvenes. ¿Acaso el gobierno holandés debe abstenerse de actuar y no poner remedio a esta situación?

Si lo hace, les tocará a san Nicolás y a Pedro el Negro decidir si toman cartas en el asunto: meter en un paquete al gobierno y enviarlo de vuelta a España junto con todos los niños que se han portado mal.

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