Su cara brilla debido a la fuerte luz blanca que hay en la pared agrietada y blanca de la casa. El calor de principios de julio hace que las gotas de sudor se distingan fácilmente en su frente. A pesar del aluvión de insectos que ocupan y atacan su espacio personal sin causarle daño alguno, parece relajada pero, sobre todo, segura de sí misma. Ha tenido cinco años para desarrollar resiliencia contra la ocupación y el asedio, por lo que los insectos ya no le afectan como antes.
Zein Jbeily es una refugiada siria de Alepo que abandonó su país en 2012. Durante los últimos cinco años se ha convertido en una activista y ha elegido luchar por los derechos de su pueblo a través de la acción pacífica y de la escritura.
«Se ha demostrado a lo largo de la historia que las armas no son la mejor solución. La no violencia es la mejor arma al alcance de la humanidad, es más fuerte que el arma de destrucción más potente», le cuenta a Global Voices. En Siria, afrima Jebily, «las balas no se disparan contra un enemigo sino contra tu vecino o, quizás, contra tu hermano».
Jbeily ha tomado su pasión por la acción no violenta y ha comenzado su propia guerra utilizando la escritura y la investigación contra los misiles y las balas para mejorar las vidas de los sirios que viven en Jordania.
Sin embargo, Jbeily no siempre ha sido escritora. «En Siria yo no trabajaba», apunta y habla sobre su vida como ama de casa y madre. Durante la revolución, el desprecio visceral hacia el régimen de Assad, desprecio que comparten la mayoría de sirios de Jordania, hizo del periodismo y de la documentación de las atrocidades cometidas por las fuerzas del régimen una reacción casi natural.
«En Siria, grababa las manifestaciones y las enviaba a las cadenas de televisión», dice Jbeily y añade que durante la revolución proporcionaba medicamentos a quienes se encontraban en las partes asediadas de Alepo.
Recuerda su viaje desde Alepo a Damasco y, finalmente, recuerda cruzar la frontera sur de Siria con Jordania, «se notaba la tensión cuando llegué, yo estaba en shock», dice. Desde 2012 hasta 2016, Jbeily fue cambiando de trabajo, todos incluían hablar sobre los refugiados o sobre la revolución Siria, que en ese momento estaban incluía a Rusia, Irán, Estados Unidos y algunos países del Golfo.
En 2016, Jbeily encontró refugio en una radio de Amán llamada Radio al Balad (Radio del país) y, concretamente, en uno de sus programas más importantes: Syrians Between Us (Sirios entre nosotros). En 2012, la emisora de radio de Amán junto al departamento de asuntos públicos de la embajada de Estados Unidos en Jordania, crearon este programa. Fue el primero de este tipo en el que se formaba a los refugiados sirios para ser periodistas y para que después hablaran sobre la situación de los refugiados en Jordania.
La mejor parte, según muchos que han participado en el programa, es que por cada historia, cobraban unos cien dólares, una cantidad modesta para muchos pero generosa para quienes se encuentran sin país y sin casa apenas meses. Jbeily no era la primera en participar, fue de las últimas. En 2016, el programa perdió su financiación y su emisión se canceló indefinidamente.
De acuerdo con Etaf Roudan, periodista de Community Media Network, el programa Syrians Between Us había formado a unos 60 sirios para convertirlos en periodistas durante el tiempo en el que estuvo activo.
Desde su creación, el programa Syrians Between Us echó una luz crítica sobre los temas que afectan a los refugiados: corrupción arraigada en los campos de refugiados, la falta de acceso a la educación a la que se enfrentan y, en ocasiones, la explotación sistemática de la que son víctimas las familias sirias.
«La gente es experta en su propia vida. Entonces pensamos: ¿por qué no darles una oportunidad a los sirios para que hablen de la suya?», apunta a Global Voices Daoud Kuttab, colaborador de Al-Monitor y uno de los fundadores del programa. «Notamos un aumento notable de la incitación al odio contra los refugiados sirios, especialmente en algunas emisoras de radio. Para nosotros, el programa más que sirios entre nosotros era sirios hecho por sirios sobre sirios», apuntaba.
Sa’id al-Haj Ali también ha trabajado en Syrians Between Us, pero a diferencia de su homóloga, viene de la ciudad más al sur de Siria, Daraa y empezó a escribir para el programa de radio en 2014.
Como muchos otros sirios, Ali se mudó a Irbid, pequeña ciudad a unas 90 millas al norte de Amán. Según ACNUR, en Irbid viven unos 150.000 refugiados sirios registrados, esto la convierte en una de las ciudades que más acoge en Jordania.
Sin embargo, Ali no era periodista. Era un estudiante de literatura árabe en la Universidad de Damasco, a quien la idea de una revolución exitosa despertó su parte revolucionaria. «Tomaba fotografías y me oponía públicamente [a Assad]», contó a Global Voices. Al final se encontró saliendo y entrando de la cárcel y, por tanto, en fuga.
«Vine a Jordania porque me asustaba el hecho de que me volvieran a detener y en busca de seguridad. Por las amenazas constantes del régimen de Assad contra mí y mi familia, Jordania era mi única opción».
Ali consideraba que su trabajo en Syrians Between Us era una voz esencial para quienes ya no la tenían. «No había ningún otro medio de comunicación en Jordania que hablara de los problemas, preocupaciones e historias de los sirios. Problemas relacionados con su vida diaria: sobre la comida, la ayuda, el tratamiento y la educación», apunta.
Syrians Between Us ha acabado por ahora, pero las vidas de unos 60 sirios como periodistas, no. Hoy en día, tanto Ali como Jbeily trabajan a tiempo completo como periodistas y no parece que vaya a cambiar en el corto plazo.
Sin lugar a dudas, Ali y Jbeily sueñan con volver a Siria. Es más, Ali quiere empezar un programa de radio en su país, pero volver parece poco probable. El año pasado, el régimen de Assad junto a sus aliados iraníes y rusos retomaron el control de una gran parte del país, por lo tanto, muchos creen que Assad ha venido para quedarse.
Según Kuttab, un «objetivo indirecto de todos era que una vez que Siria fuera un país libre y democrático necesitaría una plantilla de periodistas formados y profesionales que pudieran volver y trabajar en su propio país».
A pesar de que hoy todo esto parece muy lejano, tanto Ali como Jbeily seguirán escribiendo y soñando, soñando con la Siria que fue y la Siria que algún día, gracias a su trabajo, será.
Este artículo ha sido posible gracias al Pulitzer Center for Crisis Reporting, donde el autor estudia.