¿Quién es responsable de acabar con la violencia sexual en Somalia?

Mujeres somalíes desplazadas en el campo de Madina. Foto de Faaris Adam

En octubre de 2017, Faiza Mohamed Abdi, de 16 años, recibió un disparo en la «zona pélvica» por rechazar insinuaciones sexuales de su atacante en el pueblo costero de Bosaso, Somalia. Faiza fue herida brutalmente por Abdikadir Warsame, soldado de las fuerzas de seguridad en Puntlandia, región semiautónoma de Somalia. Desde diciembre de 2017, Faiza se ha sometido a tratamientos en un hospital de Turquía. Radio Dalsan informa:

Faiza was reported to have been attacked by a Puntland state navy soldier who wanted to rape her while she was in Bosaso town but she struggled hard to defend herself from her attacker. On realizing that he can’t succeed in his mission, the soldier who was named as Abdikadir Warsame shot her at the private part leading her to sustain serious injury. She was later moved to Mogadishu for treatment but unfortunately, doctors said that she requires a specialized medical attention that is beyond their level.

Se informó que a Faiza la atacó un soldado de Marina del estado de Puntlandia, que quería violarla cuando ella se encontraba en Bosaso, pero Faiza luchó duro por defenderse. Al darse cuenta de que no iba a tener éxito en su cometido, el soldado de nombre Abdikadir Warsame, le disparó en sus partes privadas, y le ocasionó graves heridas. Posteriormente, la trasladaron a Mogadiscio para recibir tratamiento, pero desafortunadamente los médicos indicaron que necesita atención médica especializada que va más allá de sus capacidades.

Por desgracia, el caso de Faiza no es el único. A pesar de que algunas regiones semiautónomas de Somalia han intentado recientemente aprobar leyes contra la violación, la cultura general de impunidad permite a muchos violadores quedar impunes –las historias de violaciones abundan.

Violaciones en campos para desplazados internos

En Somalia, más dos décadas de guerra civil y de hambruna han obligado a muchos a dejar sus hogares y vivir en campos de desplazados. Las mujeres y niñas que viven en los campos (situados en las afueras de las grandes ciudades) son las más vulnerables a las agresiones sexuales. No cuentan con ninguna protección, y la mayoría de violaciones tienen lugar en mitad de la noche o cuando las mujeres recogen leña en zonas apartadas. Al mismo tiempo y debido al colapso del sistema de justicia penal, las víctimas no suelen contar con acceso a la asistencia legal necesaria para buscar justicia.

Fiican, madre soltera de 45 años que vive en el campo de Buulo Ba'alay, fue violada delante de sus hijos. Describió el suceso en una entrevista con Global Voices:

It was a midnight when an armed man with Puntland police uniform cracked my home, took me out by force and raped me. Not only did he rape, he tortured me and left me with severe wound on my body that still cause lot of pain up to now.

Era medianoche cuando un hombre armado y vestido con un uniforme de la policía de Puntlandia entró a mi casa, me sacó a la fuerza y me violó. No solo eso, sino que me torturó y me dejó con graves heridas en el cuerpo que aún me provocan mucho dolor.

La noche de la agresión a Fiican, hombres de la policía de Puntlandia fueron al campo de Bula Bacley en la ciudad central de Galcaio. Los hombres irrumpieron en las tiendas, tomaron a la fuerza a Fiican y a otra madre. Violaron a ambas. Desgraciadamente, aún no se ha hecho justicia para las violaciones que sufrieron. Arrestaron a los atacantes, si bien aún no han sido inculpados ni sentenciados por su crimen.

Según los Defendores de los Derechos Humanos de Puntlandia, en 2017 se dieron 80 casos de violaciones en la región semiautonóma somalí de Puntlandia. Se cree que el número real de violaciones es mayor, ya que muchas víctimas no hablan por miedo a la estigmatización, a la falta de confianza en el sistema de justicia criminal y a falta de instalaciones sanitarias preparadas.

Además de los problemas de justicia, otro obstáculo para las supervivientes a agresiones sexuales es la falta de infraestructuras sanitarias, de instrumental y equipamiento modernos, necesarios en este sector. El sistema de salud también carece de personal calificado para tratar casos de violaciones.

La cultura local también se erige como obstáculo para la justicia debido a la costumbre regional que obliga a las víctimas a casarse con sus violadores o a aceptar «camellos o ganado» como indemnización por la agresión:

Rape is pervasive and often goes unpunished in much of Somalia, where decades of conflict have fueled a culture of violence and weakened institutions meant to uphold the law. Traditionally, rape victims are forced to accept compensation – often in the form of camels or livestock – and marry their assailants in a centuries-old practice designed to end war between rival clans.

La violación está generalizada y suele quedar impune en gran parte de Somalia, donde décadas de conflicto han avivado una cultura de la violación y debilitado las instituciones destinadas a aplicar las leyes. Tradicionalmente, se obliga a las víctimas de violaciones a aceptar una indemnización –a menudo en forma de camellos o de ganado– y a casarse con sus agresores en una práctica centenaria destinada a acabar con la guerra entre clanes rivales.

Pequeños pasos en la buena dirección pero, ¿son suficientes?

El 9 de septiembre de 2017, la región semiautónoma de Puntlandia ocupó los titulares cuando abrió el primer laboratorio forense para tratar los casos de violación en la ciudad de Garowe.

Un año antes, en septiembre de 2016, Puntlandia también se convirtió en la primera región administrativa de Somalia en aprobar una ley contra la violación. El Parlamento expresó su apoyo con 42 de 45 votos a favor del proyecto de ley, que fue aprobado posteriormente como ley.

El 6 de enero de 2018, el Parlamento del autoproclamado estado de Somalilandia siguió a Puntlandia y también presentó un proyecto de ley contra la violación. No obstante, queda aún un largo camino que recorrer antes de la Guurti (Cámara de Ancianos) lo apruebe y lo promulgue como ley.

Pese a que la cuestión de las violaciones ha atraído la atención del Gobierno somalí y de la comunidad internacional en estos años, la violencia sexual contra mujeres y niñas sigue desenfrenada y el número de agresiones aumenta.

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