Vista desde Asia Central, la democracia estadounidense se parece más y más a la propia democracia de la región

Hillary Clinton and Donal Trump. The caricature of Hillary Clinton was adapted from a photo in the public domain from the East Asia and Pacific Media's Flickr photostream. The body was adapted from a photo in the public domain from the U.S. Department of State's Flickr photostream. This caricature of Donald Trump was adapted from Creative Commons licensed images from Max Goldberg's flickr photostream. IMAGE: DonkeyHotey (CC BY-SA 2.0)

Hillary Clinton y Donald Trump. La caricatura de Clinton está adaptada de una foto de dominio público de la galería de fotos en Flickr de Asia and Pacific Media. El cuerpo está adaptado de una foto de dominio público de la galeria de fotos de Flickr del Departamento de Estado de Estados Unidos. Esta caricatura de Donald Trump está adaptada de imágenes con licencia de Creative Commons de la galería en Flickr de Max Goldberg. Por DonkeyHotey (CC BY-SA 2.0).

En vísperas de las elecciones más importantes y más costosas del mundo, los gobernantes vitalicios de Asia Central tienen mucha munición con la cual disputar el valor de un competitivo sistema político interno.

Para los antiguos líderes de la región posoviética que defienden una ‘estabilidad’ sosa y a veces brutal sobre genuinas contiendas electorales y derechos individuales básicos, la actual campaña  presidencial de Estados Unidos, más que ninguna otra antes, ha demostrado la divisiva influencia que el populismo y hasta la simple competencia política puede tener en una sociedad.

Además, independientemente de quien se atribuya la victoria el 8 de noviembre, los ciudadanos de los cinco «istanes» podrán ver algo del sistema de su propio país en el nuevo presidente estadounidense. El efecto de ese reconocimiento puede ser un mayor desgaste de la fe que algunos tuvieron alguna vez en la democracia en el sentido tradicional, y un mayor cinismo con respecto a la importancia de participación del público en política.

Hilary Clinton: Dinastías políticas

Si, como se espera, la ex secretaria de Estado Clinton se convierte en la siguiente presidenta de Estados Unidos, se reforzará la idea  —reforzada luego de las presidencias de George H. W. Bush y George W. Bush— de que la política estadounidense está dominada por un puñado de familias poderosas con acceso a un flujo aparentemente interminable de financiamiento para campañas políticas.

Se puede trazar paralelos con estados como Azerbaiyán, donde el presidente Ilham Aliyev sucedió a su fallecido padre, Heydar Aliyev, hace más de una década, y Kazajistán, donde muchos ven a Dariga Nazarbayeva, hija del presidente Nursultan Nazarbayev de 77 años de edad, como posible sucesora.

El argumento de que Clinton está a punto de tomar el poder a través de las urnas en vez de la muerte de su predecesor es discutible. Las discusiones en medios sociales en Asia Central señalan el hecho de que en Estados Unidos, a pesar de los dos mandatos presidenciales de Barack Obama, las mismas familias son impulsadas hacia el poder por la riqueza antes que por el pueblo.

Irónicamente, Estados Unidos ha sido más tolerante con las dinastías políticas que la ex Unión Soviética. En Kirguistán, el presidente Askar Akayev y su sucesor, Kurmanbek Bakiyev, fueron expulsados del cargo mientras trataban de llevar a parientes al poder. En Uzbekistán, un reciente sucesión presidencial parece haber dejado a un lado al odiado hijo del fallecido presidente Islam Karimov, repitiendo un proceso de sucesión ocurrido en Turkmenistán en el 2006, donde la familia presidencial se mantuvo lejos de la vista del público. Solamente la hija presidencial Nazarbayeva, de 53 años, en Kazajistán, y Rustam Imomali, de 28, en Tayikistán, ofrecen a Asia Central la oportunidad estar al día con los Estados Unidos en la participación de las «familias políticas».

Donald Trump: me pareces conocido

A pesar del hecho de que su camino al Salón Oval parece levantar más obstáculos día a día, existe todavía una pequeña oportunidad de que un representante racista, sexista y desalmado de un acaudalado clan reclame la presidencia en vez de Clinton. Trump sería el primero de su tipo en la Casa Blanca, y un golpe a los centroasiáticos liberales que tratan de establecer que las políticas de Occidente y los «istanes» son fundamentalmente diferentes.

Un comentarista de fuera de la región ya se ha referido a Trump como Trumpmenbashi —juego con el autoimpuesto apodo del desaparecido primer presidente de Turkmenistán, Saparmurat Niyazov, que se hacía llamar Turkmenbashi, o padre de los turcomanos. Y la obsesión de Trump de construir torres enormes y muros antiimigrantes refleja ampliamente la manía por la construcción impulsada por líderes en la región de Asia Central. Trump también ha amenazado durante un debate con encerrar a Hillary Clinton, repitiendo un sentir a favor del encarcelamiento que los políticos exsoviéticos tienden a albergar hacia sus opositores.

Aunque supuestamente Trump es popular en algunas partes de Moscú, muchos centroasiáticos sienten que es esencialmente un hombre de negocios que está para crear un ambiente legislativo y político donde dominarán los intereses de sus negocios. No muy diferente, entonces, del tipo de dictador de ‘pacotilla’ que ya conocen bastante bien.

¿Un tercer periodo para Obama? 

A pesar de que se ha difundido en medios de noticias conservadores, no es cierto que el actual presidente Barack Obama haya dicho que no dejará el cargo si Trump gana el 8 de noviembre ni que esté examinando un vacío constitucional que le permitiría estar en el poder hasta que se lleve a cabo una segunda elección.

Sin embargo, de ser ese el caso, sería exactamente el tipo de juego de manos político que las poblaciones de la región de Asia Central están tan acostumbradas a ver. Este año, Turkmenistán y Tayikistán modificaron sus constituciones para fortalecer a sus líderes actuales, mientras un gran tira y afloja se avecina por la constitución de Kirguistán.

Mientras que la permanencia de Obama en el cargo es una eventualidad improbable, sería el regalo perfecto para quienes pisotean eternamente las constituciones de Asia Central. Sin embargo, para los fines de su traicionera propaganda política, tanto Trump el Grande como Clinton II lo harían bastante bien.

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