Las víctimas de Irma en la ciudad de los tornados

Afectaciones en las viviendas por el tornado (Foto: Rogelio Serrano)

Afectaciones en las viviendas por el tornado (Foto: Rogelio Serrano)

*Este artículo es un extracto exclusivo para Global Voices. Puede consultar la versión original de “Las víctimas de Irma en la ciudad de los tornados” aquí y leer otros artículos de Rogelio Serrano Pérez aquí.

Los ojos de Yainelis querían salir de sus órbitas pero el asombro no la petrificó. Celular en mano, salió a cazar el tornado.

Hace unos años estuvo cerca de dos trombas marinas y en 2008 el huracán Ike la lanzó, junto a su familia, hacia una pared de la sala, mientras forcejeaban por salvar la puerta del apartamento. No obstante, para ella el tornado del 29 de agosto de 2017 en Camagüey fue lo más impresionante.

“¡Surgió de la nada, ni siquiera estaba lloviendo! Me decidí a buscar el teléfono cuando vi un bando de palomas que quería bajar y el viento no lo dejaba”, cuenta Yainelis. “Cuando volví a la calle las tejas volaban como papeles”.

A unas cuadras de la concurrida Plaza San Juan de Dios, Georgina Vergel Aguilar vio cómo el viento levantó todo el techo de una casa. “¡Menos mal que está deshabitada! Los trabajadores de la Empresa Eléctrica trabajaron hasta la madrugada para bajarlo del tendido eléctrico”.

En el casco histórico, donde el tornado sorprendió, el huracán Irma no pilló a nadie desprevenido. De ciclones se conoce en la Isla, de tornados no tanto.

“La ciudad de Camagüey posee la peculiaridad de ser la ciudad grande más afectada por tormentas en la historia de Cuba, habiendo sido azotada su periferia por 6 tornados en los últimos 12 años”, escribió en el Atlas de Camagüey, de 1989, Roger Rivero Vega, investigador del Centro Meteorológico de Camagüey.

“Los tornados en Cuba no se pronostican. El especialista puede tener la convicción de que todas las condiciones son propicias para que ese día ocurra un tornado, pero no existen suficientes elementos para localizar el lugar donde va a ocurrir”.

“Al haber un tornado debe hacerse un estudio del recorrido, analizando todo tipo de daño y recibiendo información de todos aquellos que lo vieron desarrollarse. Ahora no se pudo hacer, y es cada vez más difícil.”

“En la técnica de radares sí hemos avanzado, pero hoy el Instituto no tiene una línea de estudio para los tornados. Desde 1995 yo estoy casi enteramente dedicado al cambio climático y era el único que investigaba sobre tornados en Camagüey”, asegura Roger Rivero.

Por ningún medio de comunicación local se hace campaña a fin de preparar a los camagüeyanos para un tornado. “Con los huracanes pasa diferente, uno está prevenido, pero el tornado se formó de momento”, dice Idalia Andreu.

Para ella, Irma no fue la gran cosa, debido a su casa de mampostería, en cambio la fuerza inusitada del tornado sí fue una mala noticia. En el pasillo de su propia casa, acabó presa del ímpetu del viento, que terminó por llevarle toallas y ropas y por romperle tres ventanas. “Si no me aguanto duro de las rejas me lleva”.

José, otro vecino, no quiere hablar. “Si fuera a resolver algo…”.

Por la casa de esta gente, no pasó nadie del Gobierno a preguntar por los estragos del tornado. Ahora, si José quisiera conseguir las tejas que se llevó el tornado, podría achacárselas a los embates de Irma.

Una veintena de viviendas y el recién remozado Teatro Guiñol, este fue el informe de la afectación ofrecido por Televisión Camagüey a los noticiarios nacionales tras el paso del tornado. Nada más sucinto a juzgar por la desgracia que viven los vecinos del periférico reparto Nuevo Venezuela, cercano a la fábrica de conserva de vegetales El Mambí, también obviada en el reporte audiovisual.

El reparto Nuevo Venezuela es reciente y posee aceras, calles pavimentadas y casas de mampostería. Entre los límites de tal urbanización y casi hasta la línea central del Ferrocarril, varias personas se asentaron de manera ilegal.

“Esta zona no está en el mapa”. Las palabras de Pedro Luis Hernández Martínez son saetas. Él es nuevo aquí, e ilegal, como todos. “Si no compro las tejas nadie me va a dar nada. Mi pérdida fue de unos 300 pesos en tejas”.

“Pero hay quien ha perdido mucho más”.

A Rolando Carmenate Consuegra el tornado le torció la casa. “Apenas pude acotejar un poco y vino el ciclón. Lo criminal es que por aquí ni pasaron evacuando ni nada, con la cantidad de niños que hay en esta zona”.

Irma le encorvó más la casa, y multiplicó los agujeros en el techo. Ahora Rolando y su esposa se las ingenian con pedazos de nailon para guarecer de las goteras a su hijo de seis meses.

El episodio del tornado le bastó a Ramón Reynier Almanza Díaz para buscar refugio en casa de familiares cuando supieron de Irma.

Su pequeña casa de tablas y techo de tejas fue toda pánico el día del tornado. “Lo vi arrasando en El Mambí y nada más me dio por decirle a mi esposa: ‘Escóndete’. Cerramos bien la casa, nos sentamos en la puerta del armario y metimos las niñas adentro, llorando. La más grande tiene tres años y la chiquita un año y medio. Ahora, pueden estar jugando afuera, que nada más oyen un trueno vienen corriendo”.

A Ramón el espanto todavía lo domina: “Mi mujer está loca por irse de aquí, pero no tenemos dinero, ¿adónde nos vamos a ir?”.

Para quienes lo vieron en la TV, el tornado fue algo triste, curioso, pasajero, lejano. Los noticieros no llegaron entonces a los que ven el trauma en sus hijos como Ramón.

Ahora es igual, en los medios no se para de hablar del impacto del huracán Irma y de los esfuerzos del pueblo y del Gobierno en la recuperación. Nada se dice de los que estuvieron abandonados a su suerte como Rolando y su pequeño. Para ellos, Irma será siempre el colmo del período más turbio de sus vidas, que empezó el 29 de agosto en la ciudad de los tornados.

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