«En España hemos creado el mejor sistema para vacunarnos contra el racismo: negarlo.»

Fotografía tomada de Pixabay, publicada bajo licencia CC0, del Dominio Público.

El siguiente articulo fue escrito originalmente por Aitor Gorrotxategi Cortina, abogado residenciado en Madrid. Su análisis fue publicado originalmente por el sitio Afroféminas y es re-editado y compartido por Global Voices con permiso de las administradoras del sitio y siguiendo sus protocolos de republicación.  

Lo hemos conseguido. Después de siglos de lucha antirracista no hay racismo en España. Son casos anecdóticos. Son cuatro, pero la generalidad de la gente en España no es racista.

Vamos a exportar nuestro método a otros países como Estados unidos (fíjate tú con Donald Trump, pobrecillos) o Francia (la candidata a la presidencia, Marine Le Pen tiene muchos votos ¡que fascistas!)

Vemos las películas tipo “Arde Mississippi” o “12 años de esclavitud” y nos decimos, ¡estos paletos sureños que cabrones! Vemos al Ku Klux Klan o los mítines del partido de ultra derecha francés, el Frente Nacional y nos vemos diferentes, mejores.

Porque nosotros no somos racistas. Nada de eso. Decimos cosas como que los racistas son una minoría. Gente mayor, chapados a la antigua o el grupúsculo de extrema derecha que pulula por algunas ciudades españolas. Vamos lo que serían unos fachas.

Qué más da que los nazis y racistas campen a sus anchas en las redes sociales. Qué importan los problemas evidentes de discriminación en muchos centros escolares de nuestro país, la falta de oportunidades, la falta de acceso en condiciones de igualdad al mismo puesto de trabajo, la persecución policial, el rechazo a todos los niveles, las enormes bolsas de pobreza, la cosificación, la invisibilación, etc. ¿Que más da si en los campos deportivos españoles se profieren gritos racistas constantemente? O que existan los CIES (Centros de Internamiento de Extranjeros) donde se tiene encerrados contra su voluntad a miles de inmigrantes por el delito de buscar una vida mejor con la aprobación mayoritaria de la ciudadanía. ¿Que importan las cientos de agresiones racistas (las contabilizadas) anuales?

El racismo en España no es brutal, es sutil. Falta empatía. Normalmente se acusa a la víctima de exagerar y esto tiene mucha lógica en un ambiente de negación del racismo. Esto es algo muy parecido de lo que ha pasado históricamente con otras discriminaciones. Enseguida aparece el tema de no querer integrarse.

Integrarse en este sistema significa callar y no molestar.

Recientemente leí a un tal «Nadie» respondiendo a un comentario de un post de «Afroféminas» (soy seguidor; lo confieso) sobre el recién nombrado alcalde de un pueblo de Mallorca Guillen Balboa decía lo siguiente:

La realidad es que estrictamente en su significado, la sociedad española no es racista, lo cual no significa que en España no hayan racistas, obviamente, pero en su conjunto los españoles no son partidarios del racismo, y en nuestra Ley no existe ese tipo de discriminación.

Una sociedad racista fue la que existió en EEUU cuando los negros tenían que sentarse en los últimos asientos del autobús, o incluso mucho antes, cuando existía la exclavitud. Eso es una sociedad racista, por definición aquella que mediante la exacerbación de un grupo étnico discrimina y persigue a aquellos con los que convive y no pertenecen a su “raza”. Una sociedad racista es la que existía en Sudáfrica durante el apartheid.

Lo que tú sufres es una sociedad estúpida con 4 racistas de libro y algunos racistillas de poca monta. Personas en posesión de prejuicios con mejor o peor voluntad, que a pesar de ello, puede elegir y elige democráticamente a políticos negros para ejercer cargos públicos, como lo es una alcaldía. Parece que no te sorprende este hecho, a lo mejor es que imaginas que todos los que han votado a este hombre eran negros, pero la realidad es que seguramente ni el 1% lo son. ¡Ah! No, perdona, los que han votado a este señor fueron los hippie guays, esa gentuza, esos racistas que te hacen la vida imposible, a ti y a tu hijo aparentemente blanco…

El tono es típicamente condescendiente. El blanco le explica a la mujer negra lo que es el racismo y le viene a decir que es una amargada que sufre alucinaciones porque, claro, piensa que todos los blancos son malos. Toda esta parrafada ofensiva dice lo mismo de siempre: No es para tanto. Ves fantasmas en todos lados y eres un poco ignorante, todo juntito… España no es racista porque, mira, tenemos un alcalde negro en un pueblito y os dejamos vivir. Esta es una cuestión importante. Esa sensación que tienen muchos de que hacemos un favor, somos muy buenos.

Los blancos tenemos un problema. No nos gusta que nos lleven la contaría. Lo que no sufrimos o no protagonizamos es un asunto menor. Por eso en España el racismo es un asunto sin importancia.

Además pensamos que si hay que solucionar esos pequeños asuntos, ¡quién mejor que nosotros mismos para hacerlo! Nosotros podemos hacerlo. No tenemos ni idea de qué es ser discriminado por cuestión de etnia, religión u origen. Pero qué más da. Nosotros queremos ser los salvadores. La niña en la comunión y la novia en la boda.

Un ejemplo claro son las políticas contra el racismo que las instituciones llevan a cabo. La inmensa mayoría de instituciones  que tratan estos temas están dirigidas a casi todos los niveles de toma de decisiones por personas autóctonas, que desde luego no sufren el racismo o la exclusión directamente. Imagínense a un hombre dirigiendo la Casa de la Mujer o una concejalía de Igualdad. Hay casos, pero desde luego hoy ya chirría mucho. Lo mismo debería ser para temas relacionados con el racismo y la inmigración.

Por otro lado las políticas son infantiles, cuando no ofensivas para los colectivos a los que se pretende ayudar, o en el mejor de los casos, inútiles.

Buscando, por mi trabajo como abogado, información sobre la plataforma «Antirumores» de Barcelona, una organización para prevenir el racismo encontré una fotografía de unas jornadas. ¿Había algún extranjero? Bueno, arriesgo más ¿Había algún no blanco? Ninguno.

Esto es ese “complejo de misionero”, la idea salvadora. Al final hasta ayudando invisibilizamos. Hasta intentando erradicar un mal como la discriminación racial y la xenofobia, lo practicamos. Y lo que es peor, sin darnos cuenta, lo cual es más dañino y evidencia las estructuras sociales que persisten en nuestro mundo.

No niego las buenas intenciones, pero debemos dar el protagonismo a los que sufren el racismo y la exclusión. Son mujeres y hombres que conocen mejor que nadie el problema los que deben protagonizar la lucha y ponerse en primera linea. No son gente subsidiada que necesite representantes. Se valen por sí mismos y están empoderados.

Para mí mismo ha sido un problema ocupar este espacio que no me corresponde. Pero no estoy hablando aquí para lxs lectorxs negrxs de «Aroféminas», si no para los que ocupan mi mismo lugar en la pirámide social, que queramos o no, existe. El color de la piel u origen es elemento esencial en la conformación de privilegios de esa pirámide.

Si conscientes que el racismo pase sin importante demasiado, eres cómplice. Sé que no te pasa a ti, pero seguramente otros sufrimientos que no te afectan no los soportas con tanta laxitud y protestas y contribuyes o haces algo. Así que haz algo, porque siento decepcionarte, lo que pasa en este país, mi país, respecto a esos otros que no son como nosotros, sí que es racismo.

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