Muerte de trabajador sanitario en Pakistán

Un jovencito tira desechos domésticos en el alcantarillado central en la colonia de Machar en Karachi, Pakistán. El barrio es un asentamiento ilegal y sus habitantes no tienen otra manera de deshacerse de su basura. Del usuario de Flickr, Balazs Gardi. (CC BY-NC-ND 2.0).

A principios de junio, Irfan Masih murió cuando se le negó tratamiento médico en un pequeño hospital rural gubernamental en Umerkot, Pakistán.

Irfan Masih era un trabajador sanitario que fue llevado al hospital tras caer inconsciente mientras limpiaba el alcantarillado central de su ciudad. Al parecer, los médicos de turno se negaron a tratarlo porque estaba cubierto de desechos de alcantarilla y por lo tanto «sucio». La madre de Irfan explicó a los medios pakistaníes que los médicos estaban ayunando por el mes sagrado islámico del Ramadán y creyeron que incluso al tocarlo, por no decir tratarlo, romperían el ayuno. Así que lo dejaron morir.

Este incidente golpea mis valores como humanitaria, defensora de la salud global, doctora, y minoría pakistaní. Hay mucho que decir acerca del alarmante nivel de prejuicio e insensibilidad que permitieron que esta tragedia ocurriera. Pero lo que es mucho peor, con respecto a la infraestructura de saneamiento de casi todo Pakistán, este prejuicio es sistémico.

Desde la instauración de Pakistán como nación en 1947, el trabajo de entrar en las cloacas de la ciudad para limpiarlas y mantener invisibles las redes de alcantarillado que están bajo nuestros pies, ha sido realizado por trabajadores sanitarios como Irfan Masih, que vienen de la poco privilegiada —y marginada— minoría cristiana,

Irfan Masih, de 30 años, cayó inconsciente junto con otros tres trabajadores sanitarios mientras limpiaban una alcantarilla en Umerkot, una de las ciudades con mayor diversidad religiosa de Pakistán. Murió en el hospital de Umerkot, mientras que los otros tres trabajadores –también cristianos– fueron trasladados a hospitales de ciudades mas grandes para recibir tratamiento médico.

Parte del problema está en el prejuicio sistemático evidenciado en la muerte de Irfan Masih. Pero otra parte también se encuentra en un punto destacado en una carta escrita por el presidente del Movimiento Cristiano Unido de Pakistán, Albert David. Dice:

Over the years, score of sanitary workers have lost their lives all over Pakistan whilst trying to clear the blocked gutters caused by irresponsible behaviour of citizens and ill-planning of city governments.

A través de los años, numerosos trabajadores sanitarios han perdido la vida en todo Pakistán, tratando de limpiar las alcantarillas tapadas a causa del comportamiento irresponsable de los ciudadanos y la mala planificación del gobierno de las ciudades.

Como pakistaníes, nuestros desechos son expulsados fuera de nuestros hogares al sistema subterráneo, que los trabajadores sanitarios deben mantener. Su trabajo es doble, en primer lugar, limpiar el sistema de alcantarillado —con poca o ninguna protección, sin equipo, sin reconocimiento de riesgos laborales y sin seguro médico. En segundo lugar, esta limpieza regular también tiene como objetivo mantener el sistema de saneamiento en funcionamiento. Estas dos funciones permiten a los políticos y planificadores pakistaníes evitar cualquier inversión en la infraestructura —diseño, planificación e instalación— como parte del sistema de saneamiento.

Cada comunidad humana, ya sea un pequeño asentamiento o una gran ciudad, tiene un sistema de gestión de agua con tres facetas: las fuentes del agua, que la llevan a los sistemas de abastecimiento y terminan en el sistema de saneamiento.

El agua constituye la esencia misma de la vida, la necesitamos para sobrevivir, así como para realizar muchas de nuestras actividades fundamentales cotidianas.

Las actividades sanitarias a las que se refiere la carta de Albert David forman la base más fundamental de la infraestructura humana moderna. Sin un medio para desechar nuestra orina, nuestro cuerpo puede adquirir rápidamente enfermedades agudas y crónicas, y al final morir pues nos descomponemos en nuestros propios excrementos. En consecuencia, si los pakistaníes cristianos no realizan con frecuencia la tarea de limpiar nuestro sistema de alcantarillas, el resto de la sociedad como funciona actualmente llegaría a su fin.

Sin embargo, en Pakistán, la última parte del ciclo de saneamiento la realiza una infraestructura pública, antigua e inefectiva, cuyos fallos se ven compensados por el trabajo de una comunidad sistemáticamente oprimida que trabaja en ese rubro hace tiempo.

Pocos pakistaníes toman en cuenta la situación. Es probable que esta apatía esté enraizada en la creencia de que los musulmanes son muy limpios y muy piadosos para conservar sus propias alcantarillas y limpiar sus propias canaletas. Esto ha tenido un efecto colateral en otros aspectos de la idea de ‘saneamiento’, que también refiere al mantenimiento de condiciones higiénicas a través de servicios como recojo de basura y desecho de aguas servidas.

El siguiente paso lógico para mí, como investigadora de crisis humanitarias, es ayudar a dar a conocer la importancia de los riesgos ocupacionales de salud en nuestra sociedad. Concierne a la sociedad civil unirnos y hacer que nuestros gobiernos locales adopten medidas básicas de salud ocupacional y seguridad, hy también mejorar nuestra infraestructura civil.

Como musulmanes pakistaníes, debemos reconocer que nuestros compatriotas han estado trabajando en situaciones precarias e inseguras para limpiar nuestros desechos, y han enfermado y luego muerto como resultado de exposición a nuestras heces y orina. Si nuestros sistemas de alcantarillado estuvieran mejor planificados y conservados, seríamos literalmente un país más feliz y saludable.

¿No es escandaloso que haya ocurrido una muerte tan evitable como la Irfan Masih, que surgió como una mezcla de prejuicios y también de fallos de sistemas y falta de conociemiento de salud pública? ¿Una muerte que no hubiera ocurrido de haber aplicado normas de salud pública en nuestra planificación urbana e ingeniería civil ? ¿Una muerte que se pudo evitar de haber buscado entender los sistemas de saneamiento públicos y dado a conocer una parte bsicá de cada currículum? ¿Una muerte que se pudo evitar si cada uno entendiera que el agua limpia será un bien codiciado mientras los efectos del cambios climático cobran su parte?

Como musulmanes pakistaníes debemos revisar nuestro privilegio y reconocer que hemos encargado a terceros un función social básica sobre la base de identidad religiosa, al mismo grupo al que lego dejamos morir porque son demasiado ‘sucios’. Hasta que aprendamos a apreciar el vital rol que han tenido en los últimos 70 años y veamos cómo parar este particular abuso, no podremos hacer ningún gran cambio.

Pero antes de hacerlo, puede ser útil considerar lo que está pasando ahora, debajo de nuestras calles.

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