Los rebeldes sirios y sus familias están en proceso de evacuación su último bastión en Al-Waer, que ha sido apodada como la “capital de la revolución“, tras un acuerdo negociado con Rusia. El éxodo tiene lugar en grupos hasta la salida de la última persona que quiera abandonar la zona, cuando será entregada a las fuerzas del régimen sirio.
No obstante, a los habitantes se les ha dado la opción de quedarse.
La población civil se encuentra atrapada ahora entre la sombría perspectiva de convertirse en desplazados y desarraigados, por un lado, y permanecer en un estado de incertidumbre, por el otro. Ambas opciones representan una elección infinitamente difícil de tomar.
Esta es la segunda parte de una historia escrita para Syria Untold por Jood Mahbani, periodista y activista civil radicado en Homs, y traducida por Yaaser Azzayyaat. Se publicó originalmente el 8 de mayo de 2017, y se reproduce aquí en dos entregas, como parte de un acuerdo de colaboración. Leer la primera parte en: Se vayan o se queden, habitantes de Al-Waer en Siria enfrentan futuro incierto.
Según el acuerdo, a quienes deseen irse con los rebeldes se les permitirá evacuar el barrio en grupos semanales, en un promedio de 1,500 a 2,000 personas por semana. Cuando se escribió este artículo, se esperaba que los grupos continuasen hasta mitades de mayo, seguidos por la entrada de la policía civil siria y rusa.
Tras rastrear la zona y asegurar la seguridad de los habitantes restantes bajo supervisión rusa, que se supone disuadiría la toma de represalias, el barrio será entregado por completo a las fuerzas del Gobierno sirio. Este punto en particular atemoriza a las personas y da lugar a la circulación de rumores: ¿Cuál es el destino de los que se queden una vez que se entregue el barrio?
No se puede responder ninguna de estas preguntas, aunque el Gobierno sirio ha declarado repetidamente, a través del gobernador de Homs, Talal Al-Barazi, que no se hará daño a ningún civil que permanezca en el barrio, y que el Gobierno anima a la gente a quedarse.
En un intento de proyectar sus buenas intenciones hacia los habitantes, el Gobierno sirio pidió al comité que representa al barrio que registrara los nombres de los que se fueron o se estén yendo a Yarábulus e Idlib y que quizás deseen volver –en caso de que se vayan y luego se arrepientan y decidan retornar a Al-Waer.
Sin embargo, todas estas garantías no parecen disuadir a las familias que quedan en el barrio de irse en los próximos grupos. La escena del desplazamiento se repite semanalmente, cuando la plaza de Medinat Al-Maared es testigo de aglomeraciones alrededor de los autobuses verdes que entran al barrio para reubicar a las familias en sus destinos elegidos. Allí se despiden unos de otros, sus miradas faltas de esperanza. Muchos se niegan a hablar con los medios.
Frente a estos autobuses, una joven titubea al embarcar tras haberse despedido de cada uno de sus familiares. Parece sentirse abrumada de repente por la comprensión de que es la última vez que pise su barrio, que quizás no vuelva a caminar por aquí en años. No se queda ahí por mucho tiempo, pues otras mujeres se inquietan y la empujan hacia el autobús, donde pronto se pierde de vista.
En el autobús opuesto está parado un hombre mayor que no lleva equipaje, lo que indica que piensa quedarse. Aprieta con fuerza la mano de su nieto, antes de que el niño entre en el autobús acompañado de sus padres. El anciano abraza a su hijo con una mano, con la otra aún sostiene la manita de su nieto.
«Te lo ruego, papá, déjame quedarme con el abuelo», dice el niño mientras brotan lágrimas de sus ojos. Con aparente dificultad, el hombre despega las manos de nieto y abuelo, besa a su anciano padre en la frente por segunda vez, y pronuncia la última frase: «Perdóname, padre, irme nunca fue mi decisión». Se sube rápidamente al autobús junto con su mujer y su hijo, se oculta entre los pasajeros y deja al anciano solo en la plaza.
El 24 de abril de 2017, los arreglos para la sexta evacuación con destino a Yarábulus, continuaron durante un día entero, lo que causó gran agotamiento y fatiga entre los habitantes. Al inicio de la semana siguiente estaba programada una nueva sangría de su gente a través del desplazamiento forzoso.
Cabe mencionar que Al-Waer, tomado por los rebeldes, ha sido objeto de violentas campañas militares. El último asedio a gran escala fue impuesto gradualmente por las fuerzas del régimen sirio durante los últimos cinco años, que tuvo como resultado olas de desplazados que han llevado al declive a la población civil.
En la escalada militar reciente de principios de febrero de 2017, minas paracaídas fueron arrojadas en Al-Waer por primera vez desde 2011, según testimonios de activistas y médicos locales. Las fuerzas armadas de la oposición se rindieron finalmente y accedieron a abandonar el barrio, siempre y cuando quienes quisieran irse pudieran marcharse a zonas controladas por la oposición.