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La oposición venezolana y su opinión sobre el legado de Fidel Castro en Cuba

Categorías: Latinoamérica, Cuba, Venezuela, Derechos humanos, Medios ciudadanos, Política
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Caricatura dibujada por el artista venezolano Edo Sanabria. Tomada de su página de Facebook y utilizada con autorización.

Durante los intensos homenajes, debates, despedidas e incluso celebraciones inspiradas por Castro en las Américas, los venezolanos también han manifestado su opinión sobre el legado del ícono comunista cubano.

Para los venezolanos, Fidel Castro y su país, Cuba, son de gran importancia. Para algunos, Castro es la inspiración de la revolución venezolana y su rumbo socialista en el siglo XXI además del héroe personal del fallecido presidente Hugo Chávez. Para quienes se oponen a los procesos políticos llevados a cabo por Chávez, tanto la ideología como sus representantes resultan tóxicos y los ven como responsables de la tormenta económica y política que ha azotado a Venezuela en los últimos años.

El presidente Nicolás Maduro decretó rápidamente tres días de duelo nacional luego de la muerte de Castro el 25 de noviembre, una acción que generó críticas por parte de la oposición. Luego de la muerte de Chávez el 2013 y ahora la de Castro, el Chavismo parece de pronto una ideología arraigada en el pasado y carente de liderazgo en medio de una de las peores crisis económicas en la historia de la República.

Para escritores como Rafael Rojas [2], Fidel es precisamente un símbolo de este modelo económico fallido: 

Hasta ahora, en Cuba, la política económica y las relaciones internacionales se han subordinado a la reproducción de un régimen totalitario. En los últimos años, la propia dirigencia de la isla tuvo que reconocer que el saldo fue desfavorable para la economía, ya que hereda un país improductivo y dependiente, tecnológicamente atrasado, donde crecen la desigualdad y la pobreza. 

Para escritores en línea como Aglaia Berlutti [3], el legado de Castro es visto en base a la violación de los derechos humanos. Ella toma el caso de la presa política Araminta Gonzalez [4], quien fue recientemente dejada en libertad, pero que sufrió distintos tipos de tortura [5] durante su tiempo en prisión. Berlutti compara el caso de Gonzalez con las estrategias que utilizaba Castro para mantener a sus disidentes bajo control:

Cuando Fidel Castro conoció a Hugo Chávez, le prometió que le «enseñaría» cómo llegar «a la utopía». […] Según Luis Miquilena, Chávez aprendió bien pronto que había que imponer «mano dura» a la oposición. Lo hizo bien aconsejado por Fidel, que ya entonces aprovechaba la generosidad vulgar y vanidosa de un líder que escuchó todos sus halagos y los transformó en adoración y una peligrosa idolatría. Chávez era una pieza de barro de forma, a punto de entrar a la historia como parte de un proyecto desdibujado y confuso. Fidel supo aprovechar el momento.

Ella concluyó:

¿Qué aprendió Chávez de Fidel? El odio. La violencia contra la disidencia. Y sobre todo, la noción que el control necesita balas, terror y sangre. Esa es la «gran herencia histórica» de un monstruo ideológico que impuso a fuego y balas un sistema político fallido en Cuba y después, manipuló a un líder carismático y vanidoso como Hugo Chávez para obtener beneficio de un país rico e ignorante como el nuestro.

Marcos de Rojas analiza el costo de la relación [6] entre ambos países y las formas en que tuvieron que pagar un alto costo para seguir una meta política común:

Aunque a lo largo de la segunda mitad del XX más de un grupo se apoyó en el mito fidelista para lograr sus propios objetivos políticos, el caso de Venezuela es el más importante. Las consecuencias de copiar un fenómeno sui géneris como la Cuba post 1959 las podemos percibir hoy más que nunca en una país rico, que está en ruinas, dividido y aislado. No obstante, el costo de esa relación para los cubanos también fue alto; médicos, educadores y recursos que bien se hubieran podido utilizar en Cuba, se cambiaron por petróleo, y ese costo ahora es mayor ya que la capacidad política y organizativa de Maduro es dependiente de La Habana. Venezuela le dio aire a un régimen que no tenía mucho más capital que su historia y así ganó preciosos años para poder organizar el tránsito hacia el capitalismo de Estado que hoy se va consolidando.

Luis Figuera [7], por otro lado, enfatiza las formas en las que, más allá de las críticas, el legado de Castro sigue siendo la base del pensamiento y discurso político que se pueden aplicar fuera de los países socialistas:

No es exagerado afirmar que el pensamiento revolucionario de las dos últimas generaciones en América, lo tiene como una referencia obligada, no sólo por la verticalidad y la dignidad de sus actos, sino por su flexibilidad para moverse en el escenario de las grandes decisiones mundiales. ¿Cuántos dirigentes derechistas admiran en secreto al comandante Fidel?, ¿Cuántos revolucionarios lo citan a diario en sus discursos?

Estas ideas pueden verse resumidas en el trabajo que hizo el caricaturista venezolano Roberto Weil el día de la muerte de Castro: