La controversia electoral de Honduras tuvo respuesta, pero la crisis empeora antes de mejorar

«Hondureños expresan oposición a Manuel Zelaya y a Hugo Chávez.» Fotografía tomada en 2009 por Enrique Galeano Morales, publicada bajo licencia Creative Commons (Attribution 2.0 Generic).

Después de varios días de violencias, represiones y toques de queda rotos, el recuento de los votos en Honduras nombró al presidente Juan Orlando Hernandez como ganador de las elecciones.

La campaña de Hernández había sido contestada por su contrincante, Salvador Nasralla, del partido de oposición, que se declaró como ganador de las elecciones después de una serie de irregularidades durante el conteo de votos. El reconteo de los votos puso al país en vilo durante más de una semana.

Las protestas continúan mientras Salvador Nasralla y quienes lo apoyan sostienen que ganaron las elecciones y que fueron víctimas de fraude.

Desde el 26 de noviembre, el día de las elecciones en el que ambos candidatos se declararon ganadores, la confrontación encendió protestas masivas en las que miles de hondureños salieron a las calles de Tegucigalpa y San Pedro Sula. Organizaciones no gubernamentales denuncian que al menos 16 personas han muerto en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, mientras que 115 personas han resultado heridas, y varios manifestantes han sido detenidos.

Viejas heridas que sangran de nuevo

A pesar de los resultados del recuento, la controversia sobre las elecciones trajo a colación el conflicto de 2009 que terminó en golpe de Estado. Las sospechas de fraude continúan en el aire con fuertes denuncias de irregularidades tanto en los procesos de conteo como los de recuento.

Salvador Nasralla, el presentador de televisión de 64 años que lidera La Alianza, el partido de armado por una coalición que se opone a Hernández, llamó a sus seguidores a inundar las calles para «defender el voto» rehusando reconocer los resultados preliminares.

Durante el toque de queda que se dio para controlar las protestas, las fuerzas de seguridad fueron desplegadas. Periodistas internacionales han sido deportados y al menos 16 manifestantes han muerto en una serie de movimientos de represiones de las fuerzas de seguridad que Amnistía Internacional ha calificado como «ilegales y peligrosas».

No obstante, parte del aparato de seguridad, en especial la unidad élite COBRA, se declaró en huelga y rehusó hacer cumplir el toque de queda con la finalidad de mantenerse neutrales hasta que la crisis política se resuelva. Al mismo tiempo, y a pesar del toque de queda, varios cacerolazos se dejaron oír en las principales ciudades del país:

Una sociedad divida bajo la sobre del golpe

Las elecciones han sumergido al país en una de sus peores crisis políticas desde el golpe de 2009, cuando el ex-presidente Manuel Zelaya organizó un referendo para autorizar su candidatura por un segundo término, algo prohibido por la Constitución hondureña.

La Corte Suprema ordenó entonces a la armada de Honduras deponer a Zelaya, un toque de queda fue impuesto y la crisis resultó en un período de grave aumento en las violaciones a los Derechos Humanos en la historia reciente de Honduras. De modo coincidente, el final de la crisis se tradujo también en la presencia sostenida del Partido Nacional por casi diez años en el gobierno.

La situación que se presentó con Zelaya parece encontrar un paralelo con la de hoy, pues Juan Orlando Hernández también busca reelección a pesar de las limitaciones que se imponen en la Constitución, y lo hace bajo la sombra de ataques constantes a periodistas, defensores de derechos humanos y activistas ambientales.

En una entrevista con el medio Upside Down World (el mundo al revés), Bertha Oliva, co-fundadora y directora de la organización hondureña de defensa de derechos humanos COFADEH cree que Hernández ha contribuido a la consolidación de una dictadura:

On one hand, he has absolute control of all of the institutions of the state. On the other hand, he has created and strengthened military forces. Instead of having schools, instead of having medical centers, instead of securing work and healthcare, what you have is more military units, more soldiers in the battalions, with very sophisticated weapons to fight as if we were in war. What we have also seen is (the creation of) detention centers, prisons, as well as other penitentiaries we call permanent torture centers. The people are in the streets because they can’t take it anymore. Because they denied people their rights.

Por una parte, tiene control absoluto de todas las instituciones del Estado. Por otra, ha creado y reforzado las fuerzas militares. En vez de escuelas, centros médicos, seguridad de trabajo o de salud, lo que tenemos son más unidades militares, más soldados en batallones, con armas muy sofisticadas como si estuviéramos en guerra. También hemos visto la creación de centros de detención, de prisiones, y también de otros centros penitenciaros que nosotros llamamos centros de tortura. La gente está en las calles porque no puede más. Porque les han negado sus derechos.

Crisis democrática y divisiones profundas

Para algunos analistas, la crisis de Honduras tiene un lazo fuerte con la influencia de Estados Unidos en el país. Los dos países han sido aliados por largo tiempo y esto se ha traducido en ayudas para fortalecer las fuerzas élite de Honduras, así como las alianzas políticas para combatir el crimen organizado, el tráfico de drogas y la migración.

Más recientemente, el presidente Hernández fue apoyado por los Estados Unidos en una represión liderada militarmente contra la violencia de pandillas.

Mientras tanto, la sociedad hondureña está profundamente dividida. En contraste con otros líderes que llaman a la unidad, Juan Orlando Hernández habla generalmente en términos de un partido político contra el resto. Los discursos de su campaña suelen incluir llamadas a un «frente azul unido», en referencia al Partido Nacional, y no a los ciudadanos.

Los medios de comunicación están también polarizados en un modo similar. Una mayoría de las organizaciones pareciera apoyar al Partido Nacional mientras que una minoría son fuertemente opositores, lo que impide el acceso a una fuente de información que pueda ser de confianza para ambos lados.

Quienes apoyan a La Alianza, el partido de Nasralla, acusan al otro bando de permitir la expansión de un régimen autoritario y de abandonar hipócritamente sus principios en contra de la re-elección y en favor de las normas y los procesos democráticos.

Por otro lado, los seguidores del Partido Nacional ven a Nasralla como una marioneta de Manuel Zelaya, que es una figura central dentro de La Alianza, y usan frecuentemente el caso de Venezuela como una advertencia de lo que podría ocurrir si las políticas de la Izquierda llegasen al poder.

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