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Organizaciones combaten el «desperdicio de cerebros» y hacen que inmigrantes capacitados vuelvan a trabajar en Estados Unidos

Categorías: Norteamérica, Estados Unidos, Medios ciudadanos, Migración e inmigración, Trabajo

Semere Tsegay, enfermero capacitado en Eritrea, participó de un programa en el Highline College de Burien, Washington, que ayuda a los inmigrantes a retomar las profesiones que tenían en su país de origen. Crédito: Anna Boiko-Weyrauch

Este artículo de Anna Boiko-Weyrach [1] se publicó en PRI.org [2] el 30 de marzo de 2017. Se vuelve a publicar aquí como parte de un acuerdo entre PRI y Global Voices.

Ali Mufrej quiere volver a sentir orgulloso de sí mismo.

Mufrej comentó: «Cada vez que me miro en el espejo, me digo: ‘Eres doctor, tienes que volver a trabajar como doctor’”. Es de Irak y, en Bagdad, administraba anestesia en miles de operaciones quirúrgicas realizadas por heridas de bala, accidentes de tránsito y cesáreas.

Mufrej recuerda la cara de los pacientes cuando la anestesia hacía efecto: «el agradecimiento en los ojos de mis pacientes». Mufrej comenta que hacía que se les fuera el dolor inmediatamente, y entonces empezaban a rezar por él.

Pero en la actualidad, se encuentra lejos de tener un empleo en su rubro, y su principal fuente de ingresos proviene de un sitio de eBay en el que vende artículos chinos importados y partes de automóviles dañados que obtiene en la chatarrería de su hermano. Mufrej lo llama «empleo de supervivencia».

Los inmigrantes como él abandonan sus profesiones, ya que la burocracia, la economía y otros obstáculos dificultan que los profesionales capacitados (por ejemplo, doctores, enfermeros e ingenieros) trabajen en su rubro.

Aunque un tercio de los extranjeros que vive en Estados Unidos tiene título universitario, es menos probable [3] que trabajen en su rubro que los profesionales nacidos en Estados Unidos, según el Instituto de Políticas de Migración, que denomina a este hecho un «desperdicio de cerebros». Una red de organizaciones está tratando de revertir la situación.

Ayudar a los profesionales extranjeros capacitados a volver a trabajar en el rubro en el que tienen experiencia es importante para la comunidad, además de para los inmigrantes mismos, dice Liz Patterson, directora del centro Welcome Back [4] del Edmonds Community College en el noroeste de Washington, cerca de Seatlle. Es uno de los 11 centros de recursos [5] de Estados Unidos que con frecuencia están en universidades comunitarias.

Como los hospitales y las clínicas atienden cada vez a más gente con diferentes culturas e idiomas, emplear a trabajadores de la salud con antecedentes similares puede beneficiar a todo el sistema, comenta. «Cuando las personas están heridas o enfermas, están asustadas», dice Patterson. «Si al menos podemos hacerlos sentir que entendemos la situación que pasan, desde el punto de vista cultural y lingüístico, mejora la calidad de la asistencia sanitaria».

Pero primero, los trabajadores de la salud capacitados en el extranjero deben enfrentarse a mucha burocracia para volver a trabajar en su rubro.

«Puede ser un proceso largo, que depende del país del que provengan, de la experiencia que tengan y de lo que quieran hacer. Puede ser un proceso caro», explica Patterson.

Caro quiere decir 1000 dólares o más para enfermeros y decenas (o cientos) de miles de dólares para doctores y dentistas.

Incluso obtener el expediente académico puede constituir un gran obstáculo, afirma Patterson.

De eso, nadie sabe más que Mufrej. Intentó obtener su expediente en su país, e incluso viajó en avión para conseguirlo. Pero la burocracia de su país se lo impidió.

«Creo que de algún modo lo conseguiré, pero todavía no sé cómo. Todavía lo estoy pensando», comenta Mufrej.

Luego de obtener el expediente académico, Mufrej debe volver a estudiar en una escuela de medicina en Estados Unidos, graduarse, pasar los exámenes para obtener la licencia y solicitar una residencia médica (y ser aceptado).

Mufrej buscaasesoría en el centro Welcome Back [6] del Highline College en Puget Sound, al sur de Seattle. Allí es donde, una noche de lunes, un grupo de enfermeros de países tan distintos como Etiopía, Kazajistán, Nepal y Filipinas se preparaban para el examen nacional de certificación para enfermeros.

Deben aprobarlo para trabajar en Estados Unidos.

Uno de los estudiantes es Semere Tsegay, enfermero capacitado en Eritrea que sonríe cuando recuerda que ayudaba a dar a luz a bebés. «Me gusta ayudar a la gente a través de mi profesión», dice.

Pero para volver a ayudar a dar a luz a bebés, su educación internacional debe ser evaluada por una empresa privada; y debe realizar un examen de inglés, uno de enferería y obtener su licencia.

Tsegay está persiguiendo ese objetivo, y carga gruesos libros de texto y una portátil a una biblioteca para estudiar de lunes a viernes. Los fines de semana por la noche, Tsegay trabaja en un hogar de ancianos, donde les administra medicamentos a los residentes. Espera con ansias poder asumir más responsabilidades.

«Estoy contento de comenzar mi nueva carrera aquí en Estados Unidos como enfermero», dice Tsegay.

Luego de meses de arduo trabajo, tiene algo para anunciar en la clase de preparación para el examen de enfermería. Tsgay se para al frente de la clase y les dice a sus compañeros: «Yo lo logré, y sé que ustedes también pueden lograrlo». Sus compañeros lo aclaman y lo aplauden.

Tsegay aprobó el examen que le permite ser enfermero certificado.

Mientras tanto, el doctor iraquí Ali Mufrej sabe que le quedan 12 años para poder celebrar. No lo toma a mal. «Así es la ley», dice. «Este es el procedimiento, y debo seguirlo».