Esta artículo fue publicada originalmente por la Agencia Mural, asociada de Global Voices. Reportaje de Vagner Vital.
A los seis años supo que su vida no sería nada fácil. A los gritos de «mono» y «mujercita», algunos chicos le arrancaron varios dientes cuando lo empujaon y cayó de boca al borde de la vereda. Descubrió que ser gay y permanecer vivo sería un desafio, a golpes y patadas entendió, sin saber en realidad lo que significaba la palabra que sustituyó su nombre.
Condenado, Valter Rege encontró en las cámaras su instrumento de lucha y expresión. Creó en YouTube el canal ‘Energia Positiva’, lema que también tiene tatuado en el brazo derecho, donde debate temas como el empoderamiento negro, entre otros. La losa de cemento, palco donde son grabados los videos, se pierde en medio de tantas otras de la Villa Clara, barrio marginal de la zona sur de la ciudad de San Pablo que forman un gran estudio a cielo abierto.
La ropa extendida y los tanques de agua denotan las otras utilidades del espacio. “Yo no tengo vergüenza de grabar en la losa y de mostrar dónde vivo. Esa es mi realidad, la losa es característica de la villa, ¿no?».
Con 32 años, el joven de 1,62 m de altura y sonrisa contagiosa, divide su tiempo entre las grabaciones para el canal y la realización de otro sueño. Con el apoyo de los compañeros de trabajo, escribió un guión, que está en evaluación del Ministerio de Cultura (MinC) para la produción de un cortometraje. La película «Preto no Branco” (En blanco y negro), todavía sin fecha de estreno, es el primer trabajo profesional de la carrera del cineasta.
En la trama, un joven negro, interpretado por el actor Marcos Oliveira, es acusado de robo después de atropellar una mujer a la salida de un centro comercial. Lo llevan a la comisaría, donde se pone en duda su inocencia debido al odio y la discriminación racial.
Por una de esas coincidencias donde la vida imita el arte, un día cuando bajaba de un ómnibus camino al trabajo, cuando ya había escrito la historia de la película, a Valter lo detuvo una señora a los gritos: «¡Ladrón, ladrón!. ¡Me robó el celular!”. Asustado y sin saber qué estaba pasando, respondió que no había robado ningún celular y caminó en direcciòn a la empresa donde trabaja.
“Yo hubiera querido mirarla a los ojos y decirle que no puede salir por ahí acusando a las personas, pero tuve miedo. La gente tiene miedo de que la golpeen, tiene miedo de que la policia no sea honesta”, dice. La mujer llamó a la policia, que minutos más tarde golpeó en la puerta de la empresa buscando a Valter. Por suerte, el encargado de seguridad no lo identificó con las características de la persona buscada, y la mujer y el policía tuvieron que irse.
“En esa época, estaban de moda los justicieros. Mi miedo era estar solo y que alguien me hiciera algo”, dice. “Es muy triste pasar por eso de chico y darte cuenta que creciste y todo continúa igual”, comenta.
Durante su infancia, vivió en una barriada con sus padres y dos hermanas, en medio de los caserones del bairro Moema, zona donde el metro cuadrado es uno de los más caros de la ciudad. En su casa, la familia compartía los únicos dos baños de la barriada con 30 familias.
A los 10 años, no entendía por qué no podía jugar con los chicos de los caserones o edificios caros, donde muchas veces las madres pasaban la mayor parte del día trabajando. El aumento en el costo de vida en esa zona hizo que la familia tuviera que mudarse a Villa Clara. La adaptación no fue nada facil. La videocasetera y la televisión se conviertieron en sus compañeros inseparables.
Su identificación como negro se produjo después de los primeros contactos con lo audiovisual en la adolescencia. “Allá en Moema, cuando yo veía a un negro, enseguida cruzaba para el otro lado. El cine me hizo salir a conocer mi nuevo barrio, ver otros negros y reconocerme», dice.
En uno de los videos del canal de YouTube, Valter vuelve a la calle donde vivía en Moema, y observa las principales diferencias entre los dos barrios y la importancia de construir la autoestima y el orgullo del lugar donde vives.
El primer guion, escrito a los 13 años, comezó a gestarse en videos caseros grabados con una filmadora 8mm, comprada con el sueldo de su primer empleo como recadero de oficina. Fue recadero en una librería y soldado de aeronáutica hasta que consiguió una beca de estudios para estudiar radio y televisión en la Universidad de Bellas Artes. Fue allí donde dio los primeros pasos para profesionalizarse laboralmente, y lanzó “Quiero ser Beyoncé”, cortometraje sobre el empoderamiento, exhibido en el Centro Cultural Banco do Brasil (CCBB).
Poco después, escribió el libro “Siempre amigos”, de la editora Multifoco, donde narra la historia de Eduardo, un joven homosexual que está descubriendo su sexualidad y aprendiendo a hacerle frente y aceptarse.
“Con el libro quise mostrar lo importante de ser quienes somos y decirle a los padres que lo lean que esto no es una elección», dice «Siempre busco sacar de las experiencias negativas algo positivo. Esto es energia positiva para mí», cuenta.
El chico que tuvo varios dientes rotos cuando niño por ser negro y homosexual no cree en la meritocracia. Desde lo alto de la losa, entre tendederos y tanques de agua, o en las salas de cines, destaca la importancia del empoderamiento con orgullo, en sentido estricto de la palabra. “Nosotros que somos negros, gays y de la periferia, tenemos que ser más fuertes. Y lo somos”, completa.
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Entre losas y telones: la historia del chico negro y gay que se transformó en cineasta · Global Voices en Español