La búsqueda de identidad en los dibujos y la historia de la artista ecuatoguineana Carmen Bolena

«Se trata de un autoretrato con medio rostro acabado, y el otro medio rebanado, mostrando la musculatura, tendones y mucosas. Es un análisis anatómico. Con esto lo que quería decir es que lo esencial no es visible a los ojos. Europeos, africanos y asiáticos somo iguales bajo eso tan político que es el color de piel, ante todo somos personas, hermanos de una misma raza, la humana.» Dibujo original de Carmen Bolena, publicado por Afroféminas y usado con permiso.

La siguiente es una re-edición de la entrevista hecha por la periodista Lucía Mbomío y publicada originalmente en Afroféminas. El texto es republicado por Global Voices con permiso de las organizadoras del portal. 

Carmen Mbasogo Edjang Ezuku es ecuatoguineana, tiene sólo 22 años y la capacidad de emocionar de muchas formas. Es estudiante de Bellas Artes, actriz, cantante y bailarina. Es mucho, sí, pero hoy “sólo” hablaremos de sus dibujos. En su obra he visto a mujeres que hablaban conmigo, que me miraban a los ojos, que se reían a carcajadas y me contagiaban de su alegría y fuerza. He visto también discurso, camino, identidad.

Con Carmen Bolena, que es su nombre artístico, pasa un poco igual.

Lucía Mbomío (LM) ¿Basta con el talento o hace falta pulirlo en escuelas?

Carmen Bolena (CB) No creo que nacer con talento sea suficiente para ser realmente bueno en ninguna disciplina. Tampoco creo que las escuelas tengan “el manual” para sacar el talento del interior. Lo que sí se que funciona es el esfuerzo, son las horas dedicadas, y el interés puesto en aquello en lo que uno quiere ser sobresaliente.

LM: He visto dibujos tuyos que parecen fotografías, tan reales, con tantos detalles… y otros en los que rompes con esa representación fiel para trasladar ideas. Pienso, por ejemplo, en una obra, la mitad del rostro es normal y la otra es la carne que todos los seres humanos tenemos por debajo de la piel. ¿El arte debe ser algo más que belleza? ¿Debe ser también ideología, transformador?

CB: Cielos, esta pregunta me ha sacudido por dentro jajaja. A ver, a la gente le encanta preguntarnos a los que hemos estudiado arte (tengo reparos al decir “a los artistas”)  qué es el Arte. El arte en sí es un concepto abstracto bastante difícil de definir, porque es cambiante. Su definición muta y está ligada a la época en la que se da. Entonces, a la pregunta “¿el arte debe ser algo más que belleza, ideológica, trasformador?” responderé desde una posición de subjetividad absoluta: Puede serlo, pero no necesariamente. Soy de aquellas que piensan que el arte puede hacerte sentir sin obligarte a pensar, pero jamás dejarte indiferente. Para mí el arte es sensación y belleza metamórfica, porque del mismo modo que veo belleza en “La joven de la perla” o en la “Noche estrellada sobre el Ródano” , veo belleza en el “Saturno devorando a sus hijos” de Goya y en las obras de Mark Ryden, Michael Hussar o Edward Gorey. Pero, concretamente, el dibujo que mencionas sí tiene un discurso ideológico: Se trata de un autoretrato con medio rostro acabado, y el otro medio rebanado, mostrando la musculatura, tendones y mucosas. Es un análisis anatómico. Con esto lo que quería decir es que lo esencial no es visible a los ojos. Europeos, africanos y asiáticos somo iguales bajo eso tan político que es el color de piel, ante todo somos personas, hermanos de una misma raza, la humana.

LM: ¿Y qué aspectos te gustaría transformar de esta sociedad?

CB: Pues muchos, demasiados para una centuria, que es cuanto se puede prolongar una vida humana. Pero, principalmente, hay dos que me afectan de lleno: el racismo y el machismo. Creo que mi trabajo refleja la inquietud y disconformidad que tengo hacia estas dos ideologías que tanto daño han hecho y siguen haciendo en la sociedad de hoy.

LM: En tu trabajo hay muchas mujeres negras ¿por qué?

CB: Fundamentalmente porque se trata de un proyecto que habla sobre la identidad, la aceptación, el reconocimiento y empoderamiento de un colectivo invisibilizado: las personas negras, discriminadas e invisibilizadas. Ellas son las protagonistas y por lo tanto las representadas. También porque yo soy negra. Y ya era hora de denunciar de algún modo y hablar sobre nuestra situación.

LM: ¿Cómo crees que afecta tu búsqueda identitaria el hecho de haber sido adoptada?

Yo fui adoptada a la edad de seis años y siempre he sabido que tenía dos familias que se preocupaban por mí. Y, aunque mi familia asturiana nunca quiso distanciarme de la biológica, esto fue algo que sucedió solo. Al crecer en un ambiente esencialmente blanco, fui criada también bajo estándares europeos,  lo que de una manera casi consecutiva me llevó a sentir rechazo por todo lo relacionada con la negritud. Quise negar durante mucho tiempo mi identidad, pero ésta exudaba por mis poros capilares, que me insistía en domeñar, en mi gestualidad, mi físico, a la hora de bailar… en tantas cosas que no podía negar.

No tenía además referentes cercanos a los que admirar o imitar. Siempre que aparecía una persona negra en un medio publico eran prostitutas, emigrantes, sirvientes,  asesinos o, por el contrario, eran los primeros en morir en el cine. Siempre era la única negra en todo, incluso en las pruebas de selectividad, cosa que me inquietó mucho porque pensé que siempre iba a estar sola. ¿Donde estaban los africanas que eran como yo en España?

Irme a estudiar a Madrid y conocer colectivos como Kwanzza y  E.F.A.E fue sin duda un punto de no retorno. Vi que había mucha más gente como yo, que no estaba sola ¡y que no éramos pocos! jajaja. Fue fantástico ver que entre nosotros había estudiantes universitarios de política, periodismo, filología, arte, ciencias…. abarcaban, abarcábamos todos los campos. Comencé a leer y a investigar, a ir a conferencias y a convivencias y me sentí, por primera vez desde que salí de África, parte de algo con lo que me identificaba. Salvo por mi condición de adoptada, que si bien es cierto que existe, se nos puede contar con los dedos de una mano.

Todo este descubrimiento fue un bálsamo reparador para mi conciencia intranquila. Ya no me duele reconocer que soy negra. Lo soy y lo digo henchida de orgullo.

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