¿Puede el arte ser realmente apolítico? Muchos, desde las redes venezolanas, exclaman que estos dos elementos no pueden dividirse. El conflicto en Venezuela se ramifica también en el mundo de las artes y de sus representantes. Entre discusiones sobre lo democrático, lo moral y lo ciudadano se ha deslizado también una visión sobre los deberes de los artistas dentro de la división que define a la Venezuela contemporánea. Y es a partir de esta discusión que Gustavo Dudamel, el director de orquesta de fama internacional, ha recibido críticas de los opositores al chavismo.
Dudamel alcanzó la fama y el aprecio dentro y fuera del país no solamente por su renombre artístico, sino también por el proyecto social conocido como El Sistema. Este proyecto, que ha inspirado varias réplicas en un número de países, busca dar a jóvenes y niños en desventaja las oportunidades de crecimiento que ofrecen los estudios musicales.
Sin embargo, los apoyos que han intercambiado los representantes principales de El Sistema y sus orquestas con el gobierno de Chávez y de Nicolás Maduro los ha hecho blanco de fuertes ataques del público y de otros artistas. Así lo expresó la pianista Gabriela Montero, también de éxito internacional, que ha hecho declaraciones, participado conciertos y compuesto piezas que dirigen la mirada a violaciones de derechos humanos en Venezuela y a la crisis económica y social que se intensificó en los últimos años.
La disputa no es reciente, pero se encendió una vez más en las redes durante los últimos días. Ya Gabriela Montero había escrito una carta abierta condenando los lazos de Dudamel con el gobierno de Nicolás Maduro en el 2014. Sin embargo, es a raíz del concierto de fin de año en Viena que las redes venezolanas en los últimos días comparten textos que condenan duramente la posición «apolítica» sobre la que Dudamel insiste cuando se le pregunta sobre la situación de su país. A esto respondió Toto Aguerreverre desde el medio El Impulso:
Nadie puede realmente levantar una batuta de esperanza cuando su música es escuchada en cadena nacional y creer que eso es libertad. Nadie que produzca una nota tan espectacular puede pretender que su silencio sea opacado. “No confundan mi falta de postura política con falta de compasión o ideales”, dice al final de su texto. No creo que sea falta de compasión o ideales. Con toda sinceridad, yo creo que más bien es falta de bolas.
Y del mismo modo lo hicieron parte de las redes:
Mientras @GustavoDudamel prefiera no hablar de Venezuela, yo optaré por no oír a Dudamel. A este joven la fama lo está llevando al infierno. pic.twitter.com/eGCEkSxdho
— Pedro Mario Burelli (@pburelli) January 4, 2017
Cientos de presos por opinar y Dudamel dice que no tiene opinión sobre quienes están presos por opinión
— Roman Duque (@romanjoseduque) January 5, 2017
Derechos, no obligaciones
Otras impresiones se han compartido tratando de analizar las críticas y la situación. Desde el sitio coral Prodavinci, Fernando Mires hace un recorrido por otros escenarios históricos en los que intelectuales y artistas tomaron posición en situaciones de división política y subrayó el trasfondo de buena parte de los debates y de las críticas en contra de Dudamel:
Adonde vaya Dudamel será visto como embajador artístico, no de un gobierno, sino de una nación. Gracias a Dudamel muchos amantes de la música se han enterado de que Venezuela no solo produce petróleo, reinas de belleza y militares corruptos. Quieran o no, los venezolanos, no solo los chavistas, tienen una deuda con Gustavo Dudamel.
Y continúa:
[…] Hay también grandes músicos que como ciudadanos toman opciones políticas y en algunas ocasiones ponen sus talentos al servicio de una causa […] Es su derecho, pero no es su obligación. Del mismo modo, la venezolana Gabriela Montero, pianista de reconocimiento internacional, ha llegado a componer piezas musicales a favor de una Venezuela democrática. […] Y mientras alguien cumpla con las leyes y normas de un derecho universal que garantiza tanto la libertad de opinión como la libertad de no opinar, ni Montero ni Dudamel pueden ser objetados.
El autor de estas líneas comparte la opción política de Montero y a la vez acepta la opción de Dudamel. Pues compartir y aceptar son cosas diferentes. No hay ley moral o jurídica que obligue a los artistas a tomar o a no tomar decisiones políticas. Gracias a Dios. De ahí mi absoluta incomprensión frente a esos sectores afiebrados de la opinión pública venezolana que, al enjuiciar a Dudamel, se dejan regir por el lema totalitario: “o estás a favor o en contra de nosotros”. En nombre de su oposición al chavismo esos sectores han hecho suya la lógica del chavismo.
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