- Global Voices en Español - https://es.globalvoices.org -

¿Qué ocurre en Maekelawi? Relatos de tortura de un centro de detención etíope a punto de cerrar

Categorías: África Subsahariana, Etiopía, Activismo digital, Derechos humanos, Libertad de expresión, Medios ciudadanos, Tecnología, GV Advox

Los miembros de Zone9 en Adís Abeba, 2012. De izquierda a derecha: Natnael, Abel, Befeqadu, Mahlet, Zelalem y Atnaf. Foto cortesia de Endalk Chala.

A inicios de enero, el primer ministro etíope Hailemariam Desalegn anunció [1] que Maekelawi, uno de los centros de detención más famosos del país, cerrará pronto.

Esto trajo una mezcla de emociones a los muchos etíopes que han sobrevivido las conocidas prácticas de interrogación que se usaban en Maekelawi. Entre ellos está Befeqadu Hailu, autor de Global Voices y bloguero de derechos humanos.

En 2014, Befeqadu fue arrestado [2] junto con ocho blogueros y periodistas por su participación en el blog colectivo conocido como Zone9, donde escribían sobre las obligaciones de su Gobierno con los derechos humanos y el derecho constitucional.

Los nueve escritores fueron detenidos en Maekelawi sin juicio por casi doce semanas en 2014, antes de que los acusaran de acuerdo con la proclamación contra el terrorismo del país.

Befeqadu escribió luego un relato con sus experiencias de primera mano en el centro de detención, que publicamos aquí en un intento de arrojar luces a la dura realidad de Maekelawi durante el actual régimen de Etiopía.

En una carta de agosto de 2014 entregada a Global Voices por el abogado de los blogeros, Befeqadu escribió:

The idea of setting a foot in the compound of the ill-famed Maekelawi detention center gives a cold shiver to anyone who knows its history. But my sheer optimism and trust that the brutal and inhumane treatment of people was a distant memory saved me from trembling as I was escorted into the compound. The same was true of my friends, I suppose. What is more, we had nothing to be scared of, because we are neither undercover agents nor members of armed forces. We are just writers.

But as soon as I arrived at Maekelawi, [other] detainees informed me that I had been placed in one of the notorious sections of the detention center, known as “Siberia”. In less than a week, I felt like I was living in the middle of an account from the 2013 Human Rights Watch report entitled “They Want a Confession”.

La idea de poner un pie en el edificio del mal afamado centro de detención Maekelawi le da escalofríos a cualquiera que conoce su historia. Pero mi auténtico optimismo y confianza de que el trato brutal e inhumano a las pesonas era un recuerdo distante me impidió temblar cuando entré al lugar. Lo mismo fue para mis amigos, supongo. Es más, no teníamos nada que temer, porque no somos agentes encubiertos ni miembros de las fuerzas armadas. Somos solamente escritores.

Pero en cuanto llegué a Maekelawi, [otros] detenidos me informaron que me habían colocado en una de las secciones más conocidas del centro de detención conocida como “Siberia”. En menos de una semana, me sentí como si viviera en medio de un relato del informe de 2013 de Human Rights Watch titulado “Quieren una confesión”.

«Quieren una confesión [3]» documenta graves abusos a los derechos humanos, tácticas de interrogación ilegales y malas condiciones de detención en el centro de detención Maekelawi, en Adís Abeba, a partir de entrevistas con exdetenidos en Maekelawi y sus familiares. Los detenidos en Maekelawi incluyen muchos políticos de oposición, periodistas, organizadores de protestas y supuestos partidarios de insurgencias étnicas.

Befeqadu describió los métodos de interrogación en Maekelawi como «más sobre dominio y sumisión que confianza o creatividad».

«Si no logran extraerte la información así, fuerzan confesiones con golpes, palizas, ejercicio físico extendido y latigazos», escribió. «Hablé con algunos detenidos que habían pasado por procedimientos todavía más retorcidos que eran claras violaciones a su privacidad. Algunos detenidos fueron obligados a desnudarse y debían pararse o hacer sentadillas hasta el amanecer».

Continuó describiendo cómo él y sus colegas fueron obligados a confesar:

In our case, finally we were made to plead guilty. We confessed under duress. We could not bear the ceaseless brutal and psychologically degrading pressure. We could not carry on surviving the hell of Maeklawi. We ended up telling our interrogators what they wanted to hear. To their delight, we added as many self-incriminating phrases as possible. But phrases like “yes, we wanted to incite violence” never pleased them. So they rewrote our confessions to fit their frame. Some of us tried to explain. Others had to endure beatings. But at last we succumbed to the pressure and signed the carefully scripted confession pages, with the exception of our colleague Abel, who refused to sign at that time. He has survived the pain he has endured since, and his confession, when finally extracted, is completely untrue, to say nothing of ours.

Now we know that torture is the part of the Maekelawi ceremony that reveals the “truth” of a crime. I had long thought police interrogations were complex, involving sophisticated skills, knowledge and psychological tactics to establish facts. I now know that police interrogations in Maekelawi are not so elaborate. In fact they are simple. They are like machines that produce guilt in the detainees.

At Maekelawi, the driving principle of police interrogations is that you are guilty unless proven otherwise. Your pleas for innocence – or even for explanation – fall on deaf ears.

En nuestro caso, finalmente nos hicieron declararnos culpables. Confesamos bajo coacción. No podíamos soportar la interminable y degradante, brutal y psicológica. No podíamos seguir con el infierno de Maeklawi. Terminamos diciendo a nuestros interrogadores lo que querían oír. Para su deleite, agergamos tantas frases autoincriminadoras como fuera posible. Pero frases como “sí, queríamos incitar violencia” nunce les satisfacían. Así que reescribieron nuestras confesiones para que encajaran. Algunos les explicamos. Otros sufrieron palizas. Pero al final sucumbimos a la presión y firmamos las páginas de confesión cuidadosamente redactadas, con la excepción de nuestro colega Abel, que se negó a firmar en ese momento. Ha sobrevivido al dolor que soportó desde entonces, y su confesión, cuando finalmente la extrajeron, es completamente falsa, por no hablar de la nuestra.

Ahora sabemos que la tortura es la parte de la ceremonia de Maekelawi que revela la “verdad” de un delito. Siempre pensé que los interrogatorios de la policía eran complejos, que incluían habilidades sofisticadas, conocimiento y tácticas psicológicas para establecer los hechos. Ahora sé que los interrogatorios de la policía en Maekelawi no eran tan elaborados. En realidad eran simples. Son como máquinas que producen culpa en los detenidos.

En Maekelawi, el principio rector de los interrogatorios de la policía es que eres culpable a menos que se pruebe lo contrario. Tus alegato de inocencia –o hasta una explicación– cae en oídos sordos.

Befeqadu pasó 18 meses detenido en prisiones etíopes junto con sus colegas antes de su liberación en octubre de 2015. Sus colegas y él fueron absueltos sin siquiera testificar ante un juez.

Miembros de Zone9 se alegran con la liberación de Befeqadu Hailu (segundo de la izquierda, con bufanda) en octubre de 2015. Foto publicada en Twitter por Zelalem Kiberet.

Befeqadu también describió relatos que oyó de otros prisioneros, que fueron llevados a Maekelawi después de pasar por odiseas peores en otros centros de detención del país: «Estos detenidos sufrieron de diabólica barbarie, les sacaron las uñas, los flagelaron y los encapucharon», escribió.

The information extracted from detainees in the unnamed detention center is then verified through more interrogation at the pre-trial detention center. Detainees never know where they were taken for this brutal investigation because they are hooded throughout. The unnamed detention centers are like black holes.

La información obtenida en detenidos en el centro de detención no mencionado se verifica luego con más interrogatorios en el centro de detención antes del juicio. Los detenidis nunca saben a dónde los llevan para esta brutal investigación porque los tienen encapuchados. Los centros de detención no mencionados son como agujeros negros.

En referencia a las violaciones a los derechos humanos en el régimen del Derg [4], del que el actual gobierno de Etiopía busca distanciarse, Befeqadu comparó estas experiencias con otras anteriores.

«Resulta que la angustia de los prisioneros etíopes, algo que parecía tan distante en la memoria, no está tan lejos después de todo», dijo.

En respuesta a la noticia del cierre del centro de detención, Befeqadu escribió en Twitter:

El primer ministro Hailemariam dijo: «Maekelawi era una casa de torturas en el régimen de Derg»; es desconcertante. Soy una víctima viva de esa cámara de torturas en su mandato. En ese tiempo, quería suicidarme en lugar de ver a los interrogadores al día siguiente. Estos tipos hacen que sea difícil perdonar.

Befeqadu y otros dos colegas, Atnaf y Natnael, no son libres realmente, en el sentido más puro de la palabra. Aunque se retiraron las acusaciones de terrorismo, esperan la decisión por otras acusaciones, todas iniciadas por su crítica pacífica al actual régimen.

Lee más: