Una caricaturista venezolana forzada al exilio sigue dibujando la represión en su país

Esta historia de Carol Hills ^[1] apareció en PRI.org ^[2] originalmente el 04 de noviembre del 2016. Se republica aquí como parte de un acuerdo para compartir contenido.

Cuando era una niña, la caricaturista de política Rayma Suprani solía dibujar en las paredes de su casa en Caracas. «Creo que esa era la forma en la que me expresaba. Era una niña tímida y no hablaba mucho, así que solo observaba, dibujaba y pintaba las paredes».

Finalmente su madre hizo un trato con ella: escoge una pared y puedes dibujar en ella, pero solo una.

Suprani siguió dibujando y en su adolescencia tuvo un profesor que le enseñó a dibujar figuras humanas. En la universidad estudió periodismo, pero también siguió dibujando. Luego de una pasantía en un periódico se dio cuenta de que podía combinar los dos. «Creo que lo que realmente me atrajo a ser caricaturista es que es como un juego. Tienes que encontrar lo que está escondido y ser capaz de revelarlo y mostrarlo al mundo en una caricatura. Es fascinante».

Suprani encontró trabajo saliendo de la universidad y en poco tiempo se convirtió en la caricaturista del equipo de El Universal ^[3], un periódico venezolano que se encuentra en Caracas. Permaneció allí por casi 20 años.

Suprani se hizo conocida como una caricaturista dura, pero original y con matices. Su trabajo se convirtió en el tema de las tertulias y una visita obligada cada semana. El abogado venezolano de derechos humanos Alfredo Romero dice que Suprani es más que una caricaturista: «Es alguien que puede interpretar el momento. Es algo increíble. Todo lo que dice en sus caricaturas es eficaz. Es decir, representa el momento justo, el momento adecuado y el mensaje correcto. Es la mejor caricaturista de Venezuela o al menos la más famosa, con seguridad».

Salvo que Rayna Suprani ya no está en Venezuela. Debido a sus caricaturas fue exiliada y se encuentra hoy en Miami. Fue despedida de El Universal en el 2014 poco después de que publicara esta caricatura:

El mensaje es que el electrocardiograma de la economía venezolana puede atribuirse en parte a las políticas del fallecido presidente venezolano Hugo Chávez, padre del movimiento populista de izquierda conocido como Chavismo. Cuando Chávez estaba en el poder, Suprani lo aniquilaba rutinariamente en sus caricaturas. Sin embargo para el año 2014, su sucesor chavista, el presidente Nicolas Maduro, había elevado al exlíder a la categoría de santo. Y alrededor de la misma época, el periódico de Suprani, El Universal, cambió de dueños. Los nuevos propietarios (y aún no identificados) apoyaron a Maduro. Y Suprani fue despedida.

El periodista venezolano Cesar Miguel Rondón dice que el gobierno de Maduro actuó como un matón: «Se comportaron como vándalos en una esquina de la calle. No hay estado de derecho aquí. Cada día se expresa abiertamente el ejercicio de una dictadura en lugar de una democracia. Así que, ‘no nos gusta Rayma. Rayma, debería irse’. Es así de simple».

Pero los problemas de Suprani no terminaron con su despido. Empezó a recibir amenazas de muerte y llamadas acosadoras. Los ataques se hacían con la intención de dañar su integridad como mujer. «Decían: ‘En lugar de hacer lo que estás haciendo, ¿por qué no vas a buscar un hombre, un marido? ‘Eres una lesbiana’. ‘Eres una prostituta'».

Luego la imagen de Suprani empezó a aparecer en la televisión del canal estatal. El propio presidente Maduro denunció a Rayma Suprani en su programa semanal. También lo hizo su diputado, Diosdado Cabello, el presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela. Cabello es el perro de ataque designado para el gobierno de Maduro. Su programa semanal se llama «Con el Mazo Dando», que se traduce al inglés en «Keep Hammering Away».

Cabello utiliza el programa para alentar al chavismo y denunciar a la oposición política. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ^[4] ha calificado el programa de Cabello como una forma de intimidación. Y Amnistía Internacional ^[5] ha denunciado cómo Cabello revela a menudo detalles sobre los planes de viaje de abogados venezolanos de derechos humanos, incluyendo Alfredo Romero. «Si viajo fuera del país en avión, [Cabello] revela con frecuencia a qué hora, a dónde voy. Y cuando regreso dice a qué hora regreso al aeropuerto y cuándo estoy en aduanas».

Romero dice que su nombre ha sido mencionado por Cabello y Maduro en canal del Estado más de 80 veces en los últimos dos años.

Pero para Suprani, la presión aumentó demasiado. No pudo encontrar trabajo y finalmente, en diciembre del 2015, se fue. «Emocionalmente hablando, nunca quise dejar Venezuela, pero se convirtió en tal riesgo que no podía vivir ahí. Me paralizó y ahora me siento como en un lugar donde puedo ver todo desde una distancia y puedo ser más útil porque mi creatividad puede fluir sin preocupaciones».

Rondón, el periodista venezolano, dice que lo que realmente es deprimente es que la represión del gobierno a Suprani funcionó. «Sus caricaturas eran un evento imprescindible en Venezuela. Tenía la atención de todo el país. Ahora está limitada a las redes sociales».

Rondón ha podido operar con mayor libertad que Suprani. Es una institución periodística en Venezuela. Su programa de radio ha estado en el aire durante 27 años y sigue adelante, pero ha tenido enfrentamientos con los chavistas. Rondón tuvo un programa conocido de asuntos públicos en la televisión que duró cinco años hasta que fue cancelado en el 2005 después de que el gobierno de Chávez presionó a los dueños del canal.

Rondón tiene un nuevo programa de televisión, pero solo puede emitirse fuera de Venezuela. «Maduro y su gobierno, cada día, se comportan como una dictadura. Se supone que aún tenemos un presidente que fue elegido. Pero no se comporta como un demócrata. Actúa como un dictador».

Esto presenta un problema. ¿Cómo te deshaces de un dictador usando medios democráticos? La respuesta de Suprani es usar su exilio para llamar literalmente la atención del resto del mundo al sistema político represivo en Venezuela a cargo de Maduro. Uno de sus proyectos actuales es ilustrar un libro sobre los prisioneros políticos detenidos en cárceles venezolanas.