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Las estadísticas de violencia contra las mujeres paraguayas son alarmantes… Y no son sino la punta del iceberg

Categorías: Latinoamérica, Paraguay, Mujer y género
Un grupo de mujeres representó a "Las lloronas" como forma de repudio y duelo por los feminicidios que ocurren en el país y en la región. Fue en la marcha internacional #NiUnaMenos que en Asunción se realizó frente al Panteón de los Héroes el pasado 19 de octubre. Fotografía de Jessie Insfran Pérez, tomada de la página principal de Kurtural y usada con permiso. [1]

Un grupo de mujeres representó a «Las lloronas» como forma de repudio y duelo por los feminicidios que ocurren en el país y en la región. Fue en la marcha internacional #NiUnaMenos que en Asunción se realizó frente al Panteón de los Héroes el pasado 19 de octubre. Fotografía de Jessie Insfran Pérez, tomada de la página principal de Kurtural y usada con permiso.

La siguiente es una versión reducida y re-editada con permiso de Kurtural de «La epidemia de la violencia contra las mujeres en Paraguay [1]«, artículo que forma parte de la serie #PorSerMujer y que retrata y denuncia la crisis de violencia contra las mujeres en el país. La mayoría de los nombres fueron cambiados por decisión editorial de Kurtural. Los testimonios, resumidos en esta versión, pueden encontrarse en el texto original.

 

A Ada Báez, el comisario le dijo que no podía hacer nada con Luis Balbuena, el hombre que fue violento con ella cuando eran pareja. Había pasado ya un tiempo de aquello y —según el policía— su testimonio serviría como antecedente, pero no se podría hacer mucho más. Pero cuando apareció otra víctima del mismo hombre, ni el antecedente ni la reincidencia sirvieron. Ada se enteró que la mujer retiró la denuncia días después.

Romper el círculo de violencia machista que sufren las mujeres es difícil. Por lo general, no reciben apoyo del Estado cuando se animan a denunciar. O dependen económicamente de sus agresores. Esto explica que solo el 20% de las víctimas de violencia presenten su caso ante una comisaría, un juzgado o la fiscalía.

Pero los datos que sí existen muestran que, en Paraguay, seis de cada diez mujeres fueron víctimas de algún tipo de violencia por parte de los hombres en sus vidas. Ada Báez es una de ellas.

Los golpes del machismo y los números de la epidemia

Establecer una estadística de cuántas mujeres son violentadas no es sencillo, dice Myrian González, especialista en temas de género. «Se tienen datos y registros diversos que no permiten tan siquiera una aproximación a la dimensión de la violencia de género y contra las mujeres en Paraguay», cuenta.

Las cifras que sí existen son graves. [2] En 2015, el 70% de las 9.600 denuncias presentadas ante la Fiscalía por violencia familiar fueron casos de violencia machista. En la policía, el 86% de estas denuncias fueron hechas por mujeres. También fue un 86% de mujeres quienes denunciaron violencia en los juzgados de Paz, donde se recibieron más de 5000 denuncias. El 40% de ellas declaró haber sufrido violencia física, y el 55% violencia sicológica.

Pero estas cifras no dimensionan el fenómeno de la violencia machista en Paraguay. Según la ministra de la Mujer, Ana Baiardi, existe un «inmenso subregistro» de las denuncias por violencia hacia las mujeres. «Por cada mujer que denuncia maltrato sicológico en Paraguay, hay nueve que no lo hacen. Por cada mujer que denuncia maltrato físico, hay dos que no lo hacen», dijo a fines de 2014. [3]

La falta de un tipo penal para calificar y castigar al feminicidio impide contabilizar cuántas paraguayas son asesinadas cada año a manos de sus parejas o exparejas. Hasta agosto de este año, la prensa registró al menos 12 casos de feminicidio. La Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay documentó al menos 37 mujeres asesinadas por sus compañeros o excompañeros sentimentales en 2014. [2] Estima que cada diez días una mujer es asesinada por violencia machista en el país.

Muchos casos de violencia contra las mujeres se perciben como asuntos privados, pero son el resultado de un sistema que privilegia a los hombres y de un Estado ausente. Fotografía de Jessie Insfran Pérez, tomada de la página principal de Kurtural y usada con permiso. [1]

Muchos casos de violencia contra las mujeres se perciben como asuntos privados, pero son el resultado de un sistema que privilegia a los hombres y de un Estado ausente. Fotografía de Jessie Insfran Pérez, tomada de la página principal de Kurtural y usada con permiso.

Violencias invisibles actuando frente a una justicia evasiva

Lo primero que tuvo que hacer Mariana Brítez cuando se puso de novia de Carlos Vera fue contarle con qué hombres había estado. Aunque no quería, cedió. Mariana tiene ahora tiene 28 años y ya no está en esa relación, pero por dos años sufrió violencia sicológica, uno de los tipos de violencia contra las mujeres más comunes, pero más difíciles de detectar:

Nunca pensé que yo pudiera ser una víctima de violencia. Cuando leía sobre eso, pensaba que les pasaba a algunas mujeres por sumisas, por dejarse engañar por hombres violentos. Estaba convencida de que eso nunca me iba a pasar.

Mariana hizo uso de las redes para denunciar la violencia que había sufrido con Carlos Vera. Sin dar nombres ni apellidos, relató en su perfil de Facebook los insultos, el aislamiento y los ataques de los que fue víctima durante dos años en esa relación. En esos días recibió muchos mensajes. Entre ellos, uno de Carlos. Le preguntaba, en tono inquisidor, cuándo le levantó él la mano. Carlos era incapaz de reconocer que su forma de tratar a Mariana también era violencia, aunque no dejara cicatrices en el cuerpo.

En algunos mensajes que Mariana recibió a raíz de la publicación, le preguntaban con insistencia por qué aguantó, por qué no dejó a Carlos. Otro síntoma del machismo arraigado en la sociedad paraguaya: la víctima es, si no la culpable, al menos responsable en parte de la violencia que sufre.

Otra sobreviviente, Victoria Santos, es una mujer extranjera que lleva ocho años enfrentando a la Justicia paraguaya para demostrar que su expareja, un hombre con poder, la maltrató durante su relación. Victoria forma parte de Yo te creo [4], una red de mujeres que han sufrido o siguen sufriendo diferentes tipos de violencia. Allí comparten sus experiencias, se escuchan, se apoyan. Hacen lo que en otros lugares se les niega: tomar el testimonio de las mujeres en serio.

Todo empezó con el maltrato sicológico. Su pareja llegó a convencerla de que no servía para nada. Después, comenzaron los golpes. Las denuncias a las autoridades fueron inútiles. Ni siquiera recibió el apoyo de su familia, que vivía en el exterior. Continuó un proceso judicial contra su expareja, una laberíntica batalla legal entre Paraguay y su país de origen, en la que el principal obstáculo fue el dinero, el poder y la influencia de su agresor.

Las leyes paraguayas: Buena redacción, poco cumplimiento

«Paraguay tiene muchas leyes muy buenas, pero no se cumplen. Denunciar la violencia es una carrera de resistencia y de lucha contra la corrupción en el ámbito judicial», dice Victoria Santos. Carmen Echauri, oficial de Programas de ONU Mujeres en Paraguay, coincide con ella en la dificultad de aplicar las leyes.

El pasado 10 de agosto, los diputados paraguayos debatieron este proyecto de ley, conocido también como la ley #PorEllas [5]. Este hashtag, junto con #NiUnaMenos forma parte de una tuiteracción [6] apoyada por Amnistía Internacional. El proyecto original propone la creación del tipo penal del feminicidio, una figura que ya ha sido adoptada por las legislaciones de otros países de la región, como Argentina y Bolivia, donde se aplica la pena máxima para este tipo de crímenes.

El texto fue aprobado por los diputados [7], pero con modificaciones [8]. Muchos temían que la norma abriera la puerta a la despenalización del aborto, prohibido en Paraguay en todos los casos y castigado con hasta cinco años de prisión.

[Actualización: La ley fue aceptada, con modificaciones por el Senado propuso] en su proyecto original un horizonte en que el Estado asuma muchos de los costos —económicos, burocráticos— que las víctimas de violencia tienen que enfrentar para denunciar a sus agresores y apartarse de ellos. Pero las leyes, dice Echauri, serán ineficaces si no cuentan con un presupuesto que tenga en cuenta al 50% de la población, las mujeres:

En Paraguay, la violencia se ve como un ingrediente más de las relaciones interpersonales. Necesitamos un cambio de mentalidad para desnaturalizar la violencia. Callar ante estos hechos es ser cómplice de la impunidad de los agresores. Hay que denunciar hasta lograr que la violencia ya no se vea como normal