La mentalidad suicida, al borde de la guerra en el noreste de Asia

The remains of a Japanese Kamikaze aircraft that crashed on board HMS FORMIDABLEoff the Sakishima Islands, May 1945.

«Restos de un avión kamikaze estrellado en el portaviones HMS Formidable cerca de las islas Sakishima, mayo de 1945″. Imagen de Wikimedia Commons, Imperial War Museum. Este trabajo creado por el Gobierno del Reino Unido es de dominio público.

Se está intensificando el debate entre los analistas políticos sobre si Corea del Norte está siguiendo un rumbo más bien suicida al continuar desarrollando armas nucleares.

Aparentemente, Corea del Norte y su líder supremo, Kim Jong Un, parecieran estar teniendo éxito en calcular el riesgo de desafiar las sanciones de Naciones Unidas y eludir el embargo petrolero. En enero, el presidente ruso Vladimir Putin declaró: «Obviamente, el señor Kim Jong Un ha ganado esta ronda. Tiene misiles de alcance global, de hasta 13,000 km, que pueden alcanzar casi cualquier punto del globo». Las autoridades rusas parecen creer que este líder «astuto y maduro» logrará enfrentar a sus «enemigos imperialistas» con la fabricación de misiles balísticos intercontinentales que pueden ser una amenaza para las ciudades importantes y las bases militares de Estados Unidos y sus países aliados.

Pero estos expertos están pasando por alto el impulso autodestructivo que hay detrás de las amenazas de Corea del Norte. Surge la duda sobre si el régimen de Kim estaría dispuesto a arriesgarse a una aniquilación cuando existen opciones para las negociaciones, al menos en teoría.

Cualquiera que haya estudiado la estructura de poder de Corea del Norte sabe que a Kim Jong Un lo están presionado generales preocupados por la humillación de la Guerra de Corea. Ciertamente. su punto de vista sobre los ataques suicidas es similar de cierta forma a la propaganda que los militares japoneses difundieron durante la Segunda Guerra Mundial. Un desertor norcoreano reveló recientemente que los militares han reunido una brigada de atacantes suicidas que están listos para atacar al enemigo armados con «mochilas nucleares» si la situación se vuelve desesperada.

A pesar de que Corea del Norte y Japón se desprecian entre sí, existen sorprendentes parecidos en sus actitudes hacia el suicidio. Antes y durante los años de la guerra, todos los «súbditos» japoneses estaban ideológicamente preparados para sacrificar sus vidas por el Emperador. De manera similar, los «súbditos» norcoreanos de hoy están obligados a mostrar una devoción fanática por la dinastía Kim y mantener la lucha hasta la última persona que quede en pie. En ambas naciones, los ministerios de propaganda tuvieron –y continúan teniendo– éxito en adoctrinar a las masas sobre excepcionalismo nacional con relación a sus decadentes vecinos.

En Japón, se han popularizado los rituales suicidas a través de la películas sobre el bushidó y pilotos kamikazes, pero a menudo se ha suprimido las voces de quienes estuvieron a cerca de quitarse la vida y que inesperadamente sobrevivieron a la guerra. En una cultura que le teme a la vergüenza por sobre todas las cosas, la línea entre la coerción y una muerte libremente elegida a menudo es difusa y oscura. Incluso los 47 rōnin descritos en la obra maestra Chūshingura y en numerosas otras películas se presentan como víctimas en la cínica práctica de rituales suicidas como seppuku o harakiri.

Las narraciones sobre la presión social que se ejerció sobre la clase guerrera para terminar con sus vidas para «preservar el honor» revelan un extraño parecido entre el seppuku y la ejecución pública. Los políticos japoneses conservadores como Shintaro Ishihara continúan ensalzando la virtud de los jóvenes soldados que se sacrifican en novelas y películas, pero la verdad es que es sabido que a los pilotos kamikazes los drogaban, los metían en sus cabinas y los enviaban al ataque con la cantidad justa de combustible para alcanzar objetivos enemigos.

Independiente de la escasez de estadísticas de Corea del Norte sobre este tema, Japón y Corea del Sur tienen actualmente las tasas más altas de suicidio en el mundo desarrollado. Se sabe que las sociedades japonesa y coreana son rígidas y jerárquicas, y ofrecen pocas segundas oportunidades a las minorías o a quienes han cometido errores. A menos que se acepte seguir las convenciones prescritas y los códigos ritualizados de sumisión, se puede ser condenado al ostracismo o castigado fácilmente.

Aunque una muerte individual puede despertar solidaridad, el legado del suicidio ritualizado es particularmente problemático. Las actitudes de Corea hacia la muerte y el suicidio son herencia de tres décadas de ocupación japonesa. Y como han informado desertores norcoreanos, existe la posibilidad de que las fuerzas especiales de Kim Jong Un empleen tácticas kamikaze si ven que su país no puede resistir los ataques de la Fuerza Aérea y la Marina estadounidenses.

A menudo, el suicidio indica incapacidad para buscar soluciones creativas a dilemas aparentemente imposibles. En lugar de revivir inútiles luchas geopolíticas que deberían haber terminado en el siglo XX, los líderes políticos podrían centrarse en abordar prioridades más urgentes, como la extinción masiva que la crisis ambiental es engendrando actualmente.

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