- Global Voices en Español - https://es.globalvoices.org -

El letal sistema carcelario de Brasil y los comediantes de internet que lo alientan

Categorías: Latinoamérica, Brasil, Derechos humanos, Humor, Medios ciudadanos, Política
[1]

La población carcelaria de Brasil creció 161 por ciento entre 2000 y 2014. Foto: captura de pantalla de documental de Human Rights Watch «Brasil: Donde los prisioneros dirigen el espectáculo».

Actualmente, Brasil está pasando por una crisis sin precedentes en su sistema carcelario. En apenas dos semanas de 2017, los disturbios en las cárceles en ocho estados dejaron más de 130 muertos [2]. La situación no solamente ha dirigida la atención a la violencia del sistema de prisiones, también ha destacado un abierto segmento de la sociedad brasileña que alienta el derramamiento de sangre.

Según el diario El País [3], las recientes muertes en las prisiones brasileñas son el resultado del colapso de un «pacto de paz» que ha existido durante casi dos décadas entre los dos mayores facciones criminales del país: el Primero Comando de la Capital (PCC), con sede en São Paulo, y el Comando Rojo (CV), con sede en Río de Janeiro. Para empeorar las cosas, ambos comandos tienen a su disposición amplios grupos de bandas regionales más pequeñas.

El 1 de enero, 64 detenidos murieron en la prisión Anísio Jobim en Manaos. Las víctimas eran en su mayoría miembros de PCC, cuya hegemonía fue atacada por el grupo local Familia del Norte (FDN). A lo largo de todo el mes, ataques similares ocurrieron en todo Brasil.

Además de controlar las armas y el tráfico de drogas en grandes centros urbanos en Brasil, el CV y el PCC, que se formaron dentro de las prisiones en 1970 y 1990, respectivamente, se han establecido como administradores no oficiales de las prisiones del país. Durante 20 años, un pacto entre los dos grupos preservó una frágil paz y también redujo los homicidios en varias ciudades.

A fines del año pasado, aparentemente la tregua se rompió, y los prisiones brasileñas están en guerra desde entonces.

Las violaciones a los derechos humanas, includas tortura y muertes extrajudiciales, no son extrañas entre las fuerzas de seguridad brasileñas. Las masacres realizadas por oficiales de policía, con o sin uniforme, han sido preocupantemente frecuentes en las afueras de las grandes ciudades desde los años 90 [4]. En 2015, un informe de la organización internacional Human Rights Watch describió el sistema carcelario brasileño como un «desastre en derechos humanos [5]«.

Tan brutal como el sistema carcelario es que tenga tantos partidarios en Brasil. La retórica extrema que se limitaba al ámbito político ha inundado los medios convencionales y los medios sociales. Algunos de la derecha apoyan ahora abiertamente la “eliminación” de personas consideradas como socialmente “indeseables”. Y quieren que forme parte de la política oficial del estado en seguridad interna.

A raíz del reciente aumento en la violencia en las prisiones, la página de Facebook Direita ao Vivo [6] (Derecha en vivo) publicó una hoja de cálculo donde ubicaba a las prisiones según la letalidad de sus motines, y la llamó «Liga de Campeones de los Juegos Correccionales». El primer lugar fue para la ahora clausurada Penitenciaría de Carandiru en São Paulo, lugar de la mayor masacre carcelaria en la historia brasileña [7], donde la policía militar ejecutó a 111 prisioneros en 1992. Direita ao Vivo se burla y celebra la guerra entre las dos facciones criminales del país, la compara con un juego, mientras los suscriptores dejan comentarios aplaudiendo más muertes.

Liga de Campeones de los Juegos Correccionales de Direita ao Vivo. Image: Facebook.

Y hay muchos bromistas en línea que se burlan y aprueban la exterminación de los encarcelados. Marcela Tavares, estrella de YouTube, con una audiencia de más de 400,000 suscriptores, propuso reemplazar la versión brasileña del programa de televisión “Gran Hermano” con algo llamado «Gran Hermano Bandido [8]» y dijo que las prisiones deberian transmitir sus masacres por televisión para entretenimento de los hogares. Al final de su video, dice a la audiencia enigmáticamente: «¿Quién dice que bromeo?».

Los comediantes de internet no están solos en su apoyo a la violencia contra la población carcelaria de Brasil. Bruno Júlio, secretario nacional de Juventud, dijo en una entrevista [9] que «debería haber más muertes. Debería haber una masacre todas las semanas». Al final, lo presionaron para que renunciara, pero Facebook [10] se vio inundado de apoyo de sus seguidores.

El congresista Major Olímpio también fue cuestionado cuando publicó una cifra de muertos [11] en referencia a la institución correccional de Gericinó en Bangu.

Olímpio pertenece a la llamada «Bancada de la Bala» del Congreso Nacional —coalición de diputados conservadores que defienden tratar al crimen con mano dura que defienden que se dé armas a la población y se impulsen los poderes de control del estado.

Cuando se trata de prisiones de Brasil, la retórica nacional ha estado volviéndose más sedienta de sangre con los años. Ahora con el sistema penitenciario en abierto caos, algunos funcionarios públicos y usuarios de internet están alentando la violencia, la reciben como una “purga” necesaria. Las penas criminales son ahora más duras también. Hay más delitos en el papel, y los periodos de cárcel son más largos que nunca.

Junto con la guerra a las drogas, esta represión está avivando un «populismo penal [12]» que ha llevado al sistema carcelario más allá de su capacidad.

Según el instituto de investigación Sistema de Información Penitenciaria Integrada (Infopen [13]) del Ministerio de Justicia de Brasil, la población carcelaria creció 161 por ciento entre 2000 y 2014, y se convirtió en la cuarta más grande internacionalmente. También preocupa el hecho que apenas 40 por ciento de esos presos nunca haya ido a juicio.

A pesar de la explosión de vigilancia y encarcelamiento, las tasas criminales de Brasil siguen siendo muy altas. Ciertamente, el país tiene la undécima tasa más alta de homicidios del mundo [14], con un promedio de 32.4 homicidios por cada 100,000 personas. Y el caos de las prisiones brasileñas puede haber contribuido al crecimiento de las propias organizaciones delictivas, que hoy están en el centro de la crisis.