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Ceremonia de reconciliación en Colombia demuestra que la paz se hace con personas, no con tratados

Categorías: Latinoamérica, Colombia, Derechos humanos, Guerra y conflicto, Medios ciudadanos

Colombia peace march

«…Estamos avanzando. Como personas, perdonamos a aquellos que nos han causado tanto daño. […Pero] no olvidemos [a las otras víctimas] estamos aquí por ellas […] colaboremos todos para lograr la paz, todos lo harán. Necesitamos un país transparente y libre de corrupción». Foto compartida en Pixaby por el usuario JazzGo. De dominio público.

Este artículo es una versión adaptada del texto original escrito por Tom Power, acompañante de FOR Peace Presence [1] (Para la Presencia de Paz) en Colombia, presente el día del evento. El extracto se re-editó con el permiso del autor y de la organización que originalmente publicó el texto en su sitio web [2]

Días antes del plebiscito nacional que rechazó los acuerdos de paz [3], dos de los líderes más famosos de la guerrilla de las FARC, Iván Márquez y Pastor Alape, llegaron a la región más al norte del país, el Golfo de Urabá. Llegaron a esta región para participar en una ceremonia pública de reconocimiento y perdón como lo solicitó la Asociación de Víctimas de la Municipalidad de Apartadó durante las negociaciones.

La multitud se levantó para intentar ver a Márquez y Alape mientras llegaban al escenario. Más de 500 personas estuvieron presentes en la ceremonia. Los familiares de las 35 víctimas de la masacre de La Chinita [4] se sentaron en la primera fila y usaron remeras que decían «Sí perdonamos» ansiosos por escuchar lo que Iván Márquez tenía para decir:

As an organization, as a collective, we recognize the many good people who weren't able to achieve their dreams […] the deaths of La Chinita are also our deaths […] We want to reestablish a relationship. Peace is in the heart; we're going to construct a future with hope. We're going to fight for rights, and change, and transformation.”

Como una organización, como un colectivo, reconocemos a las buenas personas que no pudieron alcanzar sus sueños […] las muertes de La Chinita también son nuestras muertes […] Queremos restablecer una relación. La paz está en los corazones; vamos a construir un futuro con esperanza. Vamos a luchar por nuestros derechos, por el cambio y por una transformación».

La Chinita, ahora conocida como Barrio Obrero, tiene una población de 35.000 personas y es un barrio de la clase obrera en Apartadó. A principios de los años 90, los trabajadores de las plantaciones locales de banano comenzaron a establecerse en las tierras [5] junto a ex combatientes de la guerrilla del recientemente desmovilizado Ejército Popular de Liberación (EPL) y que estaban buscando reintegrarse a la sociedad. La Chinita les ofrecía esa posibilidad.

Como parte del regreso de EPL al proceso legal y político formaron Esperanza, Paz y Libertad, un partido político que de a poco comenzó a tener conexiones con las estructuras políticas y de negocios locales en Apartadó. Estas relaciones se encontraban en contradicción con el movimiento político de las FARC, la Unión Patriótica. Aunque los dos partidos se identificaban como «de ideología de izquierda», las realidades de control territorial, el poder político y los beneficios económicos hacían que los objetivos políticos de los dos partidos sean mutuamente excluyentes. Esta mezcla tóxica de ejecutivos de las plantaciones de banano, políticos y sectores [6] de la iglesia con diferentes ideas y modelos de desarrollo económico llevaron no a una lucha política pacífica sino a un descenso hacia un infame ciclo de violencia.

A pesar de la tensión política que aumentaba en la región, La Chinita crecía. El 23 de enero de 1994 los habitantes de este barrio se reunieron en una fiesta para recaudar dinero para las escuelas. En medio de la fiesta llegaron hombres con armas de uso militar y comenzaron a disparar. En medio de los disparos alguien gritó «¡No maten a las mujeres y los niños, sólo a los hombres!»

Aunque las FARC aseguraron que creían que esta fiesta estaba llena de desmovilizados del EPL, sólo dos de las 35 personas asesinadas eran de guerrillas desmovilizadas (de hecho, muchos eran obreros bananeros [7]). Además asesinaron a tres menores, una persona mayor y una mujer. Una realidad desafortunada del conflicto en Colombia es que aquellos que más sufren en general tienen poco que ver con lo que se está peleando.

La ceremonia de setiembre fue la primera vez que las FARC reconocieron públicamente su responsabilidad en la masacre luego de haber negado su participación durante dos décadas. Sin embargo, la naturaleza simbólica de este evento es sólo el comienzo. Cuatro cuestiones se mencionaron en la ceremonia y que se espera que el gobierno cumpla como parte de su responsabilidad estatal y reparaciones: la creación de una Universidad de Paz, una casa museo en honor a las víctimas, un centro comunitario y social, viviendas para las víctimas.

Luego de haber mencionado estos aspectos un líder de la comunidad manifestó:

We want there to be peace and we're going to construct it. We're betting on the construction of peace.

Queremos que haya paz y vamos a construirla. Estamos apostando a la construcción de la paz.

Recuerdos de violencia y pérdidas.

Otras víctimas también tuvieron la oportunidad de reflexionar públicamente sobre la masacre. Un miembro de la comunidad que perdió a su padre expresó:

We had to help mom just to survive, we were totally alone […] And just like that there was no more time to play, we had to work, we had to grow up. It wasn't easy saying goodbye to [his] voice, [his] smile, [his] presence…

Tuvimos que ayudar a nuestra madre a sobrevivir, estábamos completamente solos […] De repente no hubo más tiempo para jugar, teníamos que trabajar, tuvimos que crecer. No fue fácil decir adiós a [su] voz, [su] sonrisa, [su] presencia…»

Otra víctima perdió a su esposo y habló sobre las dificultades a las que se enfrentó al intentar crear una vida para sus hijos, cómo otras mujeres que perdieron a sus esposos la apoyaron y se ayudaron unas a otras. Además les recordó a todos del número de víctimas en Urabá y en todo Colombia:

…We're going forward; as people, we forgive those who have done us so much harm […But] let's not forget [the other victims,] we're here for them […] let's all contribute to making peace, everyone's going to do it, we a need a country that's transparent and free of corruption.

…Estamos avanzando. Como personas, perdonamos a aquellos que nos han causado tanto daño. […Pero] no olvidemos [a las otras víctimas] estamos aquí por ellas […] entre todos contribuyamos para hacer la paz, todos lo harán. Necesitamos un país transparente y libre de corrupción».

Entre reflexiones de amor y pérdida, las víctimas destacaron los males sociales que todavía los aquejan: «[…] aquí estamos en un conflicto y abandonados por el estado que permitió que esta masacre suceda», expresó una víctima que perdió a su hermano. Haciendo referencia a un caso en el que el gobierno federal de Estados Unidos multó a la compañía frutera Chiquita Brands [8] (anteriormente United Fruit Company) por una suma de US$25 millones para vínculos con grupos paramilitares, esta persona expresó: «Debe existir un proceso para distribuir el dinero entre las víctimas, no sólo las víctimas de La Chinita, sino para todas las víctimas».

Sergio Jaramillo, Alto Comisionado de Paz de Colombia, reconoció a las FARC por asumir la responsabilidad y también reconoció las deficiencias del Estado. Notó abandono por parte del Estado en relación a La Chinita, las conexiones históricas entre el estado y los grupos paramilitares, grupos ilegales armados de la extrema derecha responsables de abominables actos de violencia y mutilación [9] y el reclamo de genocidio. «Esperamos que esto sea una señal de que el gobierno y las FARC están comprometidos con la reconciliación».

Para los sectores de la sociedad colombiana que esperan con urgencia la desmovilización de los grupos armados y el comienzo de la construcción de paz, el rechazo de los acuerdos de paz reveló las profundas complejidades del conflicto dentro de la sociedad colombiana y los hizo reflexionar sobre los cambios necesarios para construir una paz concreta y permanente.