Niño de 10 años demandó al Gobierno de Estados Unidos por política climática, cuando el cambio climático realmente azotó su casa

Levi Draheim, de deiz años, es el menor de los 21 jóvenes que han presentado una demanda, donde afirman que el Gobierno federal ha violado sus derechos constitucionales por apoyar el continuo uso de combustible fósil que contribuye al calentamiento global. Foto : Deepa Fernandes/PRI.

Esta es una publicación de Deepa Fernandes que apareció originalmente en PRI.org el 23 de enero de 2018. Se publica aquí como parte de un acuerdo de colaboración entre PRI y Global Voices.

Devi Draheim es un niño de 10 años y un genio en matemáticas, a pesar de que no le gustan particularmente. Toca el «Humoresque» de Dvořák con mano firme en el violín y tiene un cangrejo de mascota, JJ. Como muchos niños, Draheim detesta limpiar su dormitorio.

Sin embargo, Draheim no es como cualquier niño de 10 años: está demandando al Gobierno federal de Estados Unidos por violar los derechos constitucionales al apoyar el continuo uso de combustibles fósiles que contribuyen al calentamiento global.

Vive en una isla de barrera de la costa este central de Florida. Las proyecciones sobre el aumento del nivel del agua se combinan con la erosión de la playa, lo qie significa que probablemente su casa se encontrará sentada en agua en unos 30 o 40 años y su isla sumergida al final del siglo. Es una realidad ante la cual casi ningún adulto hace mucho en las ciudades amenazadas de Florida, lo que hace que el activismo de este niño sea más inusual.

El cambio climático es algo que Draheim atestiguó personalmente. Cuando el huracán Irma arrasó Florida en septiembre de 2017, golpeó muy duro su localidad de Satellite Beach. Una semana después del huracán, se produjo una lluvia torrencial que inundó las calles. Draheim y su familia tuvieron que evacuar y su calle se inundó.

«Era tan profundo que… era como si llegara a la mitad de un auto», dijo.

La escuela de Draheim también quedó inundada y tuvo que cerrar.

Antes de la inundación, Draheim iba a la escuela tres días a la semana y estudiaba en casa los otros dos. Ir a la escuela era importante porque pasaba tiempo con otros niños. Pero ya no los verá mucho. La escuela quedó irreparable. Por ello su madre, Leigh-Ann Draheim, tiene que educarlo en casa a tiempo completo por ahora.

Pero esta es la menor de sus preocupaciones.

«Toda nuestra calle estaba bajo el agua, teníamos sacos de arena y cosas así», dijo. «Estamos preocupados por si llueve demasiado y vamos a tener ese problema una y otra vez».

La familia vive en lo que se conoce como isla barrera, una franja larga y delgada de arena en las aguas continentales. Las proyecciones sobre el aumento del nivel del agua no son buenas para esta parte de la costa de Florida.

«La isla barrera va a desaparecer en algún momento, porque está al nivel del mar», dijo Leigh-Ann. Draheim saltó para explicar más.

«Bueno, hay mapas y otras cosas que muestran que toda esta calle estará completamente bajo el agua. Estamos a cero metros sobre el nivel del mar. Entonces, incluso si los casquetes polares se derriten un poco, irán al océano y luego a la laguna Indian River, que va a inundar nuestra casa», dijo Draheim.

Una protección natural contra el aumento del nivel del mar son las dunas de arena solida, pero hasta esas dunas se están erosionando en Satellite Beach.

Draheim quería mostrarme cómo las dunas de arena, que forman una pared en el lado atlántico de la isla, se están carcomiendo.

Él y su mamá me llevaron a una parte de la playa donde las dunas están bastante erosionadas.

«El letrero dice aquí ‘Alejarse de las dunas'», dice Draheim.

Draheim no solo habla del cambio climático, también intenta combatirlo. Entre otras cosas, él y su madre han ayudado en la restauración de dunas, plantando en la arena una hierba llamada Sea Oats (avena de mar).

«La avena de mar es lo que realmente mantiene a las dunas unidas, como en la erosión, la avena de mar es lo único que las contiene», Draheim dijo.

Pero no todo es trabajo y nada de juego. Draheim puede ir en bicicleta por la playa, jugar con su tabla de boogie cuando quiere. Lle encanta su vida aquí.

Sin embargo, no se puede negar que está viviendo los impactos del aumento del nivel del mar y el clima extremo. En muchos sentidos, fue natural unirse a los otros 20 chicos de todo el país que demandaron al Gobierno federal por no hacer lo suficiente para detener el cambio climático. De este grupo, él es el menor.

«Creo que el cambio climático es básicamente como un desastre natural, y nos afectará a todos», dijo Draheim. «Como en Florida, se puede ver los efectos, dos huracanes en el mismo año y por lo que tuvimos que evacuar, la erosión de la playa, y demás».

En realidad, Draheim no tiene toda la razón en este caso. Los científicos no creen que el cambio climático esté causando más huracanes. Pero hay evidencia de que, en general, los está empeorando, al igual que a otras tormentas.

Draheim no es solo una bonita cara joven para el movimiento. Está tratando constantemente de aprender más, dijo, para poder hacer más. Escucha las noticias, hace que su madre le enseñe los conceptos del clima en casa, y escucha atentamente lo que dicen sus compatriotas demandantes.

Draheim se unió a la demanda juvenil sin fines de lucro, Our Children's Trust, luego de que el ministro de su iglesia le hablara al respecto. Leigh-Ann le preguntó a Draheim si quería participar y el niño de 9 años no dudó.

Draheim y su madre son miembros de una iglesia unitaria universalista local. Es una iglesia bastante informal y liberal. Durante la misa, Leigh-Ann está descalza y Draheim rebota una pelota durante todo el servicio. En el té de la mañana después de misa, los feligreses discuten el activismo de Draheim con orgullo.

Es uno de los pocos niños en la iglesia, pero lo quieren.

El juicio está programado para comenzar el 5 de febrero. Draheim dijo que ya sea que ganen o pierdan, espera que el presidente Trump los vea.

«Es un poco difícil que la persona más poderosa del mundo niegue que el cambio climático sea siempre un problema y que siempre será un problema», dijo Draheim. «Y entonces, es un poco difícil».

Pase lo que pase, Draheim dijo que va a seguir luchando. No quiere que su isla paradisíaca desaparezca.

Luego se dispara, con ruedas de afeitar conectadas a sus zapatos, y aterriza bajo un zarzamora, donde llena la boca de bayas dulces y jugosas.

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