Noticas de arrestos ilegales, injustos y hasta de muertes en prisión han estado llegando a los titulares después del movimiento de protesta de Irán de hace algunos meses. Iniciamente, los manifestantes protestaban contra la economía paralizada del país y el gran aumento de precios de los productos básicos, pero el movimiento pronto se desbordó a una crítica abierta al liderazgo de Irán.
La reciente muerte misteriosa del doctor Kavvous Seyed Emami, académico no poíitico y activista ambiental, causó muchas protestas. Aunque estas tragedias afectan a muchos, han estado ocurriendo incidentes similares entre la población ahvazi árabe de Irán, que ha recibido menos atención, durante años.
Casi diez millones de ahvazis forman la mayor parte de la población de las provincias de Khuzestán, Bushehr, Hormozgán y la isla Qeshm, región que llaman «Ahvaz». A pesar de vivir en una zona que tiene más del 95% de los recursos de petróleo y gas de Irán, los árabes ahvazis viven en pobreza en un verdadedro sistema de apartheid. Se les considera inferiores por su etnia, y muchos viven por debajo de la línea de pobreza, con poco o ningún acceso al empleo, educación, salud o servicios básicos.
La comunidad ha sufrido en silencio, perseguida por Irán desde hace casi un siglo, con ensordecedora indiferencia de la comunidad internacional. Para empeorar el problema, está el apagón de medios en torno a los acontecimientos en Ahvaz. La limpieza étnica es rutina, y cientos se ven obligados a dejar sus casas sin advertencia ni compensación.
Varias personas relacionadas con trabajo pacífico de derechos humanos a favor de los ahvazis de Irán han muerto recientemente, como Sayed Habib Rahmani Moussawi y Mahdi Haradani, dos disidentes árabes ahvazi que estaban en prisión y que murieron a manos de los servicios de inteligencia de Irán.
Ahora, los funcionarios se niegan a entregar los cuerpos de ambos hombres o siquiera decir a sus familias dónde los enterraron. A sus familiares los están amenazando con prisión si realizan ritos fúnebres tradicionales por sus seres queridos, de quienes se sospecha que han muerto por torturas infligidas durante su detención.
Moussawi era activista político, cultural y de derechos humanos, conocido y respetado en su barrio de Al-Thawra de la capital regional, Ahvaz, por su incansable campaña por la libertad del pueblo ahvazi. Promocionaba el árabe y educaba a la juventud acerca del rico legado árabe de la región. Moussawi había sido arrestado antes –en 2005 y 2007– por su activismo.
Haradani, que provenía del barrio capitalino de Mandali y hacía un trabajo similar, desapareció en octubre de 2017. Su activismo pacífico despertó la ira de las autoridades, que prohíbe la educación en árabe, pese a ser el idioma nativo de los puesblos indígenas árabes de la región de Ahvaz. La ropa tradicional árabe también está prohibida.
Ambos hombres fueron capturados por la agentes de la Guardia Revolucionaria en 2017. Durante meses, se les impidió contactar con sus familias. Las autoridades no fueron claras sobre las acusaciones en su contra, retuvieron información sobre su paradero, y recién revelaron que los hombres habían sido ejecutados cuando citaron a las familias de los activistas a Ahvaz para un reunión el 14 de febrero de 2018.
En una desgarradora llamada trelefónica, la viuda de Sayed Rahmani Moussawi dijo a Global Voices que el tormento empezó cuando su esposo fue secuestrado por las fuerzas del régimen a mediados de junio de 2017, durante el Ramadán. Su familia no recibió noticias de su arresto, pero estaban seguros de que Rahmani –padres de tres niños– fue atacado por su trabajo de defensoría de los derechos de los ahvazi. La señora Moussawi dijo que no saber si si esposp estaba vivo o muerto era una «agonía»:
We searched for him at all the relevant government agencies, but we were unable to get any information. On Thursday, we were summoned by the regime intelligence services, and they informed us that he had been executed.
Lo buscamos en todas las agencias gubernamentales pertinentes, pero no pudimos obtener ninguna información. El jueves nos citaron los servicios de inteligencia del régimen, y nos informaron que los habían ejecutado.
A pesar de saber que la podían atacar a ella y sus hijos como represalia, lamentó que la cruel persecución de las autoridades iraníes contra su esposo en los años anteriores a su muerte:
My husband was innocent — all he did was to raise awareness of the regime’s policies aimed at eradicating Ahwazi people from our homeland by every means, including wiping out our language.
Mi esposo era inocente —todo lo que hizo fue dar a conocer las políticas del régimen con el fin de erradicar a los ahvazi de nuestra tierra por todos los medios, incluido eliminar nuestro idioma.
Al hablar, se detuvo varias veces para recuperar la compostura pues su dolor, aún reciente, la abrumaba:
He organized various Arab celebrations in our home to teach people about the importance of protecting our Arabic language and identity. These cultural and civic activities led to regime agents having him dismissed from his job at many places, and blacklisted so that when he applied for job positions in many areas, the recruitment staff would tell him, ‘Sorry, we’re unable to hire you for security reasons.’
This persecution caused us great suffering — sometimes we couldn’t provide bread for our children or ourselves. Last Ramadan, I was fasting. It was just after our third baby was born. Our children told him, ‘Dad, Dad, we need you to make us happy, to buy sweets for us — you promised to make us happy and buy sweets for us, you promised to make us happy.’
I still remember when he heard those words, his tears came rolling down his cheeks and he said, ‘Sure, I’m going to do that.’
Then he came to me and asked me, ‘Do we have dinner to break our fast?’
I told him, ‘We have tea and bread.’ He wept a lot and he gently hit his head against the wall in frustration, then he went out, saying ‘I’ll borrow money from my friend and I’ll come back.’
Those were his last words to me, and the last time I and my children saw him. We waited for hours, days, weeks, months, and we searched everywhere, but no news and no trace of him was found.
Organizaba diversas celebraciones árabes en nuestra casa para enseñar a las personas la importancia de proteger el idioma y la indentidad árabes. Estas actividades culturales y cívicas hicieron que agentes del régimen lo despidieran de su trabajo en muchos sitios, y lo pusieron en una lista negra, para que cuando solicitara empleo en muchos rubros, el personal de contratación lde dijera: ‘Lo siento, no podemos contratarlo por razones de seguridad’.
Esta persecución nos causó gran sufrimiento —a veces no podíamos comprar comida para nuestros hijos o para nosotros. En el último Ramadán, yo ayunaba. Acababa de nacer nuestro tercer hijo. Nuestros hijos le dijeron: «Papá, papá, queremos que nos des alegría, que nos compres dulces —prometiste que nos darías alegría y nos comprarías dulces, prometiste que nos darías alegría’.
Todavía lo recuerdo cuando escuchó esas palabras, le cayeron lágrimas de los ojos y dijo: ‘Claro, lo voy a hacer’.
Entonces se me acercó y me dijo: ‘¿Tenemos comida para romper el ayuno?’
Le dije: ‘Tenemos té y pan’. Lloró mucho y golpeó su cabeza contra la pared de frustración, luego salió diciendo que pediría prestado dinero a un amigo y que volvería’.
Esas fueron sus últimas palabras, y la última vez que mis hijos y yo lo vimos. Esperamos horas, días, semanas, meses, y buscamos por todas partes, pero no hubo noticias ni encontramos rastros de él.
También habló del momento en que supo que su esposo había sido ejecutado durante su detención:
They didn’t tell us what he did, what the charges against him were, where his trial was, why they kept us in the dark about his detention. It’s very likely that they killed him under torture when they were trying to get false confessions to try to link him to something — when they couldn’t, they killed him, and to cover that up, they say he was hanged.
No nos dijeron qué hizo, de qué lo acusaban, dónde fue su juicio, por qué no nos dijeron nada sobre su detención, pero es muy probable que muriera bajo tortura cuando trataban de obtener una falsa confesión para vinclularlo con algo —cuando no pudieron, los mataron, lo encubrieron y dijeron que se ahorcó.
A la familia de Mahdi Haradani le dieron una notificación peretoria similar de su muerte mientras estaba en custodia, y los funcionarios de inteligencia se negaron a revelar por qué acusaciones lo habían acusado o a entregar su cuerpo.
Casos tan terribles se han vuelto la norma más que la excepción para los ahvazi, con activistas que «desaparecen» rutinariamente para que sus familias descubran, meses después, de que los habían capturado y retenido en las terribles prisiones secretas del régimen –muertos bajo tortura o sentenciados a muerte y ejecutados rápidamente luego de farsas de «juicio» con acusaciones falsas como «Moharebeh» («enemistad con Dios»). Esos «juicios» no cumplen con estándares de derecho internacional; los llevan a cabo solamente por salvar las apariencias, al acusado se le niega el acceso a abogados y las sentencias ya están decididas.