Este artículo de Daniel A. Gross apareció originalmente en PRI.org el 1 de mayo de 2017. Se reproduce aquí como parte de una asociación entre PRI y Global Voices.
Todos los años, el 1 de mayo, una orgullosa nación en el Pacífico celebra su independencia. En ese día en 1979, las islas Marshall finalmente obtuvieron autonomía de Estados Unidos —país con larga y a veces complicada presencia en las islas.
Durante gran parte del siglo XX, las potencias coloniales controlaron la región, con poca atención a las necesidades y derechos de los habitantes de las islas Marshall. Durante la Primera Guerra Mundial, Japón ocupó las islas como un puesto militar estratégico. Estados Unidos tomó el control durante la Segunda Guerra Mundial.
Todo cambió en 1946, cuando Estados Unidos escogió las islas Marshall como lugar de prueba para armas nucleares. Ese año, los funcionarios estadounidenses obligaron a los habitantes del atolón de Bikini a salir de sus casas y reubicarse en islas que muchos no habían visto nunca.
Por su parte, científicos estadounidenses se dispersaron por todo el atolón de Bikini, donde probaron docenas de bombas nucleares. Querían predecir los efectos en la salud de la guerra nuclear y refinar armas en el arsenal estadounidense, que pronto incluiría bombas de hidrógeno.
Lamentablemente, los habitantes del lugar y veteranos militares estadounidenses, algunos de los cuales fueron llevados a las islas Marshall para posteriores iniciativas de limpieza, sufrieron las consecuencias. Ambos grupos continuaron experimentando tasas inusualmente altas de cáncer —y gracias a la radiación, el atolón de Bikini sigue siendo inhabitable. Estados Unidos pagó reparaciones en un intento de cubrir los daños.
Después de que empezaron las pruebas nucleares, isleños nostálgicos hicieron lo mejor que pudieron para preservar historias y recuerdos de su atolón. En 1946, un nombre de Bikini llamado Lore Kessibuki escribió una canción sobre su tierra. En idioma de las islas Marshall, empieza «I jab ber emol, aet, I jab ber ainmon». “Ya no puedo quedarme, es verdad; Ya no puedo vivir en paz y armonía”. Al final, la canción de Kessibuki se convirtió en el himno oficial del atolón de Bikini.
Aun lejos de las islas Marshall, la canción es considerada un símbolo del hogar. “Lo cantamos en todas las reuniones de bikinianos”, dice Faith Jibas, abogada de las Islas Marshall que vive en Springdale, en Arkansas, al sur de Estados Unidos. Su esposo desciende de habitantes del atolón de Bikini, y su madre vienen de una isla que fue afectada por el efecto colateral nuclear.
“La canción se trata de una profunda tristeza al partir”, dice Jibas. Sus amigos y familia tienen fotos de las islas Bikini, que muestran playas de arenas blancas, una laguna azul y palmas de coco. “Es triste, porque mucha gente nunca ha visto Bikini”, dice. “Es el paraíso al que muchos quieren escapar. Y nuestra gente tuvo que escapar de ahí”.
Aunque la canción nunca menciona explícitamente menciona armas nucleares, su letras conmemora una isla que alguna vez albergó a pescadores y granjeros, y que hoy lucen abandonadas:
No longer can I stay, it's true
No longer can I live in peace and harmony
No longer can I rest on my sleeping mat and pillow
Because of my island and the life I once knew there
The thought is overwhelming
Rendering me helpless and in great despair
My spirit leaves, drifting around and far away
Where it becomes caught in a current of immense power
And only then do I find tranquility
Ya no puedo quedarme, es verdad
Ya no puedo vivir en paz y armonía
Ya no puedo descansar en mi colchoneta y almohada
Porque mi isla y la vida que ahí conocí
La idea es abrumadora
Me deja desamparado y con gran desesperación
Mi espíritu parte, vagando cerca y lejos
Donde lo atrapa una corriente de inmenso poder
Y recién ahí encuentro tranquilidad
Jibas dice que de niña, no sabía mucho de la historia de su tierra ancestral. «Nací y crecí en Estados Unidos, pero nunca aprendí sobre mi propia historia en libros de historia», dice. Algunas historias de pruebas nucleares se mantuvieron en secreto, gracias ene parte la carreras de armas entre Estados Unidos y la Unión Soviético. «Es una gran parte de la historia que estuvo oculta mucho tiempo”.
Las islas Marshall siguen conectadas a Estados Unidos, en gran parte debido al tratado de 1986 llamado el Compacto de Libre Asociación. Había pocos trabajos para los bikinianos que se reubicaron en otras partes de las islas, dice Ajji Lewis, otro habitante de Arkansas que nació en el atolón de Bikini. «Esa es una de las razones por las que muchos se fueron a Estados Unidos», explica por medio de un traductor.
Hoy, el país es conocido por el legado de pruebas nucleares, y también por levantar mares que han malogrado cultivos y erosionado tierras costeras. Por esa razón, las comunidades de las islas Marshall como la de Springdale siguen creciendo. Así, el himno de Bikini, y su sentido de añorar el hogar, adquiere nuevo significado.
«Cuando escucho a las personas cantar la canción, no puedo evitar que caigas las lágrimas», dice Lewis. «Me trae muchos recuerdos».