
Ejemplo de una publicación de discurso del odio a favor del pueblo rohingya que denigra a los budistas de Myanmarr, a quienes se acusa de cometer actos de limpieza étnica contra los rohingya. Captura de pantalla de Twitter, 4 de septiembre.
En Myanmar, internet explotó con publicaciones de discursos de odio, fotos de noticias falsas y narrativas racistas luego de que la fuerza militar de ese país se enfrentara con el Ejército de Salvación Arakán Rohingya (ARSA, por sus siglas en inglés) el 25 de agosto pasado, cerca de la frontera con Bangladesh al noroeste del país.
Los hechos de violencia se dieron durante varios días. El Gobierno birmano acusó inmediatamente a ARSA de ser una agrupación terrorista y, a su vez, lanzó agresivas «operaciones de limpieza» sobre los pueblos del estado de Rakhine. El Gobierno y ARSA se echaron la culpa mutuamente por las muertes de civiles como consecuencia del conflicto.
Mientras los hechos de violencia siguen en curso, el Gobierno intentó asistir en la reubicación de grupos étnicos no musulmanes en la zona. Sin embargo, los civiles de origen rohingya, aproximadamente un millón de personas, no corrieron con la misma suerte. Por lo tanto, decenas de miles de refugiados musulmanes rohingya están cruzando la frontera con Bangladesh para escapar del conflicto.
A pesar de que múltiples grupos étnicos se vieron afectados por el conflicto, los medios internacionales enfatizó el trato del Gobierno birmano hacia el pueblo rohingya no militante que busca escapar de la violencia. Existen varias denuncias sobre las atrocidades que sufrió este grupo étnico por parte de los militares. Mientras tanto, los medios locales pusieron el foco en las muertes de personas pertenecientes a otros grupos étnicos que vivían en esa zona y que, según se informó, fueron víctimas de los ataques de ARSA.
La comunidad internacional instó al Gobierno birmano a poner fin a la violencia y tomar las medidas necesarias para asistir a los refugiados. Sin embargo, algunas birmanos criticaron a los medios internacionales, los acusaron de tendenciosos por «ignorar» el sufrimiento de la población budista local, que también tuvo que ser reubicada durante la lucha entre el Gobierno y ARSA.
Ataque a las narrativas internacionales
A pesar de que las publicaciones de propaganda a favor de discursos de odio y de fotos de noticias falsas plagan el espacio en línea hace años, la situación se tornó una vez más sumamente violenta a consecuencia de los hechos que acontecieron el 25 de agosto. Las tensiones dieron origen a una «guerra de información» en línea, con una avalancha de propaganda en línea maliciosa que busca reestructurar la narrativa internacional dominante sobre el conflicto.
La presencia de esta características está muy presente en estas imágenes, donde se describe erróneamente a los rohingyas como bengalíes. En el estado de Rakhine viven muchos grupos étnicos minoritarios como los rakhine, mro, rohingya y dai-net. A diferencia de otros grupos, el Gobierno birmano no reconoce a los rohingya, que en su mayoría son musulmanes, como grupo étnico. En vez de eso, se los llama «bengalíes».

Una imagen muy difundida que compara la «visión mundial» o perspectiva internacional del conflicto con la «realidad». Captura de pantalla de Twitter, 4 de septiembre.
Los bengalíes conforman uno de los grupos étnicos más grandes del sureste asiático. Pero en Myanmar, la palabra bengalí tiene un significado particular. Se convirtió en una palabra despectiva para describir a los rohingya como un grupo indocumentado de inmigrantes de Bangladesh. Esta palabra, junto con el insulto «kalar«, se convirtieron en insultos racistas hacia los rohingya en Myanmar, tanto en línea como fuera de línea.
Otras imágenes denuncian a los medios internacionales por poner en manifiesto el sufrimiento de los rohingya.

Una imagen muy difundida sobre el conflicto actual en Myanmar, donde insinúa que los medios internacionales pretenden ignorar las muertes de las minorías que no son de origen rohingya en Rakhine. Captura de pantalla de Twitter, 4 de septiembre.
La siguiente imagen insinúa que los rohingya de alguna forma lograron que los medios internacionales dieran información errónea sobre la situación:

«Vamos, vamos, ¡creen noticias falsas!». Una imagen muy difundida de discurso del odio sobre el conflicto actual en Myanmar. Se insinúa que el pueblo rohinyá tiene demasiado control sobre los medios internacionales. Captura de pantalla de Twitter, 4 de septiembre.
Este tipo de imágenes, así como otras representaciones mucho más gráficas de estas ideas, se volvieron virales en las redes sociales de Myanmar.
Campañas en línea de desprestigio coordinadas
Además de lo que claramente es compartir y republicar orgánicamente e estas imágenes en las redes, algunas personas encontraron tendencias particulares en lo que se difunde que parecen estar coordinadas.
El analista independiente Raymond Serrato detectó un extraño aumento de 1 500 cuentas nuevas de Twitter que usaron etiquetas provocativas y que se crearon luego de los hechos violentos del 25 de agosto. Muchas de las cuentas sospechosas difundieron mensajes a favor del Gobierno con etiquetas como #BengaliTerrorists (terroristas bengalíes). Se desconoce quién está detrás de esas cuentas, pero esta moda repite el fenómeno similar de la «Twitter brigade» (brigada de Twitter) que tuvo lugar en varios países, entre los que se incluyen India y Emiratos Árabes Unidos.
En otro ejemplo, una campaña en Facebook instó a los usuarios a dar reseñas negativas de una estrella a las páginas de BBC Myanmar y Voices of America (VOA) Myanmar por dedicar información a los rohingyas y, por otro lado, darle cinco estrellas a la página de Facebook del Consejo Estatal de Myanmar. Las reseñas, que eran idénticas y de cuentas únicas (ejemplos más abajo), dan la idea de que se trata de un trabajo coordinado para desacreditar a los medios de información.

Reseñas de la página de Facebook de BBC Myanmar. Captura de pantalla realizada por el autor el 25 de agosto.

Reseñas en la página de Facebook de VOA. Captura de pantalla realizada por el autor el 4 de septiembre.
Las campañas de desprestigio en línea coordinadas consistió también en el hackeo de cuentas. Los periódicos locales denunciaron que muchos sitios del Gobierno birmano fueron hackeados a comienzos de septiembre, supuestamente en represalia por el tratamiento que tuvo el Gobierno hacia los refugiados rohingya.
Fotografías falsas
Conseguir información certera sobre el conflicto es una tarea dificil, ya que los reporteros tanto de la región como del exterior luchan por acceder a las zonas en conflicto. Esto ha dejado un vacío en lo que respecta a la verificación de la información y de las imágenes del centro del conflicto. Con demasiada frecuencia, ese vacío se llena con imágenes modificadas o provenientes de otros países, que luego utilizan ambas partes del conflicto como propaganda.
A continuación, dos ejemplos de publicaciónes de discurso de odio hacia los rohingya (noten la terminología de la etiqueta):

Ejemplo de una publicación de discurso de odio contra los rohingya. Captura de pantalla, 4 de septiembre.
Aquí, algunos ejemplos de imagenes a favor de los rohingya que, luego se comprobó, provenían de Nepal e Indonesia:

Ejemplo de una publicación de una noticia falsa con fotos recicladas. La imagen superior izquierda aparece en un sitio web que informa sobre la inundación que tuvo lugar en Nepal el 13 de agosto. La autenticidad de la imagen superior derecha y la inferior izquierda deben ser confirmadas, solo aparecieron en Twitter luego de los hechos de violencia. Captura de pantalla de Twitter, 4 de septiembre.
El Gobierno de Myanmar abrió una página oficial de Facebook que recibió el nombre de ‘Information Committee’ (Comité de información). Se utiliza como una plataforma para ofrecer información verificada sobre la situación en Rakhine. Sin embargo, dadas las circunstancias, esta información también debe ser tomada con pinzas.
Puesto que la propaganda conflictiva y las noticias falsas inundan internet, y como también el acceso a las zonas de conflicto es limitado, las condiciones tras el conflicto aún resultan difíciles de verificar.