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No sin pelear: La batalla por vivienda asequible en Ciudad del Cabo

Categorías: África Subsahariana, Sudáfrica, Derechos humanos, Desarrollo, Economía y negocios, Medios ciudadanos, The Bridge

Día para lavar la ropa — Shaneekah Abdullah lava la ropa de sus hijas en uno de los cuartos de aseo en la residencia Cissie Gool. Fotografía de Nyasha Kadandara. Usada con permiso.

Siempre he dicho que existen dos tipos de personas que viajan a Ciudad del Cabo. Están quienes se sienten cautivados por las montañas, las playas y los kilómetros interminables de bodegas de vino. Y luego están quienes no pueden aceptar el duro contraste entre las chozas y las mansiones, o la escasez de personas negras y morenas cuando empiezan a realizar sus actividades turísticas, excepto en los recorridos en áreas reservadas para gente negra.

Aunque con honestidad, no hay que observar con demasiada atención para reconocer que Ciudad del Cabo es una utopía africana reservada para unos pocos. Para muchos de sus habitantes, el legado de la segregación y del apartheid espacial persiste de manera tangible y fuerte.

Tras tres años lejos, viajé recientemente a Ciudad del Cabo por negocios y, decidí extender mi estadía para volver a familiarizarme con el lugar que fue mi hogar por siete años. Como era de esperarse, hubo una reunión con los compañeros de universidad. Me senté con mis amigos alrededor de una mesa en Woodstock Coop, la adición más reciente de una fila de nuevos comercios de moda que se han apoderado de las antiguas calles abandonadas de Lower Woodstock y, escuché las historias de cómo ellos –graduados universidatarios y profesionales calificados– no tenían capacidad económica para vivir en ese lugar. Algunos habían probado vivir en Johannesburgo, la famosa capital económica de Sudáfrica. Algunos, inclusive, adquirieron una propiedad en Sandton, que presuntamente es la milla cuadrada más acaudalada en África [1]. Pero incluso así, ¿ellos no tenían la capacidad económica para vivir en Ciudad del Cabo?

Mis amigos no estaban exagerando. El habitante promedio necesita ganar tres veces el salario promedio [2] para adquirir una casa en la ciudad. Y no solo son los precios de los inmuebles en Ciudad del Cabo los más altos en el país, en 2016 ocuparon el tercer puesto [3] a nivel mundial en términos de incrementos de precio anual.

Y esto continúan en aumento, puesto que el trato más reciente fue de 10,000 millones de rands (cerca de 740 millones de dólares) para vender un excelente terreno costero entre Clifton y la Bahía Camps. Muchos vecinos temen que eso elevará aún más los precios.

Mis amigos y muchos otros habitantes de clase media en Ciudad del Cabo han podido descubrir maneras de esquivar el sistema y sobrevivir, pero hay cada veza más personas que a duras penas sobreviven, que se han visto desplazadas o convertidas en indigentes.

La tierra es para las personas, no para generar ganancia
Sobre Mountain Road, en Woodstock, cuelga una pancarta de las ventanas de un ala abandonada del hospital comunitario de Woodstock, que tiene estampada en colores rojo y negro vivo las palabras «Reclama la ciudad» –nombre de un movimiento político que se dedica a luchar por una vivienda asequible. Los ocupantes nombraron esta ala Residencia Cissie Gool, por la activista política antiapartheid [4]a quien se refieren con frecuencia como la Juana de Arco de Ciudad del Cabo.

El lema de Reclama la ciudad. Fotografía de Nyasha Kadandara. Usada con permiso.

Dentro de la residencia Cissie Gool encontré una combinación de familias e indigentes que convirtieron la planta baja del ala del hospital en su hogar, transformaron habitaciones para pacientes en apartamentos de una habitación para solteros, servicios en ruinas en cuartos de aseo comunitarios, cocinas y salas de reunión utilizados para propósitos educativos. En las paredes de los corredores pintaron palabras de afirmación — «La tierra es para las personas, no para generar ganancia».

En la parte posterior del edificio, encontré a Shaneeka Abdullah colgando su ropa en el tendedero. Después de quejarse bastante sobre el estado decadente de su apartamento anterior, Shaneeka y su familia fueron desalojadas de manera repentina por su arrendadora. La familia de cuatro miembros durmió en su auto durante tres noches antes de que Abdullah descubriera «Reclama la ciudad» a través de una publicación en Facebook. El movimiento estaba anunciando alojamiento para quienes habían sido desalojados recientemente y tuvieran dificultad para conseguir una vivienda asequible.

Shaneeka me dijo que «lloró como una magdalena» cuando supo que podría darle un hogar a sus dos hijas, Tarana de 11 años y Almira de cuatro meses de edad. Parada en su habitación transformada, explicó cómo utilizaba un biombo para separar las áreas de estar y de dormir. La primera está provista con una estufa a gas, un refrigerador pequeño y una alacena provisional; el área para dormir cuenta con un colchón tamaño queen que está sobre el piso y un aparador contra la pared.

Conoce tus derechos: Jennifer Williams sostiene un folleto sobre los derechos constitucionales de los sudafricanos. Fotografía de Nyasha Kadandara. Usada con permiso.

La situación de Abdullah no es la ideal, pero tiene la determinación de permanecer en la residencia Cissie Gool hasta que la ciudad pueda proporcionarle un lugar donde vivir.

La Constitución sudafricana [5] establece que toda persona tiene derecho a una vivienda adecuada y, que el Gobierno debe tomar las medidas razonables para proporcionarla de su reserva de recursos disponibles. El terreno sobre el cual yace el Hospital de Woodstock ha estado desocupado por 10 años, por lo que fue destinado como vivienda asequible. Pero a pesar de haber realizado el compromiso de utilizar el espacio para vivienda, el propietario, la Provincia, presentó una solicitud de desarrollo para la construcción de oficinas valoradas en 100 millones de rand (más de 7 millones de dólares). La licitación de rezonificación es parte de lo que provocó que Reclama la ciudad ocupara el Hospital de Woodstock [6] y el asilo Helen Bowden, otra propiedad destinada como vivienda asequible o de transición. Posteriormente, la solicitud de rezonificación fue retirada.

Tras la presión ejercida por un número de grupos activistas que abogan por viviendas, la ciudad identificó 11 sitios para construir viviendas sociales y de transición en el interior de la ciudad. El hospital comunitario de Woodstock es uno de esos lugares. No obstante, para poder obtener una vivienda, necesitan inscribirse en la base de datos de vivienda nacional.

«Ya soy demasiado anciana para dormir en las calles», indicó Jennifer Williams de 58 años de edad, sentada sobre su cama, jugando cartas con su vecino, Ismail Rahim. Jennifer es citadina y creció entre Woodstock y el río Salt adyacente; vivir en las áreas metropolitanas es todo lo que  conoce. Ha estado esperando por una casa durante más de 30 años. Es una de las 373 641 personas [7] que están aún en espera de recibir vivienda en la base de datos de vivienda nacional, y este atraso incrementará a 650 000 en los próximos 15 años.

Los habitantes expresas su sentir con respecto a Ciudad del Cabo, lo bueno y lo malo. Fotografía de Nyasha Kadandara. Usada con permiso.

Aunque las familias continúan esperando que la ciudad les proporcione una vivienda asequible, quienes tienen necesidad inmediata de vivienda son enviados a campos de reubicación, como Blikkiesdorp y Wolwerivier, 30 km en las afueras de la ciudad. Blikkiesdorp se fundó en 2008 como parte de los preparativos para la Copa Mundial de Fútbol 2010, y cuando se traduce significa «Ciudad Lata». Esos asentamientos se encuentran alejados de los centros urbanos y sus oportunidades de empleo, por lo tanto, a quenes viven ahí se les dificulta obtener acceso al transporte público o los servicios de salud.

«Espero que me incluyan en las novedades que vienen junto con el nuevo proyecto», afirma Jennifer, que ha sido testigo del cambio drástico de Woodstock durante los últimos 30 años. No obstante, acepta que algo de cambio es inevitable y a veces es beneficioso. Resalta, por ejemplo, el descenso de la criminalidad que ocurrió cuando las nuevas tiendas llegaron. Con una mirada desafiante afirma: «siempre que la ciudad nos dé nuestro lugar donde vivir», está de acuerdo con el desarrollo.

Aún no se sabe si la ciudad realmente ofrecerá vivienda para personas como Jennifer. Ciudad del Cabo ha tenido bastantes oportunidades desde el fin del apartheid para implementar políticas de promoción al desarrollo urbano inclusivo, como el control de alquiler y zonificación inclusiva en toda la ciudad [8]. Quizá los movimientos como Reclama la ciudad resultarán siendo David para el Goliat de la elitización residencial y comenzaremos a ver vivienda y desarrollo para todos –no solo para unos pocos acaudalados.

Nyasha Kadandara nació en Zimbabue. Es periodista y galardonada productora de documentales que vive en África Oriental.