Activista azerbaiyano desafía presión del Gobierno, estereotipos de ONG

Shanin Javadov, al centro, es fundador y presidente del sindicato de trabajadores de construcción en Gabala, Azerbaiyán. Su sindicato se dedica a la defensa de derechos laborales a nivel de bases. Foto cortesía de Shanin Javadov.

Este es un artículo asociado de EurasiaNet.org escrito por Durna Safarova. Se reproduce con autorización.

Shahin Javadov proviene de una larga línea de agitadores.

Su bisabuelo asesinó a un funcionario colonial ruso en Gabala, delito por el que su ancestro fue exiliado a Siberia. Recién en 1917, despuén de la Revolución Bolchevique, a su familia se le permitió regresar a Azerbaiyán. Otro pariente también pasó tiempo en Siberia en medio de la represiones soviéticas de 1937 por salir en defensa públicamente de Nariman Narimanov, el famoso revolucionario y escritor bolchevique azerbaiyano.

“Crecí con la idea de luchar contra la injusticia”, dice Javadov.

Javadov, de 52 años, es fundador y presidente del sindicato de trabajadores de construcción en Gabala. Con cerca de 2,000 miembros, es una de las mayores organizaciones gubernamentales en Azerbaiyán.

En los últimos años, el Gobierno de Azerbaiyán ha reprimido continuamente a la sociedad civil del país, sobre todo con restricciones al financiamiento extranjero, que tuvo como resultado el cierre de algunas de las más conocidas ONG del país. En agosto, la oficina local de Transparencia Internacional anunció que cerraba, lo que provocó que la comunidad de ONG hiciera un análisis sobre el fracaso de grupos con financiamiento internacional para hacer un cambio significativo en Azerbaiyán.

Javadov representa una forma diferente de activismo de la sociedad civil: de base, voluntario, local. El sindicato se dedica a derechos laborales, defiende a los trabajadores impagos. También  genera presión contra proyectos de construcción que llevan trabajadores extranjeros en vez de locales. Y desde 2011, publica en el periódico Qızıl Alma (“Manzana dorada” en azerí), publicación mensual de seis páginas que informa sobre política y corrupción en el Gobierno local y nacional. Javadov y otros voluntarios lo entregan en las calles, salones de té y otros lugares públicos.

“Las personas me cuentan sus problemas, y trato de derivarlos a las autoridades apropiadas, como intermediario”, dijo Javadov. “Lo más importante es la idea de la solidaridad de personas comunes y corrientes, que puedan exigir sus derechos y seguir luchando”.

En mayor parte, las ONG han tenido solamente un impacto superficial en Azerbaiyán porque tienden a organizarse de arriba hacia abajo, con donantes internacionales, en vez de estar compuestas por ciudadanos comunes y corrientes, dijo Cabir Aliyev, experto legal que trabaja con varias organizaciones internacionales.

“Shahin Javadov es un caso raro”, dijo Aliyev. “Quienes tienen experiencia de trabajar con ONG organizadas en base a donantes aprender cómo conseguir préstamos en vez de hacer algo por la comunidad, como hace Javadov”.

Javadov tiene también una visión sombría de la mayor parte de la sociedad civil en Azerbaiyán. “Para mí, casi no hay diferencia si las ONG existen o no. La mayoría se parecen a este gobierno”, dijo. “Si una ONG quiere trabajar con ciudadanos comunes y corrientes, las deberían organizar ciudadanos comunes y corrientes, deberían vivir como ciudadanos comunes y corrientes”.

“Tal vez soy muy pesimista, lo que he visto durante mi vida es que la mayoría de los luchadores por la democracia y la libertad claudicaron al final”, agregó. “Es por eso que los ciudadanos comunes y corrientes en Azerbaiyán no confían en las personas políticamente activas”.

El Gobierno ha justificado la represión a ONG con financiamiento extranjero con el argumento de la necesidad de proteger a Azerbaiyán de posibles influencia y amenazas extranjeras.

Pero al sindicato de trabajadores de la construcción de Gabala le ha ido un poquito mejor, a pesar de no tener ningún financimiento, extrajero o local, y de ser manejado completamente por voluntarios. También se ha negado al registro.

Javadov pasó cinco días en la cárcel en 2011 por lo que afirma fueron acusaciones falsas de ataque; Javadov cree quesi verdadero delito fue escribir un artículo que atacaba a Ramiz Mehdiyev, principal asesor del presidente Ilham Aliyev.

“El Gobierno tiene tolerancia cero con toda pequeña protesta que venga de la sociedad”, dijo Javadov. “Todas las personas conectadas con este gobierno están paranoicas y atacan a toda organización, persona, iniciativa independiente que ven como amenaza. Todos los regímenes autoritarios son iguales: creen que un pequeño compromiso puede abrir la puerta a grandes levantamientos imparables”.

Pero en público, las autoridades alaban a Javadov. “Es muy conocido y respetado en Gabala”, dijo Damir Bagirov, concejal del distrito de Gabala. “Es un ciudadano muy activo que trae cosas buenas a nuestra comunidad”. Gabala es el centro administrativo del distrito del mismo nombre, ubicado en el norte de Azerbaiyán.

Sin embargo, el activismo cívico de Javadov le ha valido poca recompensa material. Ha estado sin empleo dos años y medio, y con su familia –que incluye dos niños de 8 y 10 años– han estado viviendo con el sueldo de maestra de su esposa. La familia tiene un gran jardín donde cultivan alimentos, y planea comprar algunas ovejas pronto.

Dice que no ha perdido la esperanza de ayudar a crear un cambio en Azerbaiyán, pero es pesimista.

”Todas las maneras de lucha que vemos en países democráticos normales están cerradas en Azerbaiyán”, dijo. “¿Elecciones? No. ¿Estado de derecho? No. ¿Opinión pública? No. El Gobierno no depende de su pueblo. Por eso, no funciona usar tus derechos constitucionales y hacer activismo, esa es la realidad”.

De todas formas, sigue con planes de seguir viviendo como un activista y de publicar Qızıl Alma. “No será posible encontrar trabajo”, dijo. “Lo único que he ganado es la confianza de la gente”, dijo.

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