Esta historia fue escrita para Syria Untold por Jood Mahbani, periodista y activista civil radicado en Homs, y traducida por Yaaser Azzayyaat. Se publicó originalmente el 8 de mayo de 2017, y se reproduce aquí en dos partes, como parte de un acuerdo de colaboración. A continuación, la primera parte. Para leer la segunda, haz click aquí.
“¿Idlib, Yarábulus o la zona rural al norte de Homs?”
Esto es lo que suelen preguntar los habitantes del barrio sirio de Al-Waer, al oeste de la ciudad de Homs y parte del distrito de Homs, cuando se preguntan entre ellos sobre sus distintos destinos. Los rebeldes y sus familias están evacuando su último bastión en la ciudad que ha sido apodada como la «capital de la revolución«, tras un acuerdo negociado con Rusia.
Tras seis años de una guerra que comenzó como un levantamiento popular contra el régimen de Asad, está retomando el control con apoyo de Rusia e Irán.
Según el acuerdo firmado el 13 de marzo de 2017 por una delegación de régimen y el Comité del Barrio de Al-Waer, el éxodo tendrá lugar en grupos, hasta la salida de la última persona que quiera abandonar la zona, cuando será entregada a las fuerzas del régimen sirio.
Como no se han ofrecido garantías sustanciales, muchos de los habitantes han optado por aventurarse a lo «desconocido» antes que quedarse esperando lo «inevitable», según Ibtisam Al-Masri, madre de cuatro hijos. (Se han utilizado seudónimos a la largo de la historia por razones de seguridad.)
Ella imaginaba que el destino del barrio sería, a lo sumo, similar al de Alepo Oriental. «No dejarán nada sin saquear», añadió antes de entrar a uno de los autobuses que llevarían al quinto grupo de exiliados a la ciudad de Yarábulus. «Tomarán represalias contra todos los que se queden, por eso me voy… de ninguna manera podría quedarme y observar cómo nos asesinan y saquean nuestros hogares».
Los medios de la oposición insisten en que el barrio de Homs está al borde de sumirse en una transformación demográfica sistemática diseñada por el régimen sirio, como ha ocurrido en ciudades como Daraya, Al-Qusair o el este de Alepo, que fueron previamente asediadas y finalmente evacuadas.
Sin embargo, la situación en Al-Waer es mucho más ambigua y compleja, y no está claro que el régimen vaya efectivamente a evacuar a todos sus habitantes antes de desplegar sus fuerzas.
El acuerdo de evacuación de Al-Waer ha estado peculiarmente marcado por la apertura de cruces para permitir la entrada de civiles dueños de propiedades antes de que las fuerzas del régimen lo hagan. Esto incluía la opción de quedarse a quienes así lo quisieran, lo que no ocurrió en Alepo Oriental, por ejemplo, donde todos los civiles fueron evacuados antes de la entrada de las fuerzas del régimen.
No obstante, la desconfianza de la gente en el apoyo ruso, como único garante del acuerdo, sumada a la existencia de pueblos chiítas armados contiguos a Al-Waer (Zarzuriya, Hayek y Mazraa), han llevado a un sentimiento de temor generalizado en el barrio. Muchos rumores han estado circulando sobre militantes chiítas en el pueblo de Mazraa (contiguo a al-Waer) que estarían esperando la evacuación del último grupo de rebeldes para atacar a los civiles restantes y perseguirlos.
Por esta razón, la población civil se encuentra atrapada entre la sombría perspectiva de convertirse en desplazados y desarraigados, por un lado, y el permanecer en un estado de incertidumbre, por el otro. Ambas opciones representan una elección infinitamente difícil de tomar.
‘No quiero abandonar mi casa, mis pertenencias, mis memorias’
Hayyan Al-Siufi, activista de 30 años, describió los últimos cinco años que ha pasado bajo asedio como «años de pérdida».
Explicó a SyriaUntold las duras condiciones de bombardeo, asedio y destrucción de infraestructuras, y admite arrepentirse por no haber decidido emigrar al inicio de la agitación armada en Siria. «No lo sé, ¿para qué fue todo?», añadió con desconcierto. «¿Por qué hemos sido pacientes? ¿Para que al final nos desplacen así y abandonemos nuestros hogares y seres queridos?».
Hayyan es apenas uno de los miles de jóvenes en Al-Waer candidatos al reclutamiento forzoso o al servicio de reserva, y que han preferido quedarse en los enclaves bajo control rebelde desde 2011 y no viajar al extranjero. Tenían la esperanza de que la guerra terminaría algún día, y que quedarían exonerados del servicio obligatorio o el alistamiento en la reserva.
Sin embargo, cuando la evacuación del barrio se convirtió en realidad, con sólo unas pocas semanas antes de que finalicen los grupos de evacuados, la mayoría decidió registrar su nombre para irse. Se negaron a quedarse por miedo al mismo problema, el servicio militar obligatorio en el ejército del régimen sirio.
Además, si bien los hombres menores de 40 años tomaron rápidamente la decisión de marcharse a áreas controladas por la oposición, la decisión más difícil concernía a sus familias. Estas tienen prioridades, responsabilidades, miedos y expectativas entremezcladas,
Divididos entre el apego a sus raíces y el apego a los hijos que se van, muchas familias han quedado separadas por sus decisiones, y hay quienes han retirado su solicitud de registro al destino elegido para volver a presentarla en varias ocasiones.
«Nos registramos para ir a Idlib para poder marcharnos pronto a Turquía. Entonces nos dimos cuenta de que cruzar la frontera ilegalmente no es tan sencillo y nunca sale barato, así que decidimos cambiar por Yarábulus», dijo Um Rami, justificando su presencia con un grupo de habitantes en uno de los centros de registro, pese al vecimiento de la fecha límite para elegir destino.
Mientras SyriaUntold hablaba con ella, se reveló que es empleada del gobierno, y que la edad de su marido excede la requerida para la reserva militar. No obstante, decidieron marcharse con sus tres hijos, ellos son su preocupación.
«El mayor tiene 26 años, y le solicitan para la reserva; el segundo tiene 20 y lo buscan para el servicio obligatorio. El menor tiene 15 años, lo que significa que pronto alcanzará la edad de servicio militar».
Mientras envuelve su cuello entre las palmas de sus manos para aliviar la agonía, añade con voz ronca: «Me siento terriblemente derrotada. No quiero abandonar mi casa, mis pertenencias, mis memorias, pero tampoco puedo abandonar a mis hijos a esta edad».
En el centro de registro para los destinos asignados (Idlib, Yarábulus y la zona rural al norte de Homs), la gente intercambia consejos y comparte información obtenida por quienes les precedieron a alguno de esos destinos.
Algunos de los testimonios difundidos, repetidos más de una vez por diferentes personas, se transforman en mantras que circulan por el barrio como hechos científicos. «El alquiler de vivienda es más barato en Idlib». «El problema de Idlib es que es peligroso y está sometido a bombardeos». «Los que eligen Idlib están en realidad eligiendo Turquía a través de una ruta de contrabando». «Las fuerzas del régimen arrestarán a todos los que se queden en el barrio». «Yarábulus es seguro, pero es difícil conseguir vivienda». «Si puedes vivir en una tienda de campaña entonces puedes ir a Yarábulus». «La zona rural al norte de Homs sufrirá pronto el mismo destino que Al-Waer».
Um Rami abandona el grupo de mujeres, deja que las señoras que se quedan acaben la conversación. Arrastra los pies con dificultad, mientras aguanta las lágrimas que no harían más que anegar sus ojos. «Todo esto es inútil», dijo a SyriaUntold. «Estamos abrumados con detalles, y nos entretenemos pensando en cuál destino es mejor, Idlib o Yarábulus… pero no nos damos cuenta de lo importante: «¡Es lo mismo! ¡Nos estamos marchando!»
Lee la segunda parte de esta historia en: En Al-Waer, Siria, la incertidumbre de evacuar pesa en los habitantes