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En Paraguay, hay una comunidad que lucha por producir comida en un país que tiene hambre

Categorías: Latinoamérica, Paraguay, Alimento, Derechos humanos, Medios ciudadanos
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Solo en Paraguay existen unas 700 u 800 variedades que son cultivadas en aproximadamente 180 mil hectáreas. Cada año se producen unas 6 millones de toneladas de mandioca. Fotografía de Juana Barreto. Usada con permiso de Kurtural.

Este post es una versión reducida del trabajo hecho por Kurtural y se publica en Global Voices con permiso de sus autores. Forma parte de la serie de crónicas «Los desterrados no van al supermercado», que será publicada y re-editada por Global Voices.

Antes del amancer, Severiano Ruiz Díaz detona una bomba de estruendo al lado de su casa, pero ninguno de sus hijos pequeños despierta. Los demás campesinos de Primero de Marzo esperan atento una segunda detonación, aviso de la presencia de polícias. Pero, por hoy, no hay segundo estruendo. Un nuevo día inicia para las más de 300 familias a las que le sobra comida en un país que tiene hambre.

Primero de Marzo es un asentamiento, una de las al menos doscientas comunidades ocupadas por campesinos sin tierra en Paraguay. Tiene tres escuelas, ninguna iglesia y casi diez kilómetros de una tierra roja y húmeda.

El asentamiento se encuentra rodeado de soja, en el país que es el cuarto exportador mundial de ese cultivo. Para favorecer el desarrollo de la agricultura familiar, en Primero de Marzo está prohibido plantar soja [2]. La comunidad se sostiene sobre su diversidad agrícola.

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Dedicarse a la agricultura campesina en Paraguay supone muchos obstáculos; en Primero de Marzo ellos son la ausencia de rutas y los precios competitivos del contrabando en lugares de comercio. Fotografía de Juana Barreto. Usada con permiso de Kurtural.

Allí, los campesinos refugian el último sitio de cultivo de alimentos para consumo de su distrito, cosechando dos clases de banana, tres de maíz, cuatro de porotos, caña de azúcar, yerba mate, maní, mamones, batatas, sandías y mandioca.

A cada uno de los habitantes del asentamiento le corresponde como máximo diez hectáreas de tierra, haciendo en total dos mil de las más de cuatro mil que están en disputas con el Estado paraguayo y los poderosos propietarios: La Familia Bendlin.

Los Bendlin canjearon las tierras al Estado paraguayo durante la dictadura de Alfredo Stroessner [4] a cambio de un avión, algo ilegal. Un avión que no existe [5] para los registros aeronáuticos oficiales. En Paraguay, los Bendlin representan a una reconocida marca de automóviles alemana, son uno de los mayores propietarios de inmuebles en Asunción y están relacionados con el presidente de la república, Horacio Cartes.

Los Bendlin fueron denunciados [6] de contratar a los matones que acechaban por años a Primero de Marzo y que el 11 de junio del 2014 trataron de matar a Severiano Ruíz Díaz en 2014.

Las balas no son el único problema. La Policía ha entrado a desalojar la comunidad tres veces oficialmente, quemando casas, destruyendo cultivos, llevándose o matando a los animales. La Fiscalía ha imputado a diversos miembros por ocupar la tierra, acusándolos de asociación criminal. Sin embargo, no han investigado ni el atentado contra Ruíz Díaz ni la violencia policial en los desalojos.

El derecho a existir en la tierra

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Las actividades en Primero de Marzo comienzan temprano e incluyen a toda la familia. Fotografía de Juana Barreto. Usada con permiso de Kurtural.

Severiano Ruíz Díaz habla sobre los desalojos mientras termina de desayunar en el corredor de la casa de madera en la que vive con su familia. Es la segunda casa que construye, a cinco metros de la primera, quemada por policías. La casa es pequeña pero tiene comodidades básicas como como energía eléctrica gracias a los 22 kilómetros de tendido eléctrico que la comunidad instaló y de la que se sirven todas las familias del asentamiento.

El derecho a la tierra es para la población campesina el derecho al territorio, el derecho a ser. Algo que escapa puramente a la dimensión económica. Pero es un derecho al que acceden pocos. El 94% de la tierra cultivable de Paraguay, hoy se utiliza para productos de exportaciones de agricultura mecanizada como la soja, el maíz y el trigo.

El agronegocio genera un empleo cada 200 hectáreas, cinco cada mil. Es cuarenta veces menos que el empleo que produce la agricultura campesina, la de Primero de Marzo, el modelo de producción por el que Severiano Ruíz Díaz recibió un disparo.

La desigualdad en la tenencia de tierra es casi perfecta en Paraguay, según el coeficiente de Gini [7]. Quince propietarios tienen juntos una superficie equivalente a dos veces el tamaño de Puerto Rico. En la actualidad, se calcula que existen más de 300 mil familias sin tierra [8].

Días de media paz

Cada junio las cosechas llenan de colores el asentamiento. A lo largo del irregular camino allanado por tractores y motos, se pueden ver maizales, bananales y mandiocales de hasta dos metros que se mecen con el viento invernal. Son días de “media paz”, dicen los pobladores.

La abundancia de la comunidad se contrapone no sólo a la violencia que se ha vivido allí, sino a la realidad del país. 700 mil paraguayos pasarán hambre hoy. Ninguno es de Primero de Marzo.

Sin embargo, los productores de Primero no pueden vender lo que producen. El problema comienza en el transporte de la cosecha. La ausencia de rutas, los arreglos leoninos con los intermediarios. Y si los productos llegan hasta el Mercado de Abasto, el principal punto de compra de alimentos del país, tienen que competir en precios con los productores de contrabando, especialmente de Argentina.

Aunque en teoría el Estado paraguayo se comprometió a apoyar la agricultura familiar, solo entre los años 2013 y 2016 se duplicó la importación de frutas y hortalizas en Paraguay. La producción paraguaya de tomate bajo a la mitad de hectáreas entre 2003 y 2013. La pérdida de esta producción, que es la pérdida de la capacidad de alimentar al país, de soberanía alimentaria, hace que en numerosos períodos comprar tomates importados cueste en los mercados capitalinos hasta cinco veces más que su precio habitual.

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En Primero de Marzo se cultivan tres tipos de maíz; morotí, tupí y chipá, pero los campesinos se quejan de que no tienen mercado para vender su producción. Fotografía de Juana Barreto. Usada con permiso de Kurtural.

La incertidumbre es el territorio donde siguen moviéndose la población del asentamiento y sus hijos. La comunidad ya ve una segunda generación que pertenece a estas tierras desde su nacimiento. Una generación de niños y niñas que se embarran en los caminos, corren, ríen, moquean y van a la escuela. Que esperan que el almuerzo sea un estofado de gallina, como piden los hijos de Ruíz Díaz.

Mientras ellos crecen, Primero de Marzo sigue esperando, cada amanecer, el segundo estruendo.