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En Kirguistán, medios enfrentan presión de un presidente temeroso

Categorías: Asia Central y Cáucaso, Censura, Derechos humanos, Medios ciudadanos, Periodismo y medios, Política, Protesta, GV Advox

Captura de pantalla del programa de entrevistas Oi Ordo, de la principal cadena pública de Kirguistán. Vídeo difundido a través del canal oficial de YouTube de la cadena.

Durante un reciente episodio del programa de entrevistas Oi Ordo titulado ‘¿Libertad de expresión o de calumnia?’, el moderador Maxim Poletayev interrumpió con frecuencia a los expertos de medios independientes que ofrecían su opinión sobre la situación de la libertad de prensa en Kirguistán, pero escuchó con diligencia a los representantes del gobierno en el programa.

Muchos usuarios de redes sociales que comentaron la emisión del programa en el canal de la cadena pública más importante de Kirguistán consideraron la actitud del presentador como una reveladora representación del enfoque del gobierno con respecto a la libertad de prensa: puedes decir algo siempre y cuando al gobierno no le importe que lo digas.

Ahora mismo hay tres agencias de noticias demandadas [1] por el fiscal del estado, simplemente por su uso de citas atribuidas a críticos del presidente Almazbek Atambayev y su partido socialdemócrata de Kirguistán. El argumento del fiscal es que las citas en sí son «calumnias» y dañan el «honor y la dignidad» del presidente Atambayev. Como tal, dice el fiscal, las agencias de noticias son responsables de las cita spor transmitirlas.

Las tres agencias de noticias, que casualmente también son las más críticas con el gobierno, se enfrentan a multas que oscilan entre los 15.000 y 150.000 dólares, y dos tienen sus cuentas bancarias congeladas por las autoridades a la espera del proceso judicial.

Los expertos de medios argumentan que la ley del país centroasiático protege a los periodistas de responsabilidad por la exactitud de la información de sus noticias. En la práctica, sin embargo, los periodistas pueden ser demandados bajo el pretexto de leyes de difamación mucho más imprecisas, y la abundancia de esos casos amenaza con aumentar la censura autoimpuesta de los medios.

Que el presidente Atambayev haya calumniado a periodistas y activistas de derechos humanos a lo largo de su mandato de seis años y no haya sido todavía demandado con éxito es un indicador del tipo de parcialidad judicial a la que se tendrán que enfrentar los medios una vez que los casos lleguen a los tribunales.

No lo dijimos nosotros, sino ellos…

Como ya se ha señalado, en todos los casos a excepción de uno, las agencias tan sólo estaban comunicando las acusaciones contra el presidente y su partido que habían hecho sus entrevistados.

Entre esas acusaciones había:

¡Abróchense los cinturones, es tiempo de elecciones!

Como el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, Atambayev ha castigado repetidamente a las agencias de noticias críticas por informar, acusándolas de desinformar y servir los intereses de donantes y gobiernos extranjeros.

Algunos han señalado la ironía en el hecho de que cuando el propio Atambayev era una oprimida figura de oposición, antes de la segunda revolución kirguisa en 2010, alabó a la financiada por el congreso Azattyk, y la calificó como una de las pocas agencias que informaba de forma crítica sobre el autoritario gobierno de Bakiyev.

Ahora que Atambayev tiene el control del aparato de gobierno, una popular agencia de noticias con reputación de informar de forma independiente dentro del país, y que goza además de un estable flujo de financiación del departamento estatal le resulta mucho menos útil.

Más curiosa que sus ataques a las agencias críticas, quizá, es la reciente deportación del editor de la rama local de Regnum.ru, una agencia de noticias con sede en Moscú citada por los críticos como una habitual fuente de propaganda para los aliados de Atambayev en el gobierno ruso.

A lo largo de una presidencia turbulenta, el apoyo ruso ha sido vital para que Atambayev se asegurase la legitimidad entre una población que siente, mayoritariamente simpatía hacia Rusia, un hecho que convierte en fuente de conjetura la decisión de negarle el regreso  al país a Grigory Mikhailov, tras una violación menor al Código Laboral.

Según especulan los usuarios de las redes sociales, uno de los artículos que puede haber contribuido al veto de Mikhailosv citaba la exigencia de la oposición [4] de que Atambayev se sometiese a pruebas psiquiátricas, tras unos comentarios particularmente groseros que había hecho sobre el partido Ata-Meken.

Otro fue una larga entrevista [5] con un adinerado político que muchos consideran favorito para suceder a Atambayev en las elecciones de noviembre, pero que probablemente no es su candidato favorito para la tarea.

En comparación a los altamente autoritarios países de su vecindario exsoviético, así como a su cercana vecina, China, Kirguistán es tan solo un enemigo moderado de la prensa libre.

Pero mientras Atambayev sopesa formas de asegurar su jubilación más allá de las votaciones en las que constitucionalmente no puede participar y que tendrán lugar en ocho meses, los medios independientes tienen pore delante un viaje extremadamente agitado.